La muerte sigue podando afectos
I
Pensaba escribir sobre unos amigos muy queridos que fallecieron en estos días. Primero fue el ingeniero José Enrique Chupani, a quien pude despedir con unas palabras que le dediqué de cuerpo presente y abrazar a María Estela su compañera de siempre. Después fue otro hermano en el afecto, Freddy Bonnelly Valverde, compañero de estudios, con el doble dolor de no poder despedirlo ni abrazar a su viuda e hijos por estar ausente y regresar después de su sepelio. La tercera fue doña Pilar Suárez viuda Ovalle en Castillo, un ser a quien quise mucho, de cuya muerte me enteré tarde y también fuera de esta ciudad. Sencillamente se nos van los seres queridos y nada podemos hacer mientras la muerte sigue podando afectos, más que decir lo mismo: “Más pronto que tarde allá nos juntaremos”. Con dolor dedico el espacio a una obra inédita de un escritor que murió hace muchos años y cuyo recuerdo es misión conservar por lo publicado y en especial por esta que s le atribuye. Al final incluyo una carta sin nombre del corresponsal, pues pienso que muchos otros también están pasando por esos avatares.
II
Un prólogo perdido
Hace unos años me enviaron una novela inédita titulada Cibao supuestamente de la autoría de Andrés Francisco Requena. Aunque la persona que me la envío es alguien serio y responsable, y me dijo que se la habían enviado unos familiares, no tenía ni siquiera en el original que leí, un dato fidedigno de su autoría. Pensando que se trata, no importa quién fuera el autor, de una obra que debería conocerse, me atrevo, con algunas precisiones que consideré necesarias, publicar el comentario que a modo de prólogo escribí entonces. Ojalá este hecho motive a los familiares a presentarla a fines de que sea conocido ese texto valioso, tanto alguna universidad, como el Ministerio de Cultura o el Archivo General de la Nación, con mucho gusto la editarían. En ese caso podrían utilizar este comentario, quitando de cuajo todo lo relacionado a la duda de la autoría.
Andrés Francisco Requena
III
Impresión de la novela Cibao de Andrés Francisco Requena
La novela inédita titulada Cibao de Andrés Francisco Requena (1908-1952), escrita en Chile en el 1942 es, sorprendentemente, una de las mejores del criollismo nuestro.
Respetando el hecho de que según quien me envió el texto me ha presentado la obra como de Requena fue un familiar suyo, cuyo nombre no me dijo, siendo como somos cibaeños de nacimiento, habiendo residido tanto en Santiago como en Mao, podemos asegurar que si bien el alma del lugareño está bien definida y los personajes están perfectamente dibujados, la geografía no está fielmente manifestada, siendo este un punto a favor de Requena.
Andrés Francisco, como siempre firmó antes de Cementerio sin Cruces y Camino de Fuego, en su ópera prima Los enemigos de la tierra y en una gran cantidad de cuentos y narraciones dispersos en periódicos y revistas especialmente en El Listín Diario y en Bahoruco, fue nombrado en 1937 en el servicio diplomático como canciller en Roma, Italia, luego fue transferido a Santiago de Chile. Desconocemos, porque su biografía completa, como ocurre con la gran mayoría de escritores nuestros, no se conoce a fondo. a pesar de ser un mártir de la tiranía ni siquiera sabemos si regresó al país, lo que sí sabemos es que vivió en La Vega y estuvo en Santiago a principios del treinta, que formó parte junto con Freddy Prestol Castillo, Francisco Comarazamy y Francisco Domínguez Charro del grupo literario Gastón Fernando Deligne de San Pedro de Macorís que animaba Domingo Moreno Jimenes, cuando residió en esa ciudad al principio del trujillato.
Aunque en su primera novela, como en algunos cuentos, el paisaje y el paisanaje nacional se manifiestan con mucho colorido, y en la obra que provocó su asesinato, Cementerio sin Cruces, se siente fuerza narrativa y poética, en esta, cuyo título podría crear confusiones con el libro Cibao, la colección de relatos y cuentos de Tomás Hernández Franco, que ahora nadie podría modificarlo por respeto a su autor, que reproduce perfectamente el campo dominicano en la época durante el lilisato y de las revueltas intestinas. A pesar de ello, tendríamos la tentación de llamarla Los Machos o simplemente El Macho, en honor del indudable protagonista de las historias que se ensamblan en la obra, don Juan Peralta.
