Medía solo 5’3”, pero durante veinte años (1853-1873) luchó con cinco cancilleres norteamericanos y tres presidentes dominicanos para lograr anexar la República Dominicana a Estados Unidos, adquirir Samaná y fundar en Santo Domingo colonias de esclavos libertos norteamericanos.

Jeanne McManus (1807-1878), filibustera, quien bajo el seudónimo de Cora Montgomery escribió varios libros y más de cien artículos en la prensa norteamericana a favor de la anexión, era hija de un congresista y, con 26 años, divorciada, devino en amante de Aaron Burr, de 76 años, quien había sido vicepresidente de Estados Unidos y quien había matado durante un duelo al muy célebre Alexander Hamilton.

La niña mala, Cora Cazneau

En 1845 fue enviada por el presidente Polk en una misión secreta a México deviniendo luego, durante la guerra contra ese país, en la primera norteamericana corresponsal de guerra.  Una placa en una ciudad de Texas conmemora sus hazañas. En Texas se dio cuenta del dinero que se podría ganar especulando en tierras durante el proceso de quitar ese territorio a los mexicanos y anexarlo a Estados Unidos. Fue en Texas donde conoció a otro especulador inescrupuloso, católico pero masón, de origen francés pero hispanoparlante, William L. Cazneau, con quien se casó. Decidieron que el próximo territorio a anexar y donde hacer fortuna sería la República Dominicana, donde llegaron en 1853.

Durante los tres gobiernos de Pedro Santana, los cuatro de Buenaventura Báez y los dos de José María Cabral la pareja trató de adquirir para Estados Unidos la península de Samaná y anexar Santo Domingo entero a ese país. Para ese propósito cabildearon a los presidentes Pierce, Buchanan, Lincoln, Johnson y Grant. Compraron una buena casa en el barrio de San Carlos, donde festejaban a presidentes y  visitantes importantes. En Palenque desarrollaron una finca y en tres ocasiones trajeron esclavos libertos norteamericanos en proyectos de colonización en Palenque, la frontera y la ribera del río Isabela. Fueron grandes fracasos. Muchos murieron y los sobrevivientes pidieron al gobierno norteamericano que los devolvieran a su país.

Cazneau fue un gran sobornador de funcionarios dominicanos pero enfrentó a un muy astuto cónsul inglés, Sir Robert Schomburgk, quien logró incluir en un proyecto de tratado con Estados Unidos el que los dominicanos, sin importar su color, tuvieran en territorio norteamericano, los mismos derechos que los blancos americanos, algo imposible para Washington aceptar en momentos previos a la emancipación de los esclavos. Inicialmente tuvo grandes problemas con el presidente Buenaventura Báez “quien muy cordialmente odia a los norteamericanos y todo lo que sea americano y en su corazón es puramente francés”. Pero ya en su cuarto gobierno (1868-1873), ante el fracaso de la anexión a España, del reinado de un Maximiliano enviado a México por los franceses y con la eliminación de la esclavitud en Norteamérica (Báez era hijo de una esclava) abogó por la anexión a Estados Unidos y la entrega de Samaná. No lo logró porque el Senado norteamericano votó en contra de la ratificación del acuerdo por razones que aparecerán en un próximo libro nuestro.

Mientras los esposos Cazneau cabildeaban tanto en Santo Domingo como en Washington y Nueva York, consiguieron del gobierno de Báez muchas concesiones sobre todo mineras (10% del territorio nacional) que esperaban subirían de valor una vez lograda la anexión.

Durante la anexión a España los Cazneau cayeron en desgracia con las autoridades ibéricas porque estaban apoyando a los restauradores, para, a través de un nuevo gobierno dominicano, lograr la anexión a Washington. Su casa y finca fueron destruidos y huyeron a Jamaica, retornando cuando la restauración y, poco después, durante el último gobierno de Báez se logró firmar la anexión. Tuvo como socio y cabildero en Washington y Nueva York a Joseph Fabens, quien trajo camellos a Montecristi para el transporte de la sal, contrató un geólogo de apellido Gabb y devino socio de Hartmont, el del tristemente célebre préstamo a Báez.

Con la caída de Báez y su sustitución por gobiernos opuestos a la anexión y venta de Samaná, Cazneau regresó a Jamaica donde falleció en 1876. Su esposa, la niña mala, más persistente, murió ahogada dos años después cuando zarpando desde New York se hundió el barco que la traía a Samaná.