Los cambios demográficos en América Latina

Al igual que ocurrió en los países desarrollados hace más de siglo y medio, la transición demográfica latinoamericana se inicia alrededor de 1950 con el descenso de la mortalidad, particularmente en los primeros años de vida. América Latina y el Caribe (ALC) ha sido a nivel mundial la región que, en términos de magnitud y velocidad, ha experimentado los mayores cambios demográficos desde mediados del siglo pasado. La dinámica demográfica de la mayoría de los países de la región ha experimentado cambios profundos desde finales de la década de 1960. Dichos cambios han afectado el crecimiento, la estructura etaria y la distribución territorial de la población.

El siglo XX ha sido el del crecimiento de la población regional, mientras que el siglo XXI será el de su envejecimiento. Entre las transformaciones ocurridas desde la segunda mitad del siglo XX se cuentan el intenso crecimiento del volumen de la población de la región (que pasó de 161 millones de habitantes en 1950 a 512 millones en 2000 -triplicándose en sólo 50 años- y a 648 millones en la actualidad). Y entre los cambios que ocurrirán en este siglo, si bien las proyecciones aún suponen un aumento de la población (hasta 762 millones en 2050, aunque habrá un descenso posterior, a 680 millones en 2100), las principales modificaciones se observarán en la estructura por edad de la población, con el avance y la profundización del proceso de envejecimiento.

Todos los países de la región experimentaron un proceso de transición demográfica en las seis décadas pasadas, aunque con inicios desfasados en el tiempo y con ritmos dispares. En general, el ritmo de esta transición puede considerarse muy acelerado en comparación con la experiencia anterior de los países desarrollados. Este proceso se ve reflejado en la evolución de los niveles de la natalidad y la mortalidad. A mediados del siglo pasado (1950-1955), la tasa de natalidad de la región era de 42 nacimientos por cada mil habitantes, en 1980-1985 había pasado los 32 por mil, y en la actualidad se sitúa en los 16 por mil. La tasa bruta de mortalidad bajó de 16 defunciones por cada mil nacidos vivos a 8 por mil y a 6 por mil, respectivamente, en los períodos mencionados. Como respuesta a estos cambios de la natalidad y la mortalidad, la tasa de crecimiento natural bajó de 27 personas por cada mil a 23 por mil (1980-1985) y a 10 por mil en la actualidad.

El descenso de la mortalidad fue el desencadenante de la transición demográfica en la región. Este cambio se debió principalmente a las transformaciones socioeconómicas y culturales, el mejoramiento de las condiciones de vida, el incremento del nivel educativo, el aumento de la población urbana, y la disponibilidad de tecnología sanitaria. En las décadas de 1950 y 1960, varios países de la región implementaron políticas exitosas de atención básica de la salud y saneamiento ambiental, que incluían programas de salud materna e infantil, vacunación masiva, rehidratación oral, desparasitación y nutrición, y expansión de servicios sanitarios, en particular de agua potable y alcantarillado. El resultado fue un avance sin precedentes en el control de las enfermedades infecciosas y parasitarias, así como de las afecciones maternas, perinatales y nutricionales.

En el contexto mundial, el incremento en la duración de la vida (esperanza de vida) en América Latina ha sido un logro insuperable. Desde el quinquenio de 1950-1955 hasta la actualidad (2015-2020), un habitante de la región ganó en promedio más de 23 años en la duración de su vida, un incremento de casi 4 años por cada década transcurrida. La distancia con los países más desarrollados se redujo a la mitad en el período señalado. De una esperanza de vida de 51.4 años en 1950-1955 -más de 13 años inferior a la de las regiones desarrolladas- se llegó a un valor de 75.2 años en la actualidad, inferior en apenas 4 años a la de las regiones desarrolladas (79.2), por encima del promedio mundial (72.3) y del promedio de las regiones en desarrollo -excluyendo los países más subdesarrollados- (72.0). América Latina y el Caribe registra actualmente la segunda esperanza de vida más alta entre las grandes regiones del mundo.

El aumento de la longevidad en América Latina y el Caribe se ha logrado en buena medida por la reducción de la mortalidad en las edades tempranas, sobre todo de la mortalidad infantil. La reducción de la mortalidad en la infancia ha sido un logro generalizado en la región y, como resultado, se observa una marcada convergencia hacia niveles bajos de esta variable. América Latina es la región que ha reducido a mayor velocidad la mortalidad infantil.  Si bien la brecha con respecto al nivel en los países desarrollados se redujo levemente en los 80 y los 90, luego de haber aumentado desde 1950-1955 hasta principios de los 80,  se ha mantenido y mantendrá más o menos constante (3.5 veces mayor en América Latina).

