En el año de 1992 un grupo de jóvenes, liderado por el violinista Josué Vargas, sintieron la necesidad de formar una orquesta sinfónica juvenil. josuéle propone al Maestro Dante Cucurullo ser el director de la misma. Éste aceptó con entusiasmo y en ese momento se da inicio a esta nueva institución musical que más que una orquesta fue un mundo de fantasía para todos los que participamos en ella. Los integrantes en un principio eran alumnos del Conservatorio Nacional de Música, antes del primer mes habían estudiantes de academias privadas, luego de los pueblos y poco a poco ya habían representantes de las tres regiones del país: del Cibao, del Este y del Sur. Nos congregábamos todos los sábados y a veces días de semanas para seccionales. Era todo alegría. Allí tocamos, aprendimos, reímos, cherchamos, lloramos, era una familia en donde todos éramos importantes. Más que una orquesta fue un núcleo de formación, tanto musical como en la parte humana. No importaba raza, nacionalidad, religión, posición social, edad, muchos de los integrantes eran mayores que el mismo director, quien apenas tenía treinta y cinco años. Recuerdo las reuniones cuando el Maestro Cucurullocomentaba sobre una nueva revista que le llegaba, en esos años la internet no estaba por aquí, en ella se presentaban las opciones para las obras que se necesitaban, se votaba y se pedía la música, es el único lugar donde he visto democracia.
Se preparaban los conciertos, fuimos muchas veces a televisión, dimos los conciertos educativos en todos los colegios que nos pedían y en los conciertos educativos, Dante, como pidió que lo llamáramos, explicaba en qué consiste una Orquesta Sinfónica, y a la hora de explicar la función del director, invitaba a varios de los presentes a que dirigieran la Orquesta. Fuimos a los pueblos y en esos viajes al interior, los grandes cuidaban a los pequeños y existía un respeto entre todos los integrantes.Tocamos en obras de teatro, en algunas de las graduaciones y bodas de algunos de los integrantes. Esto fue una verdadera obra filantrópica más que filarmónica. En ese espacio no existía nada que no fuera camaradería y compañerismo, amor por una causa común: La música. Nos reuníamos, ya no sólo para ensayar, sino para compartir en fiestas y cuando faltaba alguien era motivo de preocupación para todos. Se consiguió donaciones de instrumentos. Se hicieron conciertos a beneficio de la misma orquesta y con eso se ayudaba con los pasajes a los integrantes que vivían en el interior del país y a los que vivían más lejos. No faltaron los que se quisieron aprovechar de esta obra y se mostraron interesados en ayudar, al ver que no había dinero se retiraban, nunca entendieron que ahí el dinero no era lo que movía ese mundo.
Pasaban los años y se sustituían los miembros de la Orquesta por nuevos integrantes y es que mientras crecíamos los compromisos eran mayores y se tenía que dejarla, no de manera definitiva, ya que cuando se necesitaba a algunos de los que se retiraban, siempre estuvieron listos para cooperar con su familia. A todos nos llegó el momento de retirarnos y hasta el Maestro Cucurullo tuvo que marcharse por compromisos en el Conservatorio Nacional de Música y la Orquesta Sinfónica Nacionaly como me dijo en una ocasión "ya es tiempo de un cambio, uno de ustedes debe continuar". Quedó bajo la dirección de uno de los integrantes y poco a poco desapareció.
Es una lástima que la política, el dinero y el protagonismo hayan sido parte del fracaso de la Orquesta Filarmónica Contemporánea. Más lamentable es que los jóvenes músicos de hoy no tengan la oportunidad de vivir lo que vivimosla gran mayoría de los estudiantes de música, de casi todo el país en la década de los noventa, de una institución sin fines de lucro, donde nunca existió la excusa del dinero para hacer música y donde nadie era imprescindible, mas todos éramos importantes. ¡ La Filarmónica Contemporánea no debió desaparecer !
Muchos de los integrantes de la Orquesta Filarmónica Contemporánea somos hoy: instrumentistas de la Orquesta Sinfónica Nacional, hay educadores musicales, abogados, médicos, ingenieros, historiadores, administradores, mercadólogos, arquitectos, publicistas, economistas y hasta un matrimonio de ahí salió. No sólo buenos profesionales, sino buenos hombres y mujeres de provecho y orgullo para el país.
Sin duda alguna, tanto para mí como para los que fuimos parte de ese mundo, esos años son de los mejores de nuestras vidas.