Los cambios demográficos ocurridos a nivel planetario en el pasado siglo XX y en las dos primeras décadas del presente XXI y los cambios esperados en el presente siglo constituyen una auténtica revolución demográfica, pues han transformado radicalmente -y lo seguirán haciendo- el volumen y ritmo de crecimiento de la población mundial, regional y nacional, su distribución espacial, y su estructura por edad y sexo. Dichos cambios son el resultado sobre todo del progresivo aumento de la supervivencia humana y de la prolongación de la vida, el fenomenal descenso en el número de hijos que en promedio tienen las mujeres y la intensificación y diversificación de las migraciones internas e internacionales. La magnitud, velocidad y diversidad de esas transformaciones poblacionales desde el siglo XIX en los países hoy desarrollados y desde mediados del pasado siglo en el resto del mundo y los cambios que ocurrirán en el presente siglo son de tal envergadura que se ha acuñado la expresión “nueva era demográfica” para englobarlos (CELADE, 2014).
Varios de los hitos o hechos demográficos inéditos que configuran esta una “nueva era demográfica”, con importantes repercusiones económicas y sociales, constituyen problemáticas demográficas emergentes para este siglo, entre las que se cuentan: a) el decrecimiento demográfico; b) la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo, o sea, en un nivel por debajo del nivel de reemplazo generacional; c) la terminación del bono demográfico; d) la sociedad envejeciente reemplaza la sociedad juvenil; e) el surgimiento y reforzamiento de las comunidades transnacionales derivadas de los flujos migratorios internacionales.
La situación demográfica actual y las tendencias que se esperan para este siglo XXI son resultados de las transformaciones demográficas que se han operado en los dos últimos siglos a nivel mundial y regional. Durante siglos, la tasa de crecimiento de la población fue baja. A mediados del siglo XIX la población mundial era de 1,241 millones. Cien años después, a mediados del siglo XX, se duplicó al llegar a los 2,536 millones. En la segunda mitad del siglo XX el período de duplicación se redujo a apenas cuarenta años, pues en 1990 el total de habitantes en el planeta ascendió a 5,331 millones, y en la actualidad unos 7,700 millones compartimos este planeta. En la nueva era demográfica se proyecta que la población mundial continuará creciendo. Se espera que a mediados del presente siglo la población llegue a 9.772 millones, y en el 2100 supere los 10.000 millones (11,184 millones), con un crecimiento de casi cero en la última década (ONU, 2017). Si bien hoy se considera poco probable que la población mundial se vuelva a duplicar, al año 2050 habrán casi dos mil millones más de seres humanos, y en los próximos 50 años se agregarán 1,412 millones.
La explosión demográfica del siglo XX
El punto de partida de la explosión demográfica se produjo a mediados del siglo XVIII, con los avances de la Revolución Industrial, y su centro de expansión fue Europa. De alrededor de 145 millones de personas en 1750 la población europea alcanzó los 277 millones 1850, casi duplicándose en esos cien años; en 1900 llegó a los 400 millones; en 1955 a los 549 millones y actualmente se estima en unos 740 millones. Hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX la población europea creció en forma rápida, a ritmos superiores al 1% anual, y en algunos casos próximos al 2%. Sin embargo, este crecimiento se ralentizó desde los años 70, y desde fines de los 90 es casi nulo (0.07% en 2015-2020) con áreas de crecimiento negativo (menos de -0,2% en Europa Oriental y -0.12% en Europa del Sur). En los próximos 5 años la población de Europa inicia un proceso de reducción sistemática de su tamaño que se mantendrá en todo el siglo. Se espera que a mediados del siglo la población europea sea de 715 millones y al final se reducirá a 653 millones.
La rápida aceleración del crecimiento de la población después de 1750 se debió casi totalmente a los descensos en la mortalidad que trajo consigo la Revolución Industrial, primero en Europa y América del Norte y, más recientemente en los países subdesarrollados, la mortalidad ha disminuido más rápido y antes que la natalidad. En los países industrializados esos descensos de la mortalidad se debieron, en un principio, a los efectos directos del desarrollo y especialmente a los aumentos del nivel de vida: mejor alimentación, vestimentas más cálidas, viviendas más apropiadas, agua de más potable, etc.
