Antecedentes de un concepto asociado a la cultura dominicana. – Desde la época precolombina y postcolombina, se ha venido estudiando el comportamiento, organización y costumbres de los indígenas que fueron los antepasados de nuestra sociedad: los taínos y cómo algunas de esas costumbres se transmitieron por generaciones. La isla de La Española o Hispaniola estuvo dividida en cacicazgos. Los cacicazgos eran posesiones políticas de diferentes tribus taínas que dominaban determinados territorios dentro de la isla y gobernadas por caciques. Al decir de los historiadores más autorizados, estos eran: Maguá, Marién, Maguana, Higüey y Jaragua. En efecto, un cacique era un gobernante con autonomía y poder político propios, exclusivos y absolutos sobre la demarcación territorial bajo su dirección.
Es a partir de la experiencia del cacicazgo de Marién, que se ha desarrollado el concepto sociológico que, en la República Dominicana, algunos han denominado como “Complejo de Guacanagarix”. De acuerdo a reseñas periodísticas diversas, el término surgió a principios de la década del 1990 y fue usado por primera vez por el periodista Víctor F. Rodríguez en un artículo publicado en la prensa escrita nacional [Fuente: Wikipedia y testimonios diversos]. De acuerdo a estas fuentes, el concepto fue acuñado para categorizar y criticar el comportamiento de algunos funcionarios gubernamentales de la era de los gobiernos de Joaquín Balaguer, inclinados a otorgar facilidades y concesiones ventajosas a inversionistas extranjeros en perjuicio de los criollos.
Sociológicamente se ha asimilado esta conducta para compararla con la actitud complaciente y “receptiva” que tuvo el cacique Guacanagarix ante los españoles al momento del descubrimiento de América, y en especial, de la isla de la Hispaniola para el año 1492. De acuerdo a numerosos relatos históricos, no del todo precisos debido a las diferentes corrientes historiográficas de la época, se dice que Guacanagarix, entonces Cacique de Marién, uno de los cacicazgos de la isla a la llegada de Cristóbal Colón a su territorio, quiso complacer los conquistadores cediendo oro y otras atenciones a cambio de instrumentos exóticos, extraños a los indígenas, tales como “espejos”. A pesar de la característica pacífica de la raza taína, esta forma complaciente y colaboradora no fue siempre la regla en las demás tribus o cacicazgos de la isla, algunos de los cuales mostraron algún espíritu hostil, aunque no tan recio y agresivo como otras razas indígenas caribeñas, el caso de los llamados “Caribes”. Es el caso del cacique Caonabo, por ejemplo, de cuya estirpe surgieron nativos rebeldes a la conquista española y la esclavitud de los indígenas. A mi juicio, esta última, una verdadera actitud de sentido de pertenencia y conservación del territorio y de sus pares, contrario a la demostrada por Guacanagarix para entonces. En efecto, es a consecuencia de este comportamiento asumido por el Cacique de Marién, que se lo ha etiquetado en la historia como un pro-extranjero, y de ahí el surgimiento del concepto sociológico del “Complejo de Guacanagarix”.
Una nueva versión del concepto en la cultura contemporánea.- A través de los años se ha popularizado esta noción cultural del “Complejo de Guacanagarix” hasta llegar a ser aplicado en estudios sobre el comportamiento de la diáspora dominicana, en los casos –no la generalidad- cuando un dominicano o dominicana residente en el exterior se expresa con desprecio o lenguaje peyorativo hacia las cosas procedentes de su país o al clima institucional imperante en comparación con aquel del país donde reside, sea por actitud crítica con fines constructivo, o simplemente, debido a la falta de sentido de pertenencia o de clase, o de conciencia ciudadana, tanto desde el punto de vista cultural como material, en términos socio-económicos.
De ahí, que sea notorio que aun cuando los dominicanos/as de la diáspora conserven tipologías coloquiales dominicanas, con cierta tendencia, al hablar, los dominicanos/as son proclives a dejarse influenciar por el acento extranjero. No se trata pues del fenómeno conocido como “Spanglish” que responde a otro análisis sobre la influencia lingüística que trae consigo el proceso de transculturación que sufren los individuos sometidos a intercambios culturales en el marco de las interacciones entre sociedades latinas (hispanas) y anglosajonas.
