“Cuando mientes, le robas al otro el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad”- Khaled Hosseini, escritor y médico afgano-estadounidense.
Es cierto que las oraciones de muchos son auténticas, sinceras. Nacen de sus fantasías, anhelos agraviados por la realidad social, angustias desbordadas, alucinaciones e imaginarias revelaciones, necesidad atávica de protección sobrenatural y tradiciones familiares. La fe es una búsqueda de consuelo para los padecimientos terrenales o un reconocimiento de la propia impotencia en un mundo próximo a innumerables abismos.
Es así como muchos profesan la fe por convencimiento casi inamovible, sin esperar nada a cambio. Pero otros lo hacen por puras razones de conveniencia egoísta o utilitaria. Los primeros son creyentes, los segundos estafadores de las insatisfacciones y contradicciones que anidan en el complejo mundo espiritual de los seres humanos. Más allá, en la esfera política, donde los ejemplos morales escasean, las construcciones religiosas son un formidable instrumento de contención de la rabia social. Herramienta eficaz para neutralizar o apaciguar la rebeldía contra las injusticias de este mundo. Siempre ha sido así.
Los grandes estafadores de la fe están dentro del mismo liderazgo de los grupos y sectas religiosos. Cientos de ellos ven la esperanza de redención de millones en la mansión eterna de los bienaventurados (el cielo) como un eficiente recurso para procurarse un bienestar material rápido. Son los conocidos portavoces o intérpretes de la presumida voluntad divina. Ellos, con vergonzosa frecuencia, incrementan sus activos en la misma medida en que los ciudadanos se enredan lastimosamente en sus problemas cotidianos, los cuales son también motorizados por acontecimientos globales.
Dejando de lado por el momento los grandes escándalos de pedofilia y otros abusos protagonizados por curas católicos protegidos y justificados por sus élites impenetrables, los llamados pastores evangélicos toman la delantera en la demostración de conductas nada virtuosas. Vemos redes de ovejeros que literalmente obligan a los fieles a vender sus propiedades para luego disfrutar abiertamente de lo expoliado. Otros extremistas (socialmente más peligrosos) convencen a las familias para que sus hijos abandonen la escuela, declarando así-con mucha razón- que el conocimiento es su peor enemigo. También llegan al extremo de someter, como fue el sonado caso de Buenos Aires el año pasado, a los tontos feligreses a la servidumbre, obligando a los hijos de los devotos adultos a vender los productos provenientes de los negocios que sustenta ese régimen de sumisión extrema.
Estafas a enfermos con enfermedades terminales; diezmos y recolectas forzados; violaciones sexuales; enriquecimiento sobre los cimientos de la fe, la ignorancia y la estupidez humana; transferencias forzadas de propiedades y otros activos; servidumbre camuflada y procesos deliberados de adoctrinamiento religioso que idiotizan a niños y adolescentes, son prácticas características y muy conocidas de ciertos grupos y sectas evangélicos. A la vista de todos, se están haciendo peligrosamente masivas.
Bajo la protección de una fingida religiosidad, algunos pastores suelen ser también lavadores de dinero proveniente de varios litorales. El que llega a caudales de la corrupción administrativa representa un caso muy original.
Rossy Maybelline Guzmán, que sale a la luz gracias a Nuria Piera, pone en claro relieve la asombrosa capacidad de manipulación y simulación de muchos ovejeros y ovejeras. Con propiedades millonarias, moviéndose en un lujoso jeep Tahoe High Country 2021, la pastora Guzmán no convence a nadie sobre la pulcritud de sus relaciones de negocios con Adán Cáceres Silvestre, el exjefe del cuerpo de ayudantes militares de Danilo Medina Sánchez. Este personaje, que veíamos siempre cual fantasma inmóvil detrás del expresidente Medina, jamás podría justificar, como decenas de otros altos oficiales, el origen límpidamente lícito de su actual fortuna.
Propiedades inmobiliarias, fincas o casas de descanso en las montañas, viviendas y vehículos de lujo, empresas (el GLP es un gran refugio), gustos y hábitos de élites, abultadas cuentas bancarias y tenencia de joyas costosísimas son los distintivos de algunos de los salvadores de almas y de casi todos los altos oficiales de los cuerpos armados. En esta última dirección nadie mira: es un asunto de seguridad nacional.
Que la señora Rossy Guzmán, predicadora de vocación, acuda a un interrogatorio en un jeep Tahoe High Country 2021, no es para alarmarse. Lo que llama la atención es que pastores hábiles en el arte del engaño -como ella- vean con interés a la Administración para ofertarse como testaferros o prestanombres. Claro está, con la garantía de enormes dividendos y extravagantes comodidades.
Es triste pensar que esta será la crónica de una muerte anunciada: la pastora seguirá orientando sus ovejas por el camino del bien, la vida ejemplar y la austeridad, y Adán Cáceres no rendirá cuentas a nadie sobre sus actuales activos. Por el contrario, esperemos que este oficial sea sobreprotegido desde algunos intersticios de la cúpula militar de este gobierno y del pasado, el más corrupto de la historia reciente dominicana. El Diablo anda suelto.