La situación de los menores de edad en nuestro país se nos ha ido de las manos.

¿Cómo llegamos al punto dramático en que nos encontramos?

Múltiples son las causas: el silencio que guardamos como sociedad frente a esta realidad, a lo que se añade la indiferencia y negligencia de autoridades públicas; la falta de políticas, la ausencia de voluntad para ejecutar las pocas que existen y la corrupción que arrasa con todo.

La minoridad es un tema que normalmente se trae al tapete para las campañas políticas, para conferencias, para informes a organismos internacionales y para consultorías de muchas páginas y de enjundiosos análisis.

La minoridad, como es natural, tampoco falta en los programas de gobierno de los candidatos a la República.

Al final de cuentas cuando pasamos raya penosamente debemos concluir que la problemática de la minoridad no se enfrenta en su globalidad de manera sistemática, organizada, con recursos puestos a la disposición de quienes tienen que aplicar programas, con campañas sostenidas y con una orden del Ejecutivo de que al caso se le  de la prioridad que mandan los tratados internacionales que hemos suscrito y la Constitución y las leyes dominicanas. Por otro lado, no se asignan suficientes recursos del erario público para el tema de la niñez y la adolescencia y una parte de los que se presupuestan terminan enriqueciendo funcionarios inescrupulosos en total impunidad.

Todos los días nos golpea un titular de prensa de la situación que padecen niños/as y adolescentes en nuestro país: denuncias de casos de explotación sexual comercial, de prostitución, de abusos y violación, de acoso, de ataques físicos y psicológicos en las escuelas, de agresiones y muertes causadas por padres feminicidas, golpes y mutilaciones de padres, madres y familiares, consumo y tráfico de drogas, en muchos casos utilizándolos como mulas; víctimas en albergues, de acciones aberrantes que nunca han sido investigadas ni sancionadas, revictimización en los centros de reclusión públicos de menores en conflicto con la ley penal, menores perversamente utilizados por adultos para el robo y el sicariato, albergues abandonados a su suerte, persistente deserción escolar, obstáculos socioeconómicos para acceder a las escuelas, niños/as y adolescentes en trabajos duros y peligrosos en ciudades y campos, escasa existencia de talleres, escuelas de pintura, música, literatura, aprendizajes técnicos y de salas de tareas proporcionadas por el Estado, niños/as y adolescentes deambulando por las calles de las grandes ciudades…

Todo lo anterior y mucho más acontece frente a una sociedad que mira y calla ante este drama que vive la niñez y la adolescencia y que hipoteca el futuro.

Frente a todo esto debemos contentarnos con el hecho de que cada cierto tiempo aparezca un funcionario que lejos de ejecutar políticas para enfrentar, de cuajo, las graves situaciones expuestas, asume que su rol es mostrarnos estadísticas, denunciar la gravedad de la situación y adoptar una que otra medida puntual paliativa sin trascendencia alguna o impacto en la problemática.

Asimismo los organismos internacionales que trabajan el tema de la niñez y la adolescencia nos presentan con regularidad sus recomendaciones y nos dan estadísticas, hacen talleres con los actores del sistema, nos ponen al día con las nuevas tendencias y hasta con los nuevos términos.

Sin negar la importancia de lo que pueda significar lo anterior, la verdad es que al pasar de los años y al sacar cuentas resulta que es poco o casi nada lo que se ha logrado y en algunos casos hay evidentes retrocesos. No puede afirmarse que se haya resuelto uno solo de los graves problemas que afectan las personas menores de edad.

Los años pasan y la niñez y la adolescencia dominicanas siguen atrapadas en su laberinto.

Me pregunto, cuándo de una vez y por todas habrá un organismo rector de la niñez y de la adolescencia que en la República Dominicana tome el “toro por los cuernos”, como manda la ley, asuma el liderazgo de toda esta patética problemática y de manera sostenida y constante comience a trabajar unido a la sociedad, para enfrentar esta verdadera tragedia nacional?

¿Cuándo tendremos un gobierno para el que la niñez y la adolescencia sean una verdadera prioridad nacional, en la definición y ejecución de las políticas públicas?

¿Cuándo?