Fuimos hasta Ocotal, municipio fronterizo denominado “La Ciudad de los Pinos” en la siempre primaveral Segovia nicaragüense, a buscar a doña Rosaura, una señora del pueblo que sería la niñera de Mariana Teresa. Este territorio limita con la República de Honduras es también llamado la “Sultana del Norte”. Para la ocasión, era punto de pugilato militar entre el Ejército Popular Sandinista (EPS) y las Fuerzas “Democráticas” que combatían contra el gobierno legítimo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

A Rosaura, nos la habían sugerido unos amigos médicos por higiénica, trabajadora y confiable. “Como ustedes son dominicanos y cristianos se van a llevar muy bien”, nos enfatizaban nuestros compañeros para acentuar lo buena que era “Rosaura”, aunque no fuera “sandinista”.  Cuando llegó a Managua a nuestra casa de Altamira,  atinó a plantear esta paradoja con mucha gracia “muy bien, a mi sí me gusta trabajar con los burgueses”.  Doña Rosaura fue la primera que se dio cuenta que “Mariana Teresa” era un nombre muy extenso para ser pronunciado con amor, cariño y ternura, desde sus nombres hasta sus apellidos todos tienen tres sílabas.

En consecuencia, como la niña había nacido con la tés blanca de su madre y tenía la cabeza con algunos cabellitos rubios, Rosaura siempre le decía “la chela pelona” o sencillamente “la pelona”. Los nicaragüenses le dicen “cheles” a las personas blancas y arrubiadas, así mismo el General Augusto César Sandino identificada a los norteamericanos cuando invadieron el territorio de Nicaragua en los inicios del pasado siglo XX.

Mariana Teresa, nacida en Nicaragua el 28 de diciembre de 1985 “El Día de los Inocentes”, por su tamaño, gran peso y cabeza casi peladita resultó un “show” cuando llegó a las cunas del Centro de Desarrollo Infantil (CDI) del Mercado “Roberto Huembés” donde casi todos los niños nicaragüenses mostraban sus cabezas cubiertas por abundante pelo oscuro. “La pelona” se presentaba radiante y dormidita en su camita siendo parte de una especie de Torre de Babel Social, donde compartían espacios los hijos casi recién nacidos de las vendedoras del mercado, también de varias profesoras y de cooperantes de las agencias de Europa, así como de los llamados “grupos internacionalistas”.

Ahí mismo en el CDI su madre y yo, la íbamos a colocar junto con Julio Gabriel su hermanito, todos los días en el destino hacia nuestros sitios de estudio y trabajo. Mariana su madre, estaba haciendo la especialidad de Patología en el Hospital “Manolo Morales” de Managua donde se graduó con honores,  realizando una de las mejores investigaciones de ese centro médico. Por mi parte, cursaba la maestría de Epidemiología y Planificación del Centro de Investigaciones y Estudios de la Salud (CIES), una entidad apoyada por la AECID y la OPS, concentrando mi trabajo final de investigación en la Epidemiología Urbana de los Accidentes de Tránsito. Sin Rosaura, la doña de Ocotal, no hubiéramos podido ser tan exitosos y menos aún educar con tanto amor, cuidado y dedicación a nuestros hijos.

Toda la educación de Mariana Teresa y Julio Gabriel fue una gran aventura, primero en los buses populares de la avenida Centroamérica haciendo piruetas para mantenernos de pie con los dos niños en brazos, nuestros bultos de estudio y los de ellos,  y más tarde en un vehículo del año “Lada 1985” que habíamos adquirido de oportunidad.   En los buses los “nicas” siempre nos decían, “pero que linda la chavala”, o si no “pero que bella la pelona”, y nosotros satisfechos inclinábamos la cabeza en gratitud y sonreíamos.

Cuando luego de seis años de residir en Nicaragua, en estudios de especialidad y trabajos técnicos de solidaridad, decidimos volver con nuestros hijos a Santiago y pasar a formar parte del claustro profesoral de la hoy prestigiosa Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), transitamos de estar en el poder en Nicaragua sandinista a ser unos ciudadanos comunes en la República Dominicana gobernada por el conservador y caudillo Joaquín Balaguer. Nos fuimos a Nicaragua bien ataviados y volvimos en alpargatas y en jeans. Nuestra hija Mariana Teresa, esa “pelona” que causaba sorpresas, asombros y alegrías en Nicaragua, al mudarnos por segunda vez a una casa más confortable en Santiago, le salió a su madre con esta graciosa ocurrencia “Mami si nos vamos a mudar otra vez, por favor que sea en una casa con piscina”. En la otra seguimos.