Unas 1,700 familias, tras una existencia de miseria y desaliento, expuestas a todas las modalidades de violencia, despertarán de la pesadilla de sufrimiento y desesperanza en que han vivido para acariciar el sueño por el que han esperado noche y día, a veces sin el mendrugo de pan que les calmara el dolor de sus estómagos hambrientos. En algún momento de este miércoles 29 de junio, el presidente Danilo Medina, les entregará los que serán sus nuevos hogares, en un ambiente de dignidad, en sólidas y confortables viviendas, que los llevará de la más denigrante de marginalidad a un mundo de oportunidades. La entrega de los inmuebles, les darán a esas familias dominicanas un nuevo sentido a sus vidas.
La Barquita, hasta ayer exponente máximo de la desigualdad y degradación social, rodeada de mugre y excremento, se convierte desde hoy en la imagen de un cambio por el que millones de ciudadanos han reclamado por décadas. Un cambio en la situación de grandes masas de población irredentas, que nacen en este país sólo para morir tras una existencia llena de dolor, sufrimiento y escasez, en la que solo han visto oscuridad a pesar del esplendoroso sol que alumbra cada día.
La nueva Barquita ya no será un lugar de suciedad y de violencia. No es por supuesto la solución del grave problema de injusticia que nos hace a veces aborrecer el lugar donde vivimos. Pero es un comienzo. Y todo comienzo lleva un propósito y conseguirlo, llegar al final, depende siempre de la voluntad que pongamos para alcanzarlo. Escuché la queja de que 100 familias quedaron allí sin apartamentos. No me parece justa la observación porque, en cierto sentido se quedaron cortos. Son millones los que esperan en todo el país que La Nueva Barquita se reproduzca miles de veces para llenar el hambre de justicia social por la que se ha luchado desde el 1844.
Entender el enorme valor social de este proyecto ayudará a la paz y a la lucha contra el crimen.