El cambio en la estructura por edad de la población
Como consecuencia directa de la profunda transformación demográfica que se ha vivido el mundo en las últimas seis décadas, ha ocurrido un cambio sustancial de la estructura por edad de la población. La profundización de este cambio es quizás la transformación más importante desde el punto de vista de sus implicaciones económicas y sociales.
El peso de la población menor de 15 años pasó de un 34% en 1950 a menos de un 25% actualmente; el grupo de 15 a 64 años (ciclo de actividad económica) pasó de constituir el 61% de la población total de la región a un 65% en la actualidad, y el grupo de personas de 65 años y más (en edad de retiro) comenzó a tener un peso importante, pasando de apenas un 5% en 1950 a un 9% actualmente. En las próximas décadas, los cambios de la estructura por edad serán menos intensos pero significativos. De acuerdo con las proyecciones de Naciones Unidas (2017), se espera que el grupo menor de 15 años continúe disminuyendo hasta alcanzar solo el 21.3% a mediados de siglo y el 17.7% en 2100; el de 15 a 64 años está actualmente en un punto de inflexión al alcanzar su máximo del 65.6% e iniciar su descenso el próximo año 2020 hasta volver a situarse en menos de 60% en 2100. Hacia el 2080, la proporción creciente de personas mayores superará a la de los menores de 15 años. Este punto marca un hito a partir del cual el proceso de envejecimiento se convertirá en el fenómeno demográfico preponderante. A partir de allí, los cambios de la estructura por edad estarán dominados por las implicaciones en las generaciones de personas mayores, más que en las jóvenes, y el envejecimiento y su incidencia sobre las demandas sociales serán la tendencia que dominará esta nueva era demográfica.
Los cambios en la composición por edad han sido y serán muy diferentes en los países en desarrollo en comparación con los ocurridos en los países desarrollados. Estos últimos la proporción de los menores de 15 años ya había descendido al 27.4% a mediados del siglo pasado, al 18.4% en el 2000, 15.5% en 2050 y apenas el 15.1% en 2100; la población en edad activa (65 y mas) ascendía a 64.9% en 1950, alcanzó su punto máximo en 2005, e inicio de descenso en 2010, y será 57.9% en 2050 y 53.2% en 2100; los de 65 y más eran el 7.7% en 1950, 14.3% en 2000, 26.6% en 2050 y 29.7% en 2100. En cambio, las poblaciones de los países no desarrollados eran aún muy jóvenes a mediados del siglo XX: 37.5% menores de 15 en 1950, 32% en 2000, 22.2% en 2050 y 18% en 2100; los en edades activas (15-64) eran el 58.7% en 1950, 62% en 2000, y alcanzaron su proporción máxima en 2010 (65.5%) e iniciarán el descenso en 2020, y llegarán a 63.6% en 2050 y 56.3% en 2100. La población e 65 y más años era de apenas 3.8% en 1950, ascendió a 5.1% en 2000, subirá a 14.2% en 2050 y a 21.6% en 2100.
La convergencia global de la estructura etaria de la población tiende a contribuir a la convergencia global del bienestar económico. Todas las poblaciones pasan por un período en el que se produce una concentración de la población en el segmento de los adultos de edades activas, lo que corresponde con la segunda y tercera etapa de la transición de la estructura etaria, cuando se produce una oleada de la población de adultos jóvenes y de mediana edad. Este período es particularmente favorable para el crecimiento económico, ya que la fuerza laboral potencial crece más rápidamente que la población dependiente
Este período económico favorable o bono demográfico dura algunas décadas, y en su punto máximo puede contribuir con más del 1% al crecimiento anual del PIB per cápita. Este crecimiento más rápido de la población en edad laboral que la población total habría incrementado el PIB per cápita en un 0,9% anual, o un 30% entre 1980 y 2010. Si se usan las proyecciones de población por edad de las Naciones Unidas, se pueden calcular fácilmente los efectos del cambio de la estructura etaria sobre el crecimiento económico para períodos de 30 años, observando la propagación de los bonos y los impuestos demográficos en todo el mundo
La propagación del bono y del impuesto demográfico en el mundo
El impuesto demográfico, así como el bono demográfico, constituyen fases temporales. Una vez que la gran onda de población generada por la disminución de la fecundidad pase por la población, la era de los bonos y los impuestos terminará. Es decir, el mundo está experimentando un evento demográfico único que se desarrollará en el transcurso de este siglo.
Este período económico favorable o bono demográfico dura algunas décadas, y en su punto máximo puede contribuir con más del 1% al crecimiento anual del PIB per cápita. El crecimiento más rápido de la población en edad laboral que la población total habría incrementado el PIB per cápita en un 0,9% anual entre 1950 y 1970, o un 30% entre 1980 y 2010. Si se usan las proyecciones de población por edad de las Naciones Unidas, se pueden calcular fácilmente los efectos del cambio de la estructura etaria sobre el crecimiento económico para períodos de 30 años, observando la propagación de los bonos y los impuestos demográficos en todo el mundo
Todos los países del mundo experimentan este bono demográfico, en el que la estructura por edad de su población es particularmente favorable para el crecimiento económico. Sigue después un período en el que el cambio demográfico es adverso, ya que la fuerza laboral potencial crece más lentamente que la población dependiente. Este período económico de impuesto demográfico también es temporal.
La convergencia global de la estructura etaria de la población tiende a contribuir a la convergencia global del bienestar económico. Todas las poblaciones pasan por un período en el que se produce una concentración de la población en el segmento de los adultos de edades activas, lo que corresponde con la segunda y tercera etapa de la transición de la estructura etaria, cuando se produce una oleada de la población de adultos jóvenes y de mediana edad. Este período es particularmente favorable para el crecimiento económico, ya que la fuerza laboral potencial crece más rápidamente que la población dependiente.
