CUANDO YO era joven, había un chiste: “No hay nadie como tú… ¡y eso es bueno!”
La broma se aplica ahora a Donald Trump. Él es único. Eso es bueno, sin duda alguna.
¿Pero es él realmente único? Como fenómeno mundial, o al menos en el mundo occidental, ¿no tiene él paralelo?
Como personaje, Trump es sin duda exclusivo. Es extremadamente difícil imaginar que cualquier otro país occidental elija a alguien como este como su líder supremo. Pero más allá de su personalidad peculiar, ¿es único Trump?
ANTES DE las elecciones en Estados Unidos, algo ocurrió en Gran Bretaña: el voto del Brexit.
El pueblo británico, uno de los más racionales del mundo, votó democráticamente para abandonar la Unión Europea.
Pero esta no fue una decisión razonable. Para decirlo sin matices: fue una idiotez.
La Unión Europea es una de las mayores creaciones de la humanidad. Después de muchos siglos de guerras internas, incluyendo dos guerras mundiales con incontables millones de víctimas, finalmente, triunfó el buen sentido. Europa se convirtió en una. Primero económicamente, y luego, lenta, mental y políticamente.
Inglaterra, más tarde Gran Bretaña, estuvo involucrada en muchas de estas guerras. Como gran potencia naval y un imperio mundial se benefició de ellas. Su política tradicional era instigar conflictos y apoyar a los más débiles contra los más fuertes.
Estos días, por desgracia, ya se fueron. El Imperio (incluida Palestina) no es más que un recuerdo. Gran Bretaña es ahora una potencia de rango medio, como Alemania y Francia. No puede mantenerse sola. Pero ha decidido hacerlo.
¿Por qué, por el amor de Dios? Nadie lo sabe con certeza. Probablemente fue un estado de ánimo pasajero. Un ataque de irritación Un anhelo de buenos tiempos, cuando Britannia gobernaba las olas y construyó Jerusalén en la verde y agradable tierra de Inglaterra. (No hay nada muy verde ni agradable en el Jerusalén real.)
Muchos parecen creer que si hubiera habido una segunda vuelta, los británicos se habrían echado atrás. Pero los británicos no creen en las segundas rondas.
AL FIN y al cabo, el voto “Brexit” fue considerado un giro brusco hacia la derecha. Y justo después, se produjo el voto estadounidense a favor de Trump.
Trump es un derechista. Un derechista muy de derecha. Entre él y el muro de la derecha no hay nada, excepto, tal vez, su Vice. (“vice” en ambos significados de la palabra en inglés: “vicepresidente” y “vicio.)
Tomados en conjunto, los votos británicos y estadounidenses parecían presagiar una ola mundial de victorias derechistas. En muchos países, los derechistas y los fascistas declarados estaban estirando los músculos, seguros del éxito. Marine Le Pen estaba en pos de la victoria, y sus equivalentes en muchos países, desde Holanda hasta Hungría, esperaban lo mismo.
La Historia ya ha conocido esas olas políticas antes. Tuvo la ola iniciada por Benito Mussolini después de la Primera Guerra Mundial que retomó los fasces romanos antiguos, y los transformó en un término internacional. También hubo la ola comunista después de la Segunda Guerra Mundial, que se hizo cargo de la mitad del mundo, desde Berlín hasta Shanghái.
Y ahora venía la gran ola de derecha que estaba a punto de hundir al mundo.
Pero entonces sucedió algo muy diferente.
NADA PARECÍA ser tan estable como el sistema político de Francia, con sus viejos partidos establecidos, encabezados por una clase de viejos parlanchines experimentados.
Y he aquí que aparece un don nadie, un personaje prácticamente desconocido que no es un político y que, con un movimiento de la mano, limpia el tablero de ajedrez completo. Los socialistas, los fascistas y todos los que están en el medio son barridos.
El recién llegado es Emmanuel Macron. (Emmanuel es un buen nombre hebreo, que significa “Dios con nosotros”.) Es muy joven para presidente (39 años), muy guapo, muy inexperto, a excepción de un corto período como ministro de economía. También es un firme partidario de la Unión Europea.