El punto controversial. – Es en esta parte donde pretendo llamar a reflexión. Durante toda mi vida he venido observando cómo la falta de solidaridad entre pares es parte de la cultura de supervivencia entre los conciudadanos/as de la República Dominicana, y más que la falta de solidaridad de clases, hay una creciente carencia de unidad de intereses y visión colectiva. No es tan difícil ver en nuestra sociedad cómo personas del más bajo nivel social se hacen complacientes con los ricos, sus empleadores, sus gobernantes, amos, superiores o amamantadores de migajas, más que defender las personas de su mismo origen. Algo tan simple como esto podemos verlo en los restaurantes “de lujo”, y notaremos que los primeros que miran con desdén a un comensal “no rico”, son los mismos que sirven en las mesas, y viceversa, son estos mismos quienes pronunciadamente maltratan a sus pseudo-iguales que les sirven. No es que tenga doctrina clasista ni racista mucho menos sectaria, pero no es raro ver una persona de tez morena que ha alcanzado estar en los niveles de evolución socioeconómica del capital, ser la primera en maltratar a “los negros”, incluso a aquellos que provienen del mismo barrio o ensanche que los vio nacer cuando no tenían aquella posición. ¿Por qué el dominicano actúa así? ¿Es un problema de avance o involución cultural o simplemente un patrón genético?
De igual manera, podemos ver esto, en algunos bloques sociales vinculados a actividades específicas de la vida nacional. En los gremios y relaciones asociativas, esta cultura tiene una marcada presencia en nuestro país. Por ejemplo, es el caso de los abogados, del cual soy parte para bien o para mal. No hay una clase profesional con menos sentido de pertenencia que los abogados/as. Nunca asumen posiciones colegiadas como grupo social, y cada quien, así sea abogado por abogado, asume una postura individualista en razón de conveniencias políticas, económicas o de clases propiamente dichas. Ni siquiera el mismo Colegio de Abogados de la República Dominicana (CARD) lo hace o se encarga de promover la protección, solidaridad y confraternidad de sus colegiados. Tan solo indicar en la forma cómo colegas son excluidos de la dirección de procesos judiciales por sus propios pares, sea por descrédito, difamación silente, competencia desleal, sin el más mínimo respeto a la ética profesional. Pero también los hay quienes desvalorizando la cuantía del costo de los servicios legales excluyen de competencia a sus pares, no por falta de regulación, porque hay una ley que así lo prevé y sanciona, simplemente porque es una forma egocentrista, cínica e individualista de ejercer dentro de una profesión que está llamada a practicarse bajo el criterio asociativo y cooperativista, como pasa en otras geografías del mundo. No es el caso de los jueces dominicanos, quienes siendo abogados/as, como clase se comportan de manera tan cohesionada hasta un punto exagerado que en algunos casos sobrepasa ciertos límites. No se puede decir lo mismo del gremio de los médicos el cual por tradición ha sido siempre el más institucionalizado y unificado, pero tampoco escapa del factor individualista cuando se trata de establecer diferencias entre médicos ricos y pobres, o cuando se dividen por meros intereses políticos partidarios, caso que desgraciadamente afecta la vida de todos los gremios de la República Dominicana.
También vemos este comportamiento en el sistema educativo. ¿Por qué tanto estudiantes como profesores de escuelas públicas y privadas no asumen luchas comunes o por lo menos, los últimos se solidarizan con los primeros cuando éstos van en busca de conquistas justas que aquellos ya, en el sector privado, tienen garantizadas? Por otro lado, están los choferes no asociados a los sindicatos que aprovechan los paros hechos por aquellos para tener mayores posibilidades de recaudación en días de huelgas en vez de apoyar silentemente las mismas y luchar en conjunto por reivindicaciones colectivas de la clase completa. Aun cuando los sindicatos las procuren para ellos ventajosamente, al fin de cuentas, aquellas conquistas se estandarizan y popularizan, teniendo los demás miembros no organizados de este grupo social acceso a los beneficios que de estas luchas se extraen.
¿Por qué una entidad, a mi juicio, elitista como el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) o una ramificación especializada de ella, nunca ha apoyado pequeños comerciantes de los mercados públicos, ni buhoneros (también empresarios, pero de poca monta) en huelgas, manifestaciones, jornadas de luchas contra impuestos o excesos políticos de los gobiernos, mejoras en las infraestructuras públicas para la explotación de sus actividades, etc.? Solo hacen activismo individualista, sectario y elitista para proteger exclusivamente los derechos de un “grupito poderoso” de empresas frente al estado, con el cual, la mayor parte de las veces se benefician de privilegios en muchos casos debido al clima de corrupción que gravita en las altas esferas de poder.
Estas manifestaciones que hacen o promueven entidades como el CONEP y la Asociación de Bancos de la República Dominicana -para citar solo dos ejemplos-, no tienen impacto social colectivo, sino que se trata más bien de un protocolo mediático para venderle al país que son “empresarios comprometidos” con el bienestar de la nación y el mejor clima de inversión en beneficios de todos/as. Mentira, solo realizan estas acciones para proteger los intereses de los grandes empresarios, pero no de todos los empresarios, en especial, excluyendo los micros y pequeños.