Así, a raíz de que los países en desarrollo están pasando por una etapa favorable de bono demográfico y los desarrollados por una fase adversa de impuesto demográfico, las diferencias demográficas contribuirían a una convergencia del PIB per cápita entre el mundo en desarrollo y el desarrollado. Los cambios demográficos no solo han contribuido a un aumento del PIB per cápita, también fueron muy importantes en la reducción de la pobreza en países en desarrollo.
En algunos países se proyecta que la población dependiente crecerá significativamente más rápido que aquella en edad de trabajar. Este cambio demográfico pesaría en el crecimiento del PIB per cápita. El efecto es leve, pero notable. El Japón, grandes partes de Europa, Canadá, Australia y Cuba pagarán impuestos demográficos, a medida que envejezcan sus poblaciones sufrirán un giro hacia condiciones económicamente más adversas en las próximas décadas.
El envejecimiento de la población: el fin de la sociedad juvenil
Como antes observamos, la población en edades envejecientes será mayor que la de niños y adolescentes. En el curso de este siglo, este nuevo perfil demográfico pasará a dominar el mundo: en 2070 la mayoría de los países de Asia, Europa, América Latina y el Caribe y América del Norte tendrán sociedades abundantes en personas mayores o poblaciones envejecidas.
Como consecuencia de la transformación de la estructura etaria, la población mundial experimenta actualmente, y también en el mediano plazo, un período en el que la relación de dependencia demográfica, es decir, la relación de la población potencialmente dependiente y la potencialmente activa, desciende a valores nunca antes observados. Este es un período particularmente importante para los países. Se trata de la fase del bono u oportunidad demográfica, durante el que los países, a través de las medidas adecuadas de reinversión social de los ahorros obtenidos, podrían lograr importantes avances en las condiciones determinantes del crecimiento económico y mejoras en materia de reducción de la pobreza y la desigualdad.
La nueva era demográfica se caracteriza por un rápido aumento de las relaciones de dependencia de las personas mayores en todos los países. Pero el cambio impresionante del panorama demográfico en esta nueva era se apreciará claramente en 2070, cuando se pase a una distribución de las relaciones de dependencia diametralmente opuesta a la que se observaba en 1950. La relación de dependencia demográfica (población menor de 15 + población de 65 y más años dividido por la población de 15 a 64 años) aumentó hasta mediados de los años 60 e inició su descenso en 1970 hasta reducirse a 52.5 alcanzando su mínimo en 2010, inicia su ascenso de nuevo en 2020, llegando a 59.1 a mediados del siglo y finalizando el siglo en 67.1, con lo que retorna al nivel de mediados del siglo pasado. La relación de dependencia de las personas mayores (población de 65 años y más dividida por la población de 20 a 64 años) ha pasado de 8.4 en 1950 a 10.4 en el 2000, actualmente 100 personas 14 en edad activa cargan con 14 dependientes de 65 y más años. A mediados del siglo dicha relación de 27 y finalizará el siglo con un valor de 37.6.
La reducción de la tasa de dependencia en los países en desarrollo ha sido en el siglo pasado muy similar al de los países desarrollados, pero la velocidad de reducción ha sido será mayor en el primer grupo de países de manera tal que convergieron en 2010, pero a partir del 2020 se revertirá la brecha de crecimiento, creciendo a mayor ritmo la tasa de dependencia en los países desarrollados, ampliándose la brecha de tal manera que en el resto del actual siglo superará la de los países en desarrollo. La dependencia demográfica en los países desarrollados se redujo de de 58 en 1960 a 48 en 2010, y en 2015 inicia su ascenso, en la actualidad es de 55.7, a mediados del siglo será de 72.8 y al final del siglo terminará con 81.2, mientras que en los países subdesarrollados la tasa era de 70.5 a mediados del siglo pasado aumentando a 81.8 en 1975 e inicio su reducción en los 80 hasta llegar a 61.3 en el 2000, terminando su descenso en el año 2015. Actualmente es de 53%, iniciaría su descenso en 2020, a mediados del actual siglo será de 57.2 y al final aumentará a 60.
Para aproximarse a la comprensión de esta transformación se han utilizado datos sobre los patrones de consumo por edad y las estimaciones y proyecciones de la estructura etaria de la población, con el propósito de calcular la cantidad agregada consumida por las personas mayores (de 65 años y más) y compararla con la consumida por los niños y jóvenes (personas de 0 a 19 años). Según estos cálculos, en la década de 1990 el Japón se convirtió en la primera economía envejecida a nivel mundial. En 2010 había 19 economías envejecidas en el mundo —todas ellas, a excepción del Japón, se localizaban en Europa.
Este crecimiento más rápido de la población en edad laboral que la población total habría incrementado el PIB per cápita en un 0,9% anual, o un 30% entre 1980 y 2010. Si se usan las proyecciones de población por edad de las Naciones Unidas, se pueden calcular fácilmente los efectos del cambio de la estructura etaria sobre el crecimiento económico para períodos de 30 años, observando la propagación de los bonos y los impuestos demográficos en todo el mundo. En algunos países se proyecta que la población dependiente crecerá significativamente más rápido que aquella en edad de trabajar. Este cambio demográfico pesaría en el crecimiento del PIB per cápita. El efecto es leve, pero notable. El Japón, grandes partes de Europa, Canadá, Australia y Cuba pagarán impuestos demográficos a medida que envejezcan sus poblaciones —sufrirán un giro hacia condiciones económicamente más adversas en las próximas décadas.