No obstante, sigue siendo una característica de la región la marcada heterogeneidad demográfica entre países, territorios y grupos de población. La evolución de los niveles y tendencias de la mortalidad han sido muy heterogéneos: mientras que en algunos países se ha alcanzado una situación muy similar a la del mundo desarrollado, parte de la población latinoamericana aún vive en condiciones de salud y mortalidad muy desfavorables, con altas tasas de mortalidad infantil. Actualmente las tasas de mortalidad infantil van desde un máximo de 54.3 por mil en Haití, 29.7 por mil en Bolivia,  25.9 por mil en RD y 24.9 por mil en Venezuela, a 6.7 por mil en Chile, 7.7 por mil en Uruguay, y sólo 7.3 en Costa Rica.

El cambio más relevante de la historia demográfica latinoamericana y caribeña reciente de las últimas seis décadas ha sido el acelerado descenso de la fecundidad: en sólo 40 años la región ha pasado de tener índices reproductivos que estaban entre los más altos del mundo, con una tasa global de fecundidad (TGF) de casi 6 hijos por mujer en el quinquenio 1950-1955, a un nivel actual menor del nivel de reemplazo generacional (2,2 hijos por mujer), una reducción de casi 4 hijos por mujer en la fecundidad promedio de la región en ese lapso.

Si bien también en la fecundidad se verifica el proceso de convergencia hacia bajos niveles de fecundidad, predominando los países de transición muy avanzada con fecundidad por  debajo del nivel de reemplazo (14) y otros (8) con valores muy cercanos aunque por encima del nivel de reemplazo. Sólo Haití y Bolivia tienen niveles  de fecundidad de alrededor de 3 hijos por mujer.

En todos los países de la región el descenso de la fecundidad se debió a la expansión de la preferencia por familias más pequeñas. Esta fecundidad deseada pudo materializarse merced a una “revolución anticonceptiva”, pues la influencia de la nupcialidad ha sido menor. Esta mutación valórica deriva del proceso de modernización social y económica experimentado en la región que en algunos países se inicia en la década de 1930 y en otros recién en el decenio de 1960 y que por diversos mecanismos hizo desventajoso tener una prole numerosa. También se debe a la expansión de la educación y los medios de comunicación masivos, que diseminaron ideales favorables a una baja reproducción, ya vigente en esas fechas en países desarrollados. Junto con lo anterior, la apertura de espacios educativos, laborales y de opinión para las mujeres asociada a la modernización productiva y cultural, ensanchó las opciones vitales femeninas y redujo para muchas mujeres y parejas el interés o la posibilidad de tener proles numerosas. Así, la baja de la fecundidad ha ocurrido como consecuencia de cambios en las conductas de las personas en un marco de crecientes aunque aún insuficientes capacidades para el ejercicio de los derechos reproductivos básicos a tener los hijos que se aspira.

Los pilares de la llamada “revolución anticonceptiva” fueron: a) biotecnológicos: gran aumento de la producción, eficiencia y calidad de los medios anticonceptivos; b) políticos: vigorosos programas públicos de planificación familiar en muchos países, y c) culturales: erosión de las barreras valóricas para el uso de medios modernos. Estos pilares se combinaron de distinta manera en los países, lo que explica las diferencias entre ellos en varias facetas del uso de anticonceptivos, como son su prevalencia, fuentes de obtención y variedad de métodos usados.

De la explosión demográfica a la estabilización del crecimiento

Como consecuencia directa de la transformación demográfica sustancial ocurrida en la región en las últimas siete décadas, América Latina ha arribado a una etapa de crecimiento natural muy reducido de su población. Al principio de la década de 1950, la tasa de crecimiento natural era de 2.7 por ciento, a comienzos de la década de 1980 había descendido relativamente poco (a 2.5 por mil), en los años 70 se inició el descenso del crecimiento demográfico, aún crecía a 2.5%, se redujo a menos de 2% (1.92%) en 1990-1995 y actualmente es de apenas 1.17%%. Se proyecta que a mediados del siglo actual se reduzca a casi cero, y en el quinquenio 2060-2065 será de signo negativo (-0.5%), aumentando a -4.3% en 2095-2100. El crecimiento total de la población aumentó ligeramente hasta mediados de los 60, inicia su descenso en la segunda mitad de esa década, se redujo a menos de 2% (1.9%) en la segunda mitad de los 80 y actualmente es menor de 1% (0.94%). Se espera que comience a ser negativo en 2060-2065.

