Mucho se ha escrito sobre la fracasada guerrilla de Francis Caamaño Deñó (1932-1973) en artículos, folletos y libros, sin embargo, abarcar la aventura de la extrema izquierda dominicana en los años claves posteriores a la Guerra Patria de 1965 y la novelesca del héroe de Abril como lo ha hecho Edwin Disla (1961) en su última novela “Los que comulgaron con el corazón limpio”, Talleres Gráficos de Soto Castillo S. A., agosto 2020, 365 Pp., aventurándose al declarar que era una “Novela histórica”, subtítulo comprometedor de cierto rigor con la verdad, a pesar  de la licencia novelística de “inventar” diálogos y pensamientos de personajes que en este género tiene todo autor.

El hecho de que estemos en el reino de la ficción historiada, no quita lo novelesco, que ciertamente hay en la izquierda revolucionaria dominicana de post guerra, que marcó a más de una generación, y que magistralmente trabaja Edwin Disla, agarrando al lector desde la primera página a la última, aunque cuenta hechos más o menos recientes, según el parámetro histórico, pero que son prácticamente desconocidos para los que eran niños en esos años y mucho más para los que nacieron después. Inclusive para los que vivimos esa época, porque nos distorsionaron algunos y otros quedaron muy confusos.

Empero, hay algo que comprendemos perfectamente: las ideologías, cuando se convierten en un modus vivendi, convierten al converso en una especie de autómata, en aquel del cuento de Juan Bosch (1909-2001), que entrega su cabeza para que piensen por él y lo exhiban en una vitrina, dando lo mismo que sea una ideología política o religiosa, o del orden que fuese, ya que los excluyen del común de las gentes y los convierten en elegidos para la salvación, de su alma, de su cuerpo o de la sociedad. Lamentablemente, algunas personas  necesitan estos elíxires para sentirse importantes o salvadas. De ahí que Edwin los compara con unos cristianos comulgadores según el título: “Los que comulgaron con el corazón limpio”, ya que la comunión existe, empero, es como un descargo de todo lo que hicieron, porque creyeron en algo, precisamente, en algo tan terrible como la revolución.

Hablando con el autor nos dimos cuenta que además del autor omnisciente hay un segundo o tercer co-autor que regularmente aparece entrecomillas o haciendo ciertas entrevistas o asumiendo el papel para convencernos de una verdad que ya se ha hecho común, sobre todo cuando sabemos que la aventura de Francis culmina en 1973 cuando el autor tiene apenas 13 años, por lo que, no fue partícipe directo de lo que se comentaba en esos días, por más que en su entorno estudiantil en Mao, su pueblo natal, y en esta ciudad donde su familia se trasladaría en 1968 al Ensanche La Agustina, le permitiría enterarse un poco de lo que acontecía.

 

Su debut como escritor fue en 1988 con un estudio histórico sobre la “Revolución nicaragüense”, indicando su preocupación por la zona histórica de las izquierdas, en plena juventud.

Sus otras obras: Un periodo de sombras, 1993; Vida de un tormento, 1997; El universo de los poetas muertos, 2004; Manolo, 2007, que ha sido su obra cumbre, sobre la vida de Manolo Tavárez Justo (1931-1963), ganadora del Premio Nacional de Novela correspondiente a ese año, reeditada por la Editora Nacional; Dioses de cuello blanco, 2011; Jesús de la tierra, 2017, una extraña biografía de Jesucristo, muy polémica por cierto; y al margen, en su Blog, aparecen estudios sobre Ramón Lacay Polanco (1924-1985), Ramón Marrero Aristy (1913-1959), Miguel Holguín Veras (1927-2007), Mario Vargas Llosa (1936) y Poncio Pou Saleta (1922-2010), de modo que su incursión en la temática de la historia le viene de lejos.

Edwin Disla es una persona honesta, ingeniero civil de una conducta intachable, como novelista se toma sus licencias fabulando, porque esa es la función del que se dedica a estos menesteres, razón por la cual sus contradictorios están en guardia
esperando las aclaraciones, las críticas y los comentarios que ya empezaron a llegarle por correo.

En síntesis, a través de esas 365 páginas que nos parecerán mucho menos por el tipo legible de letras, por el espacio en un formato de 6 por 9 pulgadas con un máximo de 29 líneas, con sus 11 capítulos numerados y un breve epílogo, intenta y en mucho creemos que logra: primero, como dije, agarrarnos desde el primer párrafo al último sin que podamos soltar el volumen, y segundo, con las peripecias de las izquierdas fragmentadas en diversos partidos, más por la vinculación ideológica y económica con Mao, con Moscú y en especial con Cuba. de ahí que las siglas MPD, PC, PSP, PACOREDO, etc. y grupos como ‘Los Palmeros’, que ahora vemos, a la distancia, que casi todos eran manejados sutil y a veces grotescamente, sobre todo después de la locura, en plena guerra fría,  de secuestrar a un personaje del gobierno norteamericano, como por infiltrados de las Agencias gringas, mientras ellos se mataban entre sí y se iban exponiendo, como ocurrió con el propio Caamaño, que mientras viviera y mantuviera su fe en la democracia era un incordio político, empero, cuando se viró hacia la extrema izquierda con un  paño con pasta de marxismo, les dio la oportunidad de quitárselo de encima como sucedió con Manolo y con tantos otros, en la aventura de las guerrillas.

Tercero: El autor y su misterioso coautor, sumamente necesario, porque él no fue partícipe, nos llevan de la mano por la selva de acontecimientos, algunos inverosímiles, que se fueron tejiendo magistralmente por los oscuros personajes de la CIA y los misterios del socialismo cubano, poniendo en labios de personajes históricos como Juan Bosch, Fidel Castro (1926-2016), Joaquín Balaguer (1906-2002) y José Francisco Peña Gómez (1937-1998) expresiones que pudieron ser ciertas, pero que ya en la obra se convierten en verdades citables, o destacando a una de las figuras más carismáticas de las izquierdas: el joven Amaury Germán Aristy (1947-1972)  y tantos otros, toda una constelación de la juventud más valiosa del país, inmolada detrás del espejismo de la Revolución Socialista que imaginaban conseguible como un acto de magia.

No entraremos en más detalles; los lectores podrán asomarse a una obra escrita en lenguaje directo y sencillo,  sin aspavientos, con una claridad que bien podría convertirse en una serie televisiva o llevarse al cine, enterándose de hechos históricos que desconocen en su mayoría, sobre todo los jóvenes.

Sabrán cómo y dónde cayeron tantos valiosos ejemplares dominicanos, quién o quiénes fueron los culpables en aquellos horribles 12 años, desde el propio Presidente de la República, a los altos mandos militares, porque si aquellos fueron impulsivos, a veces con actos delictivos tan graves como un secuestro, o asaltos a mano armada a bancos y negocios, estos fueron a veces cobardes, protegidos por el número y las armas, sádicos y abusadores. Edwin pone los nombres de unos y otros, hasta los alias que usaban, y nos deja perplejos, con las palabras “pendejos fueron ellos” en la boca, a pesar de los arrojos mostrados y de la indudable valentía de muchos de ellos, por la ingenuidad que manifestaron frente al monstruo internacional del capitalismo feroz, que de “pendejo” no tenía nada.