Lo que no cabe duda alguna es de que Requena o quien fuese el autor, tuvo conocimientos directos de unas leyendas que trabajó con pericia de buen narrador. Si resulta que fue él, conoció a alguien que le pudo dar detalles en sus andanzas como buen conversador o en las mismas embajadas donde sirvió, el hecho es que nos asombra que pudiera tener tantas y tan detalladas cosas del modo de ser del hombre y la mujer del Cibao, siendo nativo de Macorís del mar.
Ahora bien, volviendo a la obra en sí, se trata de una de las mejores novelas dominicanas del costumbrismo. Junto a El Montero de Bonó, Engracia y Antoñita de Billini y Guazábara de Fernández Simó, esta Cibao de Requena no le quedaría rezagada a ninguna; en cuanto a personajes, su don Juan Peralta es el prototipo del terrateniente todopoderoso, más que otra cosa del macho insaciable en su apetito sexual que no respeta honras como en su ambición desmedida sin parámetros morales, que, sin embargo, ha sido capaz de amar y respetar, a su manera, como era tradición secular, a la Doña.
Las escenas criollas han sido manejadas con pericia tal que nadie que no fuera de Santiago, nacido y criado, o que hubiera vivido aquellos tiempos que se narran, es decir de fines del siglo XIX y a principios del XX, podía detallar con tal prolijidad, no solo las intimidades en los soliloquios de los personajes tan variados y coloridos, masculinos y femeninos, sino en personas históricas como Lilís, Perico Pepín, Demetrio Rodríguez, Cirilo de los Santos, el feroz Guayubín, y especialmente Juan Antonio Alix. Ofreciendo uno de los retratos más fieles del cantor del Yaque. Además, la sociedad santiaguera que pinta con matices líricos, podía perfectamente corresponder a la que conoció; es sabido que desde 1900 hasta entrados los años después de la Segunda Guerra Mundial hubo una congelación no solo en el modo de ser y en las aspiraciones del dominicano, sino en los límites urbanos de pueblos y ciudades.
La ruptura ocurre a partir de la Invasión del 14 de junio de 1959 que descontroló la tiranía, al extremo de que dos años después, provocado por el asesinato de casi todos esos héroes y mártires y de las hermanas Mirabal y el descubrimiento de que el régimen se quedaba sin sustento en la juventud, que incluía al debelarse a los catorcistas, como miembros unos o descendientes directos de personeros del régimen, el fin del trujillato se hizo inminente, culminado con el ajusticiamiento del tirano, acentuándose especialmente después la revolución de abril del 65 que propició una masiva emigración de gentes de estratos populares que antes ni soñaban salir del país, que con lo que aprendieron en su exilio voluntario, modificaron y continúan modificando de manera total la sociedad nuestra, para bien o para mal.
Más que los problemas del lugar geográfico, puesto que todo ocurre según el texto en “la Línea Noroeste” es decir, delimita la zona cibaeña hacia el norte, como todo discurre en varias fincas enormes de sabanas, pero no en el Gurabo de Santiago que quedaba a orillas del pueblo y es zona accidentada, sobre todo por la mención del río Jacagua que es afluente del Yaque. En Jacagua estuvo el Santiago original, apenas distante unos pocos kilómetros de la ciudad, colindando con Gurabo por la ruta de Puerto Plata, aunque hay otro con el mismo nombre más allá de Mao, y ahí, sí que geográficamente pudo ocurrir la trama y desarrollo, donde vivió y murió alguien con el mismo nombre del personaje, lo que podría ser una simple coincidencia, persistiendo la confusión, razón por la cual dije que era un punto a favor de que el autor pudo ser Requena, o alguien no demasiado ducho en estos conocimientos geográficos. Además, una de las extensas fincas es mojada por el Yaque; cuando uno de sus hermosos personajes, la infeliz Anita, emulando a la Ofelia, el desgraciado amor del Hamlet shakesperiano, no se lanza a sus ondas sino a las de un arroyo sin nombre.
Es una narración extraordinaria, como tal, es más vigorosa que la misma denuncia terrible de Cementerio sin Cruces. Esta tiene un despliegue mayor de lirismo. Hay páginas bellísimas, donde se deleita y brota el poeta que llevaba adentro:
«Pero era una extraña emoción la que los embargaba. Esa migaja de poeta que todos llevan escondida, le brotaba a su manera frente al poema radiante de la mañana campesina. El valle propicio, peñado de todos los dones, en el que caminaban como sobre un tapiz encantado. Y el paisaje que para muchos era monótono, revelaba en un instante tonalidades desconocidas para ellos.
