¿Qué estaba haciendo yo exactamente hace un año? Pues si la memoria no me falla estaba en los preparativos para hacer un viaje a Madrid, invitado para participar en la Feria del Libro de esa ciudad, como parte de una delegación organizada por la Embajada de la República Dominicana ante el Reino de España. Al principio el viaje me emocionó pero por razones que no puedo explicar me fui desencantando de la idea. Era como si de repente yo tuviese la certeza de que ese viaje iba a ser determinante o que iba a pasar algo allá, no lo sé. El asunto fue que puse varias excusas. Incluso dije, y era verdad, que la Universidad de las West Indies en Jamaica me había invitado primero a leer una conferencia en el congreso Lives in Transition. Las fechas no coincidían cien por ciento pero estaban muy pegadas. La Embajada y Minerva del Risco resolvieron que fuese a Madrid y que de allí volara a Kingston y ante tanta amabilidad y eficiencia se me hizo imposible decir que no. ¿Porqué no quería yo caerle a Madrid? ¿Será porque en esa ciudad se esconde el helado germen de lo fatal? Ay chico please, déjate de exageraciones poéticas y haz el cuento.

El autor, acompañado de Marivell Contreras, Miguel D. Mena, Pedro Antonio Valdez y Carolina Féliz

Bueno está bien. El cuento es que, entre las actividades que me asignaron durante la feria, tuve el honor de presentar el libro de cuentos Papeles de Astarot, del gran escritor dominicano Pedro Antonio Valdez. La relación mía y de Pedro viene desde antes de yo ser escritor. Recuerdo que cuando estaba dando mis primeros pasos en el asunto de la escritura en serio, pude visitarlo a su casa en La Vega. Allí me regaló algunos libros y pudimos cordialmente hablar de literatura un buen rato. Nació más o menos así una relación que ha sobrevivido al tiempo y a las espinas que pueden encontrarse en nuestro quehacer literario. Pedro también viajó a Cabarete para la primera presentación de mi novela El hombre triángulo y años después, fue uno de los primeros contactos que hicieron posible la publicación de este texto en la prestigiosa Editorial Isla Negra, que por cierto es quien ha publicado el libro de cuentos breves Papeles de Astarot.

Está bien, dejo el mareo y hago el cuento. Pero antes debo decir que el libro Papeles de Astarot es mucho más que un testamento a la calidad literaria que destila de las manos y el alma de Pedro Antonio hacia el papel. Valdez tiene ya años deleitándonos con historias memorables. El díptico Bachata del ángel caído y El carnaval de Sodoma es prueba infalible de lo que estoy diciendo y funciona (no solo para el que disfruta de la literatura dominicana sino también para el que la estudia) como pieza de evaluación en un delicado Tetris estructurado o basado en la transición de la Generación del Ochenta (El Clan de la Furia) y la generación que le sigue que me parece a mí que es lo que en su momento quiso llamarse la Generación X aunque el nombre no pegó; hablo de Rita Indiana, Homero Pumarol, Mario Dávalos, Rosa Silverio, ¿quizás Frank Báez?, digo, con signos de interrogación no por la calidad sino por el asunto generacional, que conste, porque como soy juez y parte pues andar por estos predios se me hace difícil y es por eso que siempre le tengo su vela y su cachimbo prendido a Batumbalé, el dios o santo o diablo de los escritores que andamos de viaje.

