En el artículo anterior inicie una reflexión sobre los embarazos de niñas los cuales, insisto, deben tener un abordaje diferente al de los embarazos en adolescentes.

El análisis de la problemática del embarazo en niñas la identificamos en el citado articulo como un fenómeno que no es aislado y que debe ser visto desde el marco de los derechos de la niñez. En este sentido destacamos que la niña no es responsable del embarazo sino que la responsabilidad debe recaer en el hombre que la violó (las relaciones sexuales de un adulto con una niña son violaciones), en la familia y en el Estado.

En este segundo artículo vamos a analizar la responsabilidad de la familia y en el próximo la del Estado. Para analizar la responsabilidad familiar debemos tomar como punto de partida,  ¿Cuál familia?.

La mirada a la familia en la sociedad dominicana supone el análisis de una estructura que tiene características distintas en los diferentes estratos y contextos sociales y que por ende no responde a patrones únicos de estructuras, roles y relaciones en su interior.

En los estratos pobres la familia tiene una estructura diversa en la que se encuentran familias monoparentales matrifocales (madres e hijos/as), familias monoparentales patrifocales (padres e hijos) familias extensas (abuelas, tíos, tías, nietos/as), familias nucleares ( padre, madre e hijos/as)

Las estructuras familiares no influyen en los patrones de socialización al interior de la familia. Una familia nuclear puede responder a patrones de socialización e interacción similares a una familia monoparental o extensa y viceversa.

Esta aclaración es importante porque se tiende a establecer que los problemas sociales tienen que ver con determinadas estructuras familiares, sobre todo se refiere a familias monoparentales dirigidas por mujeres, lo cual está comprobado en los estudios de parentesco que es un análisis sesgado y prejuiciado.

Es un análisis que supone que la familia nuclear es la única estructura que garantiza relaciones armónicas y espacios desde donde fluyen valores sociales, lo que hemos podido comprobar que no corresponde con la realidad, en una familia nuclear puede haber tanta violencia, abuso y conflictos como en una monoparental, o por el contrario una monoparental ofrecer espacios de garantía de derechos que no ofrece una nuclear y viceversa…

Igualmente es bueno aclarar que los problemas de violencia, abuso sexual y violaciones no son exclusivos de los estratos pobres. En estratos medios y altos se encuentran estos problemas pero se mantienen ocultos y en el silencio. El sostenimiento de un estatus social basado en “la normalidad familiar” se convierte en un factor de presión interna para no denunciar –sancionar y muchos menos hacer público estas situaciones de violaciones y violencia.

En el caso de las familias de estratos pobres tenemos más información etnográfica sobre los factores de riesgos  que se pueden identificar como los siguientes:

Conexión entre familia-vecindad en la que vecinos, vecinas y familiares que residen cerca influyen en las relaciones, decisiones, actitudes y pautas en las relaciones padres/madres e hijos/as o personas adultas responsables –niños y niñas. Se permite que vecinos, vecinas y familiares den pelas, sancionen o tengan relaciones muy cercanas corporalmente con niños y niñas. Esta permisividad no se considera como un factor de riesgo.

Poca información y conocimiento sobre los derechos de niños, niñas y adolescentes. En estudios realizados en distintas provincias hemos identificado el desconocimiento que tienen las familias sobre los derechos de la niñez. No existe una conciencia clara de que el niño y la niña debe de ser protegido o protegida en sus derechos, en su desarrollo evolutivo.

 

Presencia de una tendencia a la mezcla entre espacio privado-publico, intimidad-control colectivo. La noción y praxis de intimidad tiende a ser frágil y vulnerable en los estratos pobres, lo que se agudiza con los problemas de hacinamiento en los que en una cama duermen madre, padre y un niño o niña, en la misma habitación pueden dormir en una cama la pareja y en otra tres o cuatro hijos de diferentes sexos.

Tendencia a la permisividad en el manejo de caricias, roce corporal de personas adultas hacia niños y niñas. Esta permisividad en el manejo del cuerpo entre las personas tiene sus raíces en nuestra cultura social en la que los límites en el roce corporal no están definidos y las barreras a estas prácticas son “mal vistas” porque pueden desencadenar conflictos entre familias o vecinos/as.

Permisividad en las relaciones afectivo –sexuales entre hombres—niñas, en las que no se ve como problema el que un hombre “mude” a una niña, sino por el contrario se entiende que puede “ayudarla” social y económicamente porque le facilitará sus estudios y su manutención. Este patrón está vinculado a familias en extrema pobreza y tiene raíces históricas importantes.

Diferencias culturales en la visión de la niñez. En nuestra cultura popular existen tendencias a mirar la niñez no como una etapa definida  diferenciada de la adultez, y menos aún con la adolescencia ( la que tiende a estar ausente). Los niños y niñas en los estratos pobres tienen roles y funciones en el hogar similares a las personas adultas y por ende, en el momento en que una niña queda embarazada o se “va” (en realidad se la llevan) con un hombre, pasa a ser una mujer, no importa su edad.

Todos estos rasgos culturales están presentes y son parte de una trama cultural que se convierte en barrera a la protección y prevención de violaciones-embarazos de niñas en este contexto. Las familias y las comunidades tienen que ser educadas, orientadas y acompañadas en un proceso intenso y extenso de cambio cultural. Las familias no pueden ser juzgadas como únicas responsables de este proceso porque son parte de una sociedad que mantiene una cultura patriarcal de permisividad e impunidad frente a las violaciones de los derechos de la niñez.

Este artículo fue publicado originalmente por el periódico HOY