»A lo lejos, el río Yaque gemía sordamente, con su corriente impetuosa y sus aguas milagrosamente cristalinas, que aún cuando se estaba a varios kilómetros de su cauce, daba la sensación de acompañar a los transeúntes hasta el lejano horizonte, como un perro de presa convertido a su pesar en gruñidor guardián. Más al norte, la apretada cordillera sobre la cual flotaban siempre largas gasas de nieblas. Era la loma, como los campesinos la llaman cual si se refirieran a una cosa que les pertenecía en común, cuarteada por cientos de senderos que llevaban a rústicos bohíos, donde cada hombre era como un patriarca cuya palabra, para los suyos y para los demás, tenía peso de honor inobjetable.»
Bellas expresiones que denotan a un narrador de raza. Recuerda los aguafuertes de La Mañosa. A la que no hemos destacado como novela costumbrista porque desborda el género y pertenece al criollismo vanguardista de América Latina, igual que Los Enemigos de la Tierra y Over.
Requena en esta novela por momentos nos recuerda a Doña Bárbara y a otras narraciones contemporáneas, para situarla en un lugar específico, en una época determinada, al dedicarse a pintar situaciones que denotan el costumbrismo, la colocamos en este casillero, pero en cierta forma también desborda el puro narrar cosas por narrarlas y se convierte en una novela bastante compleja, digna del cine o la televisión. Una obra que se lee apasionadamente, no solo por las pasiones que narra sino por los caracteres, la variedad de los escenarios, los personajes y por la indudable maestría de un narrador que es, sin duda alguna, uno de los mejores del país.
Finalmente, me convence la autoría a pesar de términos fuera de contexto como el de “chopas” hablando de campesinas cibaeñas antes del 1916, que denota a un autor contemporáneo, ya que es posible que el término no hubiera llegado a la campiña por el tiempo de la escritura. En lo demás se cuida mucho de dar motivos para estas dudas y se ciñe a la época narrada, que, como dijimos, se mantuvo con pocos cambios a todo lo largo del siglo XX y hasta la época en que el autor abandona el territorio nacional.
Mi recomendación personal, si de algo vale, es que sea o no de Requena, a pesar de lo dicho, depurada en algunos asuntos gramaticales, esta Cibao se las trae y merece rescatarla del olvido.
12 de junio 2007
Copihue la flor Nacional de Chile
IV
Meditación leyendo a un joven poeta
Es preciso que digamos lo que divagábamos mientras leyendo que tuvo la gracia de enviarnos, al notar de entrada que el autor no indicaba su fecha de nacimiento. Es importante ese dato. El ciclo vital es básico para el historiador, hasta para el simple lector. Omitirlo es ya un signo de que se oculta algo que es imprescindible para el conocimiento del hombre. Somos miembros de una tribu más vasta que la del grupo bajo el cual nos cobijemos: Por lo menos noté al leerlo que se sometía a cierto rigor de escuela.
La literatura no se puede hacer con fórmulas. Los formularios existen para la burocracia. No se debe caer en la burocracia del canto.
Hay una tendencia epocal que siempre hubo, de querer estar “a la altura” de lo que se hace en el mundo y, luego conformarse como un burócrata más.
Hay, también, una embriaguez de palabras. Hay que escribir sobrios.
La poesía no se hace con palabras ni ocurre para que alguien nos encuentre magníficos. La poesía se hace cuando no hay palabras, cuando hay que ir más allá de ellas que no son más que el material físico del canto.
Los adjetivos generosos pueden conducir a equivocaciones. Creemos que P. como firmas, aunque no sabemos qué quiere decir, ofrece algunos ejemplos que no fueron escogidos al azar, donde la poesía emerge: Borges ha dicho que los libros son solo ocasiones para la poesía. Sin embargo, se nota un uniforme epocal.
Para nosotros, los grandes poetas, sin importar la época o el lugar desde donde escriban, deben tener una preocupación cardinal: Deben tener una voz personal, una serie de asuntos propios que los distingan y alejen de la masa de su tiempo.