Algo raro: los funcionarios de los partidos se consolaron. No durará, pensaban. Pero luego vinieron las elecciones parlamentarias francesas, y la inundación se convirtió en un tsunami. Un resultado casi sin precedentes: ya en la primera ronda, el nuevo partido de Macron ganó una asombrosa mayoría, que seguramente crecerá en la segunda ronda.
TODOS TENÍAN que pensar de nuevo. Macron era obviamente lo opuesto de la Nueva Ola de Derecha. No sólo con respecto de la unidad europea, sino sobre casi todo lo demás. Siendo un hombre del centro, es más de izquierda que de derecha. Una persona modesta, en comparación con el Trump de EE.UU. Un progresista, en comparación con la May británica.
Ah, Theresa May.
¿Qué le pasó? Colocada en el poder después de la votación Brexit, con una mayoría cómoda, estaba intranquila. Parece que quería demostrar que podía obtener una mayoría aún mayor por sí misma. Estas son cosas que les pasan a los políticos. Y por eso pidió nuevas elecciones.
Incluso yo, pobre de mí, con mi experiencia limitada, podría haber dicho que eso era un error. Por alguna razón, a la gente no le gustan las elecciones intempestivas. Es como una maldición de los dioses. Usted convoca, usted pierde.
May perdió su mayoría. No había ninguna coalición obvia a la vista. Así que ahora se ve obligada a cortejar a los derechistas más desagradables: los protestantes de Irlanda del Norte, en comparación con quienes Trump es un progresista: no hay derechos para los gais, no hay abortos, no hay nada. Pobre May.
¿Quién fue el gran ganador? El más improbable de las personas improbables: Jeremy Corbyn, (Otro con un buen nombre hebreo: Jeremy era un profeta bíblico importante).
Corbyn es un casi ganador tan improbable como los que usted pudiera conseguir: un ultra-izquierdista, ultra-todo. Muchos miembros de su propio partido le detestan. Pero casi gana las elecciones. En cualquier caso, ha hecho imposible que Theresa May gobierne de manera eficaz.
El logro de Corbyn trae a la mente otra vez que algo muy similar sucedió en las elecciones de EE.UU. en el partido Demócrata. Mientras que la candidata oficial Hillary Clinton despertaba la antipatía generalizada en su propio partido, un candidato alternativo muy poco probable generó una ola de admiración y entusiasmo: Bernie Sanders.
No era el candidato más prometedor: 78 años de edad y senador durante diez años. Sin embargo, fue recibido como un recién llegado, como un hombre con la mitad de su edad. Si hubiera sido el candidato de su partido, no hay duda de que hoy sería el presidente. (Incluso la pobre Hillary obtuvo la mayoría del voto popular.)
ENTONCES, ¿TODAS estas victorias y casi victorias tienen algo en común? ¿Se suman en una “ola”?
La primera impresión es que no. Ni ganó la izquierda (ganó Trump, el Brexit) ni tampoco la derecha (Macron, Corbyn, Sanders).
¿Entonces, no hay nada en común?
Por supuesto que sí lo hay. Es la rebelión contra el sistema establecido, contra el establishment.
Todas las personas que ganaron, o casi ganaron, tenían eso en común: aplastaron a lo establecido. Trump ganó a pesar de los republicanos, Sanders luchó contra el sistema Demócrata, Corbyn contra los jefes de los Laboristas y Macron contra todos. El voto de Brexit fue, en primer lugar, contra todo el establishment británico.
Esta es la Nueva Ola: Abajo el establishment, cualquiera que sea.
¿Y EN Israel?
Aún no hemos llegado ahí. Siempre llegamos tarde. El último movimiento nacional en Europa. El último estado nuevo. El último imperio colonial. Pero, al final, siempre llegamos.
La mitad de Israel, casi toda la izquierda y el centro, está clínicamente muerta. El Partido Laborista, que durante 40 años tuvo el poder casi sin ayuda de nadie, es una ruina triste. La derecha, dividida en cuatro partidos en competencia, trata de imponer una agenda casi fascista en todos los ámbitos de la vida. Sólo espero que algo suceda antes de su éxito final.
Necesitamos un líder de principios como Corbyn o Sanders. Una persona joven e idealista como Macron. Alguien que aplaste a todos los partidos existentes de la era de la ocupación y comience desde el principio.
Para adaptar el eslogan de Macron y decir: “¡Adelante, Israel!”