La explosión demográfica del pasado siglo XX se produjo principalmente por el crecimiento poblacional en los países no desarrollados, marcado sobre todo por el extraordinario crecimiento de la población de los cinco países más poblados a mediados del siglo (China, la India, Indonesia, Pakistán, Nigeria y Brasil). De acuerdo a la clasificación de las proyecciones de población de Naciones Unidas, la población de las regiones menos desarrolladas en 1950 era de 1,721 millones, que representaba el 67.8% de la población mundial. Treinta años después dicha población ya se había casi duplicado, al ascender a 3,374 millones, y al final del siglo se elevó a casi 5,000 millones, el 80.6% de la población mundial. El aceleramiento del crecimiento de la población mundial se produjo sobre todo en los años 50, 60 y la primera mitad de los 70 porque durante esas décadas los países subdesarrollados mantenían aún niveles altos niveles de fecundidad pese haberse iniciado su descenso en los años 60, combinado con el descenso sostenido de la mortalidad que se había iniciado en décadas anteriores. El balance que arrojaba la diferencia entre los totales de los que nacían y los que morían alcanzó niveles nunca registrados en la historia demográfica de los últimos cuatro siglos.
En las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX (1950-1980) las regiones menos desarrollados contribuyeron con el 86% del crecimiento total de la población mundial, y en las últimas dos décadas aportó el 93.7%. Sólo China y la India aportaron el 39.5% del crecimiento mundial en 1950-1980 y el 30.2% en 1980-2000. Los 8 países en desarrollo más poblados (China, la India, Indonesia, Pakistán y Bangladesh en Asia, Nigeria y Egipto y Etiopia en África y Brasil en América Latina) contribuyeron con más de la mitad del crecimiento demográfico mundial (56.5%) entre 1950 y 1980 y con el 43.7% en 1980-2000. Esos países actualmente albergan más de la mitad (52%) de los habitantes del planeta.
La tasa de crecimiento demográfico se mantuvo por encima del 2% hasta los años 90, sin embargo el más elevado crecimiento se produjo en la década de los 60 y primera mitad de los 70, cuando la tasa de crecimiento demográfico aumentó sostenidamente hasta mediados de los 70 -unas dos décadas y media-, e iniciando su descenso sostenido desde los 90, al caer por debajo del 2% (1.81 en 1990-1995).
En los países desarrollados el crecimiento demográfico se expandió en los 50 y parte de los 60 por el aumento de la fecundidad debido al efecto del llamado baby boom una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial – cuando las familias y parejas decidieron tener los hijos que habían sido pospuestos durante los años de conflicto por la recuperación de la economía en la postguerra; en el caso de los países en desarrollo por la drástica reducción de la mortalidad que produjo la tecnología médica y la salud pública en ausencia de descenso en la fecundidad.
De la explosión demográfica a la estabilización de la población
La evolución de la población y la dinámica demográfica a nivel mundial están entrando a un punto de inflexión. La población mundial está creciendo más despacio y envejeciendo a un ritmo sin precedentes. El crecimiento de la población se está ralentizando de forma notable. Aunque la población mundial se ha triplicado desde la era del “baby boom”, su ritmo o velocidad de aumento vienen reduciéndose desde los años 90. De una tasa de crecimiento demográfico de 1.78% anual a mediados del siglo pasado, se ha pasado a una de apenas 1.32% a fines del siglo. En la actualidad es 1.09%, y en el próximo lustro 2020-2025 caerá por debajo del 1% (0.98% anual). En los países desarrollados, que ya a principios de los 70 el crecimiento demográfico cayó por debajo de 1% (0.78%), ha ido declinado hasta apenas 0.26% en la actualidad, se hará nulo a fin de la primera mitad de este siglo XXI y comenzará a ser negativo desde 2050-2055 hasta el fin de siglo. Ya la población de Europa tiene crecimiento casi nulo, el próximo quinquenio se hará levemente negativo (-0.02%), pero al final del siglo decrecerá a un ritmo de 0.11% anual. Los países del Este y el Sur de Europa ya entraron en la época de crecimiento demográfico negativo. Los del Este, que iniciaron más temprana la declinación de sus poblaciones (en los años 90), son los de mayor ritmo de reducción actualmente y hasta mediados del presente siglo, alcanzando una tasa de -0.46% en 2065-2070. Los del Norte de Europa (Gran Bretaña, países escandinavos, Lituania y Estonia) crecen actualmente a una tasa baja (0.53%), pero no será negativa en este siglo. Los de Europa occidental verán descender sus poblaciones desde fines del medio siglo.
