En República Dominicana, Balaguer  hizo famosa dos novelas. Llegó hasta sus oídos que la novela “Los que falsificaron la firma de Dios”, del escritor ya fallecido Viriato Sención, aludía a su familia.  Ni la firma del Supremo fue falsificada, ni tampoco se tiene conocimiento de que   la familia del presidente  haya leído   una línea de esa novela.  Balaguer fue sorprendido por lo que  tanto él mismo disfrutaba: los chismes.  Asumo que jamás tuvo dicha obra en sus manos; ni Bello Andino se molestara en leer la contraportada.  Descarto aquella evasiva del  poeta Osvaldo Bazil: “escribí el prólogo, mas no leí la obra”.  Y aunque dijo por ahí  Julio Cortázar que las comparaciones son cojas;  acudo  a la otra novela  “Memorias de Adriano”, de Magueritte Yuorcenar, precisamente,  traducida al español por Cortázar y  mencionada  por Balaguer en un discurso que devino en demanda de los pocos  ejemplares existentes en el país a causa de esos aspavientos que con tanto se agrada el dominicano.

“Los que falsificaron la firma de dios” y su autor   novela agotaron sus quinces minutos de fama, y se agenció  un lugar en el basural del olvido: nadie los recuerda. La segunda  novela, “Memorias de Adriano”, desafía los vientos de la eternidad.  Irónicamente, ambas  novelas aludidas por Balaguer refieren dos estadistas: una al mismo Balaguer, en su personaje el doctor Ramos;  otra al emperador romano Adriano, llamado  Adriano el griego.

¿Qué habría dicho Balaguer de una  novela cuyo personaje central hubiese sido Juan Bosch?   “No supiste mantenerte en el poder”, supongo.

Entonces cuestiono, ¿Qué diría el mismo Balaguer sobre una novela cuyo personaje central fuese el presidente Danilo Medina? “Usted, no ha  asumido con carácter su misión de  estadista”, imagino.

Impaciente, los lectores ya esperan mi respuesta  sobre  una  posible novela cuyo personaje fuese el mismo presidente Medina; sin más, la defino como un esfuerzo a la perseverancia o como una recompensa por  haber llegado al horizonte con una mano atada a la impunidad; y otra ahogada en intentos, mejor dicho:  en amagues. Como si desde  la perseverancia a las evasivas existiese un único puente:  estar  bien con dios y a  la vez con el diablo. De tal manera, Danilo mata dos palomas de un tiro: entretiene a  ese fantasma que en 1963 tomó inadvertido a Bosch; y a la vez juega  con Bahía de las Águilas a su modo, una versión del gato y el ratón.     Balaguer retorna  a la novela del flamante discípulo de Bosch: ̶ “presidente Medina, usted  no tiene otra opción que aferrarse como un perseverante  roedor que con ojos asustadizos, ve el  viaje del queso disfrazado en  bodegas de la Barrick Gold”.