La literatura erótica ha sido un género antiquísimo, asociado al hombre desde tiempos remotos. Vasta con escudriñar los textos del Quijote, en la literatura hispana, o Ulises en la literatura inglesa. Ya en el ámbito latinoamericano, vemos la brillante incursión del peruano Mario Vargas Llosa, con Elogio de la Madrastra, una novela formidable y sensual, con arrebatos de un erotismo artístico excepcional, trama corrupta y lirismo abrumador.

La novela es una honda reflexión sobre las dimensiones de la felicidad, de la cual el mismo autor hace un contrapunto que la desarticula, condicionándola al punto de sospechar sobre su importancia en la vida de los personajes, y desatando cuestionamientos entre ésta y el amor. La lucha sin tregua entre los sentimientos, es sin dudas un caldo de cultivo para que el conflicto eterno entre la inocencia y la maldad fluyan, cuestión que desborda la trama de la obra.

Los personales parecen sacados de la libido, en grosso modo por Doña Lucrecia y Fonchito, quienes forman el prototipo de la antítesis inocencia- maldad, dando a la obra fulgurantes muestras de la degradación sexual del hombre y de la tentación por lo prohibido, hecho normal en la conducta de los hombres en la sociedad moderna. Sin embargo, un tema central de la novela es cómo la inocencia es corrompida y engañada por la lujuria y el deseo, representada por este personaje femenino, salido de un volcán venéreo capaz de todo, incluso, capaz de corromper los sentimientos más puros.

Exaltando una mezcla de ambiciones desmedidas y anticipando la muerte de la inocencia, Vargas Llosa presenta esta novela en momentos en que la literatura erótica en Latinoamérica es ínfima, quizás nula, no por la cantidad de publicaciones, sino por la calidad narrativa de la obra, combinando el lenguaje poético con la las descripciones más rudimentarias de los sentimientos del hombre. Para muchos, esta novela ha representado el despertar de un género en desuso, aniquilado por el tiempo y despreciado por los escritores de habla hispana.

La alegoría plasmada en Elogio de la Madrastra va más allá de la mera ficción, es una latente muestra de la sórdida degradación del ser en su mundo sexual, en su fascinación por el más bajo deseo. El amor tiene límites, el deseo no. Con esta elocuente frase, el Nobel peruano desenmaraña un tabú aún existente en la sociedad, un miedo ocultado hasta los tuétanos por todos, que no obstante es tan cotidiano como el propio sexo.

Lo más impresionante de la obra, y en eso concuerdan los críticos, ha sido la aportación de Mario Vargas Llosa a la narrativa latinoamericana de un estilo poco usual, la insertación de una selecta pinacoteca dentro de la propia novela, inserción de una flecha en el corazón. Obras de Francis Bacon, Tiziano, Fra Angelico, Fernando de Szyszlo, Boucher, Jordanes y Bronzino, le dan vida a esta alegoría magistral del erotismo.

Del erotismo pictórico al erotismo literario. Es una formidable unión que ha dado con una de las mejores novelas eróticas en lengua castellana.  Sin vacilaciones, la novela del Nobel es sencillamente seductora.