En el caso de las regiones no desarrolladas, en la actualidad la población crece a una tasa de poco por encima de 1% (1.25%), seguirá descendiendo, pero y se mantendrá en un nivel superior a 1%s hasta 2030, pero a partir del año 2035 caerá por debajo de ese umbral, a mediados de siglo será de sólo 0.5% y al finalizar el siglo se colocará en un valor cercano a cero (0.12%), pero no alcanzará valor negativo en este siglo. Dicho de otra manera, la población de las regiones en desarrollo no decrecerá, como vimos ya ocurre u ocurrirá en los próximos quinquenios en la mayoría de los países de Europa.
El momento en que la población empezará a decrecer -teniendo en cuenta el crecimiento natural y la migración- constituye un importante hito de la nueva era demográfica. Según las proyecciones de las Naciones Unidas, la población de América Latina dejará de crecer muy cerca de 2060, lo mismo que ocurrirá en Asia. Por su parte, Europa dejaría de crecer durante 2020, mientras que África, Oceanía y América del Norte lo harían más allá de 2100; en el caso de África por conservarse altos niveles de natalidad, mientras que en el de América del Norte y Oceanía como resultado del saldo migratorio positivo.
Los cambios en la distribución territorial y en la estructura por edad de la población
El tercer cambio demográfico de gran trascendencia ha sido en la distribución espacial de la población mundial, regional y la nacional en cada país, cuya característica más destacada es su rápida urbanización, junto con la tendencia también marcada a la conformación de metrópolis o ciudades millonarias (de un millón de habitantes o más). En la inmensa mayoría de países del mundo desarrollado y en vía de desarrollo sus sociedades se han transformado de rurales que fueron hasta mediados del siglo pasado a predominantemente urbanas. El proceso de urbanización global se ha desarrollado rápidamente durante las últimas seis décadas. En 1950, más de dos tercios (70%) de las personas en todo el mundo vivían en asentamientos rurales y menos de un tercio (30%) en asentamientos urbanos. En 2014, el 54% de la población mundial era urbana. A nivel mundial, en la actualidad mucho más personas viven en áreas urbanas que en áreas rurales. Hace apenas 12 años, en 2007, cuando por primera vez en la historia, la población urbana global superó a la población rural global, y la población mundial ha permanecido predominantemente urbana a partir de entonces. Se espera que la urbanización global continúe, de modo que para 2050, el mundo será un tercio rural (34 por ciento) y dos tercios urbano (66 por ciento), aproximadamente al revés de la distribución de la población mundial rural-urbana de la mitad del siglo veinte.
Los niveles de urbanización varían mucho según las regiones. En 2014, los altos niveles de urbanización, en o por encima del 80 por ciento, caracterizaron a América Latina y el Caribe, la primera la región más urbanizada del mundo en desarrollo, y su nivel de urbanización es únicamente sobrepasado por América del Norte, de forma leve. Se espera que Europa, con el 73% de su población que vive en zona urbana, sea más del 80% de la población urbana para 2050. África y Asia, en cambio, siguen siendo en su mayoría rurales, con un 40% y un 48% de sus respectivas poblaciones que viven en áreas urbanas en 2014.
El número de países que se consideran altamente urbanizados ha aumentado dramáticamente en las últimas décadas y se proyecta que continúe aumentando en las próximas décadas. Entre los 233 países o áreas, solo el 24 por ciento tenía niveles de urbanización superiores al 50 por ciento en 1950 y solo el 8 por ciento era más del 75 por ciento urbano. Para el 2014, el 63 por ciento de los países eran más de la mitad de los urbanos y un tercio era más del 75 por ciento de los urbanos. Para 2050, se proyecta que más del 80 por ciento de los países del mundo sean al menos medio urbanos y poco menos del 50 por ciento serán al menos el 75 por ciento urbano.
A pesar del rápido ritmo de la transición urbana observada desde 1950 en muchos países, un número sustancial sigue teniendo niveles muy bajos de urbanización. En 2014, 24 países tenían menos de una cuarta parte de sus poblaciones respectivas que residían en áreas urbanas, frente a 106 en 1950. De estos, 9 estaban ubicados en África, 7 en Oceanía, 4 en América Latina y el Caribe, 3 en Asia y 1 en Europa. Los diez países menos urbanizados en 2014 eran todos menos del 20 por ciento urbanos. Para 2050, se proyecta que solo 7 países sean menos del 25% urbano, todos menos uno de los cuales son pequeños estados insulares o territorios con menos de 2 millones de habitantes.