Te citaremos dos poetas de nuestra zona hispana. Una que ha sido considerada Juana de América y el otro que ha obtenido el premio Nobel, y a otros dos que han sido considerados líricos entrañables de la lengua.
La Ibarbourou no se exime de cantar lo que le rodea. Habla de cosas concretas y vitales, pone los nombres de las plantas y de los animales. Ella, que no fue a una escuela secundaria, que apenas salió de su país, ya envejeciendo fue proclamada Juana de América por consenso de los poetas continentales y le fue entregado el galardón por Alfonso Reyes que fue a Montevideo expresamente a ello. Pero Juana tenía una voz personal, no le importaba que dijeran que era uruguaya localista. No solo eso sino campesina.
Neruda, el muchacho tímido de Temuco sobresale en un momento en que hay grandes voces universalistas contrarias al modernismo, sin haber hecho estudios superiores, en sus Veinte Poemas que lo lanzan a la fama, empieza a enseñarnos que Chile tiene pinos con sus hojas de alambre que quieren cantar el nombre de la amada, que trae copihues de las montañas. Esa es la flor nacional chilena, pero él no teme usarla; nosotros que no la conocemos solo soñamos con ella floreciendo en la selva mágica de la sonoridad de sus versos.
El tercero es Federico. De todos los poetas del 27 entregados a un universalismo “trascendente” queda poca cosa. Finalmente, Machado viene del 98 prohijado por Darío, otro que no fue nunca a una universidad, más que a recibir doctorados honoríficos. Tanto en Lorca como en Machado está España, están sus campos, sus gitanos, sus árboles, sus sierras, sus paisanos.
Aquí, más que los citados por P., está Domingo Moreno Jimenes, ejemplo de trascendencia poética que no descuidó ni olvidó el paisaje ni el paisanaje circundante.
Es agradable ser miembro de una tribu, pero es más hermoso ser un rebelde alzado, un cimarrón de su tiempo. Lemba es uno de los pocos nombres que nos dejaron los blancos de los negros africanos que padecieron la esclavitud, y lo hicieron porque se alzó, por eso está en la historia, siendo considerado el cimarrón de cimarrones, de los Bienaventurados de Juan José Ayuso.
Diríamos, que sí, que hay un oficio de poeta muy parecido a la artesanía de la palabra. Aunque para ser artista real hay que romper todas las formas que nos relacionen a una fórmula; para ser libres y poder cantar en libertad lo que realmente sintamos y querríamos expresar, sea el paisaje y los accidentes localistas de la Juana, las pasiones humanas de Neruda, los arrebatos andaluces lorquianos o los pausados testimonios de los campos de Castilla en Machado
Disfrutamos los paisajes místicos del alma, pero más nos gustaría leer a un poeta que esté enclavado en medio de un hermoso paisaje, que tenga montañas, ríos, flores y árboles; un hombre que se bañe desnudo en las chorreras y pueda expresar ese gozo plenamente a puro pulmón. Hay que ser de todas partes, es verdad: Primero de donde uno es.
Vivimos tiempos donde algunos tienen espíritu de rebaño y se conforman con ser miembros pasivos de una tribu, no alzados cimarrones del verbo.
Te estamos invitando a ser Tú. Tú mismo sin ataduras, suelto de pies y manos diciendo la palabra sensual precisa que te inspira la amada, física o espiritual, a la que te obliga el paisaje, a la que te ordena la tierra que pisas, y en la cual irás a convertirte un día en substancia y nueva vida de ella misma.
No quiere decir que no hayamos disfrutado los momentos, “las ocasiones para la poesía” que haya en tu texto, pero nos queda ese dolor cada vez que leemos a uno, aquí, allá, todos uniformados de un decir epocal, sin patrias, sin amores propios, sin vida real. Es hermoso ser un ciudadano del mundo, pero es más hermoso ser Lorca o Machado, Pablo Neruda o la Ibarbourou, que no tuvieron vergüenza de ser sus países y sus lugares, y, sin embargo, nos legaron al mismo tiempo, el hondón del alma, como aquí lo ha hecho Domingo Moreno Jimenes.
No queremos que te ofendas. Persiste en el arte. No olvides, que la poesía no está hecha de palabras, con ella se construyen, como hacemos con las piedras o el cemento con las que hacemos las casas, pero deben hermosearse por fuera y amueblarse por dentro de emociones y realidades.
Santo Domingo, 14 de octubre 2009.