¿Qué hay de los militares que salen a las calles a maltratar, apresar y matar personas de los barrios, de igual condiciones que ellos, para mantener el statu quo político y económico de los que gobiernan de una manera ventajosa para sus exclusivos intereses olvidándose de las mayorías? Es como dice un texto ya popularizado: “Gente pobre con uniforme golpeando a gente pobre con hambre, para beneficiar a gente rica sin uniforme ni hambre”. Por eso, he sostenido que “un pueblo sin criterio de unidad de clases no avanza en las luchas sociales reivindicativas”, tampoco avanza cuando tiene una clase media inerte, estática e irresponsable que solo apuesta a su estado de confort o a la prebenda -muchas veces insignificante- que le proporciona el sistema o un gobierno corrupto antes que hacer suya la lucha de todos. No se construye una patria justa, incluyente, equilibrada y próspera actuando de esa manera.
Como podemos ver, la falta de solidaridad de clases no solo se da por un aspecto de conveniencia económica o de subsistencia social, tal como se podría argumentar para justificar la actitud “desdeñante” de algunos hacia la gente de igual condición o procedencia, pero ahora diferente de posición socio-económica. Influyen otros factores. Quizás sea un recelo de competencia. No. La guerra de “sálvese quien pueda”, puede ser, pero tampoco lo es, aunque no deja de tener una dosis de eso. Se trata más bien de una versión nueva del Complejo de Guacanagarix, mucho más grave que la pro-extranjera, por la que se ha popularizado la terminología, que es ahora sujeto de estudio de los sociólogos.
Digo que es más grave y hasta peligrosa porque produce la falta de unidad monolítica de la nación, la incapacidad de cohesión social para exigir como colectivo, a quienes dirigen en cualquier estadio de nuestra organización social política o económica, que respeten no solo lo que es de todos y todas, sino lo que le concierne a cada persona y cada grupo. Ricos, pobres, clases medias, profesionales liberales, empresarios grandes, medianos, pequeños y micros, sin dudas, todos pueden coexistir. Cada segmento social puede tener su propia dinámica de comportamiento y evolución y aún su propio estilo de vida, sin que necesariamente ello implique el abuso desmedido de una clase en detrimento de la otra, o de una parte o élite de una en perjuicio de los miembros de ella misma a lo interno, pero sobre todo esto, que el Norte sea el interés general como nación y sociedad capitalista civilizada. Sobre el particular, cabe resaltar que este artículo fue originalmente escrito en junio del año 2016, y para la fecha no había surgido el llamado “Movimiento Verde” contra la impunidad (enero, 2017) a propósito de los escándalos de corrupción de la empresa transnacional Odebrecht en el país, y debo admitir que dicho movimiento o manifestación espontánea de la sociedad dominicana puede ser una rara excepción de esto que analizo y critico aquí en este trabajo. De ahí que, podríamos estar ante el inicio de un proceso profundo de adquisición de madurez y conciencia ciudadana. Sin embargo, ello no descarta la existencia remanente de la nueva versión del ya analizado concepto sociológico del Complejo de Guacanagarix, por las razones que hemos explicado en detalle más arriba que van más allá de una de las tantas luchas reivindicativas pendientes en el país.
A modo de conclusión. – Podríamos, finalmente afirmar, que esta nueva versión del “Complejo de Guacanagarix” es una especie de “Haraquiri social” que está pululando en el seno de nuestra sociedad como parte de una filosofía individualista de convivencia y poco a poco nos está destruyendo como nación, ahondando cada vez más nuestras diferencias socio-estructurales y multiculturales. Creo que todas y todos los ciudadanos/as, respetando las respectivas distancias, deberíamos reflexionar sobre ello, no para crear tres países en uno, ni dividirlo por diferencias raciales, religiosas, socioeconómicas de ningún tipo, sino para convertir la República Dominicana en un solo país donde todos y todas podamos desarrollarnos en base al talento, el mérito propio y el trabajo, sin privilegios como lo establece nuestra Carta Magna. Ello nos permita enaltecer nuestra dignidad humana como individuos, forjar nuestras propias identidades sin dañar o desdeñar las ajenas y vivir en paz respetando el derecho de cada uno, de cada clase, de cada grupo a auto determinarse, pero sin perjudicar el interés colectivo, lo que todos y todas formamos como nación así como los valores que deben unirnos como sociedad.