Los cambios demográficos han tenido un profundo impacto en la distribución regional de la población que habita el planeta, con un enorme incremento en el porcentaje de población mundial que vive en países en desarrollo. Las tendencias diferenciales del crecimiento de la población en las distintas regiones han motivado una reconfiguración de sus pesos relativos en el total mundial. En 1950, el 32 por ciento de la población mundial vivía en los países de renta alta. Los países en desarrollo del Este de Asia y el Pacífico -la región que ha experimentado con más rapidez descensos de su tasa de fertilidad y aumentos de su esperanza de vida- representaban el 29 por ciento de la población, mientras que el África Subsahariana -la región con las mejoras más modestas- solo representaba el 7 por ciento. En 2015 esta distribución ha cambiado sustancialmente: los países de renta alta suponen apenas el 17 por ciento de la población mundial y el África Subsahariana el 14 por ciento; el porcentaje correspondiente a los países en desarrollo del Este de Asia y el Pacífico ha permanecido más o menos igual. La previsión para el futuro es que el África Subsahariana represente casi un cuarto de la población mundial y la mitad del crecimiento de la población mundial durante el periodo 2015-2050.
El cuarto y último cambio referido es de la estructura por edad de la población mundial, el más significativo y probablemente de mayor impacto económico y social. Tras aumentar durante cinco décadas, la proporción de personas de edades entre 15 y 64 años -la característica población en edad de trabajar – alcanzó su máximo en 2012 y actualmente está comenzando a descender. El aumento en el porcentaje de personas dependientes está determinado principalmente por un aumento en el porcentaje de ancianos. Estas tendencias a nivel mundial -crecimiento más lento y envejecimiento de la población- responden a una disminución constante de la fecundidad y una rápida mejora de la esperanza de vida. En la década de 1950, la tasa global de fecundidad eran más de 5 hijos por mujer, pero desde entonces han disminuido de modo constante hasta 2,45 hijos por mujer en 2015.
Todas las regiones del mundo pasarán a sociedades envejecidas dentro del presente siglo. En el siglo XX se producirá el fin de las sociedades juveniles, el que se experimentó en Europa aproximadamente a fines de la década de 1980, y en América del Norte durante la década de 1990. En Asia se presentará un poco antes que en América Latina y el Caribe, donde se espera hacia 2037, mientras que en África durante la década de 2090. Sucesivamente, las regiones pasarán por las etapas de predominio de adultos jóvenes, de adultos y personas mayores.
Si bien en el proceso de cambios demográficos hay una convergencia creciente entre regiones y los países, la diversidad sigue siendo evidente, de acuerdo a las etapas de la transición demográfica. Así por ejemplo, respecto de los cambios en la estructura por edad, a inicios del presente siglo había aún algunos países con abundancia de población juvenil. La mayor parte de América Latina, y de hecho la mayor parte de los países en desarrollo, se encontraba en esa fecha en la segunda etapa de la transformación de la estructura etaria, es decir, tenía un predominio de adultos jóvenes. China, los Estados Unidos, casi toda Europa y las economías avanzadas atravesaban la tercera etapa, pues su población de adultos de mediana edad registraba sus niveles más altos. El Japón es el único país del mundo que ya ha entrado a la etapa final de la transición: una sociedad en la que abundan las personas mayores, que forman el grupo demográfico más relevante en términos de cantidad. Sin embargo, en el curso de este siglo, este nuevo perfil demográfico pasará a dominar el mundo: en 2070 la mayoría de los países de Asia, Europa, América Latina y el Caribe y América del Norte tendrán sociedades abundantes en personas mayores o poblaciones envejecidas.
En las próximas entregas de este artículo haré una descripción sucinta de la evolución en el largo plazo de los cambios demográficos mundiales desde la perspectiva de la Transición Demográfica (TD), tanto a nivel mundial como regional, así como de algunas de las implicaciones económicas y sociales de esos cambios que deberán traducirse en desafíos y oportunidades en la nueva era demográfica.