(Deja el mareo Rey y concéntrate hija mía) Bueno, dije que Pedro Antonio Valdez es un gran escritor dominicano y que su bibliografía está a la disposición del que quiera para formarse una buena idea de lo rica que es nuestra literatura. Al presentar el libro Papeles de Astarot en España lo que dije fue que el libro es bueno por varios motivos: es un libro de microcuentos y cuentos breves. Ya eso en sí es un reto para cualquiera porque el que escribe cuentos cortos tiene primeramente que poner el ojo donde pone la bala en cuanto a la selección del lenguaje. Quien escribe cuentos cortos está en una carrera contra el tiempo y el espacio. En ese microcosmos, quien escribe debe proponer una idea y resolverla. Entonces a partir de este arco teórico-práctico se me hizo fácil acercarme a cuentos como “La ciudad de las estatuas” en donde el autor propone que en una noche caliente las estatuas en Santo Domingo se revelaron y anduvieron haciendo maldades; ya entrada la madrugada las estatuas sintieron un dormir en los huesos y se encaramaron en el pedestal más cercano, y es por esto, dice Valdez, que en la ciudad primada de América hay tantas calles con estatuas que no coinciden y viceversa. Es un cuento bueno, se resuelve muy bien, y cuando ustedes lean el libro se darán cuenta que es difícil para mí en tan breve espacio decirles lo bueno que es. Porque es un libro breve, los cuentos se dejan leer rápido, como chistes, anécdotas, tragedias, historias… Lo bueno de los cuentos es que el autor se esfuerza por construir una historia en cada uno. En este sentido, Astarot es más que una colección de estampas o una serie de cortos. No es así. Es un libro de cuentos en donde, aunque hay lírica, esta no es la que maneja el texto, sino que es la historia y el manejo del lenguaje en donde se gana la partida. Mi cuento favorito es una apología al número 7. Yo no voy a abundar mucho para no joderles el cuento. Sólo digo que es muy, muy bueno. ¿Qué más? Bueno, hay mucho más, pero voy a terminar esta parte diciendo que cuando se haga un profundo estudio sobre el cuento de los 90’s en nuestro país, alguien hará un gran ensayo sobre el cuento El mundo es algo chico, Librado, que es una gran lectura de polivoces y en algún sentido prefigura el escritor que aparecerá en Palomos y Salamandra.

Rey Andújar y Carolina Féliz

Todo esto dije yo esa tarde en Madrid. Una tarde bellísima de un lunes. Una tarde española, única, para defender y no con la boca pequeña. En la presentación, lo que hice fue hacerle varias preguntas a Pedro y pedirle que leyera los pequeños cuentos, y a partir de ahí íbamos hablando de literatura y de la vida, mientras que el artista del performance Berthony Lanot realizaba su obra utilizando todo el espacio de la carpa en donde nos presentábamos.

Este tipo de eventos no es nada sin el público que asiste y en ese sentido nosotros teníamos un banquete frente a nosotros de gente muy querida y amigos y amigas que hicieron mágico ese momento. Ahora prepárate que el cuento viene aquí:

Pues resulta ser y viene al caso que entre los presentes se encontraba nada más y nada menos que Marivell Contreras con varias amigas que son figuras de la farándula dominicana. Yo cada vez que me veo con gente así pues me pongo culeco, nervioso y ridículo. Les he dicho antes que cuando pienso en las paguatadas que he cometido cuando me invitan a los sitios, a veces cancelo y no quiero ir a ningún lado. Pues como el que no la hace a la entrada la hace a la salida, cuando se acabó el evento hicimos una sesión de fotos afuera de la carpa, bajo ese sol madrileño tan encantador. Entre las chicas que andaban con Marivell estaba la adorada Carolina Feliz. Yo siempre he tenido un medio crush de chamaquito con ella desde que la vi salir en televisión hace algunos años pero por alguna razón (¿la distancia? ¿el tiempo? ¿cómo se extraña un país?) ella es una de las tantas cosas dominicanas que han escapado de mi órbita. Así que para mí fue un gusto verla en Madrid, y en un evento mío (bueno, ella no vino por mí so guarevel), wao, me digo, fíjate que buena es la literatura contigo Rey. Cuando me toca tirarme la foto con la chica, me la luzco y le digo que voy a regalarle un libro de Lubrini. Ella encantada. Yo en el cielo. Ella me pide que le firme el libro. Y yo claro claro claro está. Le firmo el libro y le pongo: Para Venya Carolina, en el Parque Escorial, cuando el sol deja sin sombra los nardos y madroñeras. Orondo, le entrego el fruto de mi amor. Ella cuando ve la firma cambia dramáticamente el rostro. ¿Es una broma?, pregunta, entre indignada y no sé qué. ¿Una broma?, digo yo como un idiota. Ella le enseña el libro a las otras chicas y cuando rompe la risa es que me doy cuenta del error que he cometido. En mi mente de Dominicanyol ella es Carolina, pero como digo, no me acuerdo, y como sé que es Carolina lo primero que me vino a la mente fue el nombre de la otra. Ya tu ves en el desastre en que me metí por relambío. Espero que ambas Carolinas, o por lo menos la que me interesa, que es la Feliz, estén leyendo esto y entiendan el motivo de mi desacato.

Después del exabrupto caminé con Alejandro Luna y Miguel de Mena de nuevo. Esta vez era de día y encontramos una taberna para el almuerzo y tres botellas de vino. Vaya tarde. Allí me resigné a que la literatura, al igual que la vida, te da regalos y te da piedras. La vaina es aceptar una cosa y la otra. Fíjate tú, aceptar la otra, la otra Carolina.