(Apuntes para un Manual de Sociología barata)

¿Ver en blanco y negro es miopía cerebral? No lo sé. Pero estoy seguro que hoy día cualquier discurso que se fundamente en “determinismos teóricos” es más que miope: Es tuerto.  Por qué seguir enfocando el flagelo de los feminicidios en función de matices sexistas y con sesgos marcados por el hombre verdugo y la mujer víctima. Ese enfoque no aportará soluciones “sanas,” profundas y concretas respecto al problema, más bien seguirá la cadena del odio y “del ojo por ojo y diente por diente.” Un problema tan dañino como este no debe fundamentarse en discursos ideológicos resentidos respecto a los hombres. 

El machismo no es solamente un signo de hombres, es más bien una cultura donde todos(as) estamos incluidos. A mí y a un porciento significativo de los hombres nos educó una mujer, por ende no deberíamos ser machos despiadados con  las mujeres. Nuestras madres nos pusieron claro cuál era el rol de cada quien en las relaciones sociales: “los hombres no usan tal color, no lloran, no hacen esto o aquello, no juegan con muñecas, no hacen trabajos domésticos, no se dejan gobernar por mujeres.” Y es preciso señalar que estos prejuicios sexistas son más distintivos en los sectores donde más se ejecutan feminicidios. Aunque los hábitos han cambiado, el proceso para transformar los  valores (hombre-mujer) sigue siendo turbio, lento y angustioso.

No por casualidad la tasa más alta de feminicidios se sitúa en las familias más “empobrecidas” y de nivel escolar más bajo. ¿Entonces por qué no tirar una mirada multidisciplinaria a la estructura familiar de esos sectores? ¿Por qué no escudriñar en el ambiente psicosocial y plantear soluciones en función de la naturaleza específica de esas familias? ¿Por qué no se sugiere crear instituciones familiares para asistir a los hombres que están en la frontera socio-económica y psicosocial de los feminicidios? ¿Por qué no hacer una investigación rigurosa que aporte datos respecto a un problema que está dejando secuelas desastrosas? ¿O es más atractiva la venganza, el morbo, o seguir creyendo que esos hombres matan porque son pequeños monstruos? ¿Por qué seguir mirando de forma superficial y panfletaria un problema tan complejo? ¿Qué se gana en la parcela de un discurso que a la larga crea más confusión que soluciones?

Se debe atacar una cultura machista que también incluye a feministas que educan hombres y estructuran familias sobre la base de valores tradicionales y conservadores respecto a los roles de género.

¿Por qué las feministas no inician un discurso público que incluya en la solución de los feminicidios, quitarle un poco de peso a la sexualidad “monogámica”, cultura sexual que cristaliza la sexualidad como práctica posesivo-privada?. Hay que reflexionar en la atmósfera estructural de fetiches sexuales donde iglesia, familia y escuela son parte de esa atadura posesiva y mórbida que por lo regular tiene vínculos con los feminicidios.    

Es importante denotar dos aspectos claves respecto a los crímenes pasionales de mujeres en la República Dominicana:

Un porciento altísimo de los matadores, asesinan a sus hijos(as) y se suicidan. A partir de estos datos, me pregunto: ¿Por qué matar a los hijos y a veces a las suegras si ellos no están en el paquete de los celos enfermizos? ¿Son crímenes sociales o más bien merecen la atención de la psiquiatría o la psicología-social?