Así, la población de América Latina ascenderá a 679 millones en 2025 (solo un 15% adicional con respecto a 2010) y a 751 millones en 2050 (un 11% más que en 2025), pero a partir de 2059, aproximadamente, el crecimiento de la región empezará a ser negativo, es decir, la población empezará a disminuir en términos absolutos. El momento en que la población empezará a decrecer -teniendo en cuenta el crecimiento natural y la migración- constituye un importante hito de la nueva era demográfica. Según las proyecciones de las Naciones Unidas, la población de América Latina dejará de crecer muy cerca de 2060, alcanzando en ese año 767,639,576. Al final del siglo se reducirá a 679,992,981, una reducción de 87,646,595 personas en 40 años.

En la nueva era demográfica se proyecta que la población de la región continuará creciendo, y que escalará posiciones en el contexto mundial. En 2040, con 757 millones de personas, superará a la población de Europa y pasará a ocupar el tercer lugar después de Asia y África, y en 2070 llegará a los 788 millones. Sin embargo, como resultado del descenso del ritmo del crecimiento, la población de la región representará un peso cada vez menor de la población mundial (8,4% y 7,7% respectivamente, en 2040 y 2070). Mientras tanto, la población mundial continuará creciendo y superará los 10.000 millones en 2100, con lo que el peso relativo de la región se reducirá a solo un 6,8%, volviendo casi a la misma proporción que tenía en la década de 1950.

El cambio de la estructura por edad de la población en América Latina

Como consecuencia directa de la profunda transformación demográfica que ha vivido América Latina y el Caribe en las últimas siete décadas, ha ocurrido un cambio sustancial de la estructura por edad de la población. La profundización de este cambio es quizás la transformación más importante desde el punto de vista de sus implicaciones económicas y sociales.  El peso de la población menor de 15 años pasó de un 40% en 1950 a menos de un 24% actualmente; el grupo de 15 a 64 años pasó de constituir el 56% de la población total de la región a un 67% en la actualidad, y el grupo de personas mayores (de 65 años y más) comenzó a tener un peso importante, pasando de apenas un 3,5% en 1950 a un 8.7% actualmente. 

En las próximas décadas, los cambios de la estructura por edad serán menos intensos pero significativos. De acuerdo con la última revisión de las proyecciones de CELADE-CEPAL (2019), se espera que el grupo menor de 15 años continúe disminuyendo hasta alcanzar solo el 13.8% en 2100, el de 15 a 64 años llegaría a un máximo del 67% en 2030, para volver a situarse en un 55% en 2100. Hacia 2047, la proporción creciente de personas mayores superará a la de los menores de 15 años, hasta llegar a ser el 17.8%  de la población total, frente al 17.5% de los menores de 15 años. Este punto marca un hito a partir del cual el proceso de envejecimiento se convertirá en el fenómeno demográfico preponderante. A partir de allí, los cambios de la estructura por edad estarán dominados por las implicaciones en las generaciones de personas mayores, más que en las jóvenes, y el envejecimiento y su incidencia sobre las demandas sociales serán la tendencia que dominará esta nueva era demográfica. Será el inicio del fin de la sociedad juvenil.

Como consecuencia de la transformación de la estructura etaria, los países de la región experimentan actualmente, y también en el mediano plazo, un período en el que la relación de dependencia demográfica, es decir, la relación de la población potencialmente dependiente y la potencialmente activa, desciende a valores nunca antes observados. Este es un período particularmente importante para los países. Se trata de la fase del bono u oportunidad demográfica, durante el que los países, a través de las medidas adecuadas de reinversión social de los ahorros obtenidos, podrían lograr importantes avances en las condiciones determinantes del crecimiento económico y mejoras en materia de reducción de la pobreza y la desigualdad.

Los cambios serán sustanciales hacia 2040. La nueva era demográfica se caracteriza por un rápido aumento de las relaciones de dependencia de las personas mayores en todos los países. Superará el 60% en Cuba y se acercará al 40% en Chile y el Uruguay, y habrá aumentado incluso en Guatemala. Pero el cambio impresionante del panorama demográfico en esta nueva era se apreciará claramente en 2070, cuando se pase a una distribución de las relaciones de dependencia diametralmente opuesta a la que se observaba en 1950. Pero el cambio impresionante del panorama demográfico de la región en esta nueva era se apreciará claramente en 2070, cuando se pase a una distribución de las relaciones de dependencia diametralmente opuesta a la que se observaba en 1950.