¡Feliz Navidad! Por encima de todas las dificultades, es un momento que nos acerca, convoca a la familiaridad, amistad y solidaridad.
Esta llegó rápido. Casi sin darnos cuenta.
Hay hogares que todavía no habían desmontado el arbolito de la pasada y para esta sólo han tenido que conectarlo.
Es la percepción que tenemos en los últimos años, al menos los adultos mayores.
¿Es que los días y los años son más cortos?
Para los que décadas atrás fuimos niños y niñas, la Navidad se tardaba un mundo en llegar; pero hoy, esta llega volando. ¿Por qué, si los días siguen teniendo 24 horas y el año cuenta los mismos 365?
Puede ser que los adultos mayores que somos pueblo hayamos entrado en una dinámica de vida muy diferente a la de años atrás, en una rutina podría decirse; vivido tantos y tantos días, y nada es primera vez, como cuando niños y niñas quedamos marcados por el primer día a la escuela, la heladería, o a algún paseo escolar.
En una sociedad como la nuestra, los adultos mayores, e incluso niños y niñas que entran a destiempo a tener que buscarse la vida, nos metemos a un trote cotidiano en el que cada día es igual al anterior. Hoy esto, y mañana lo mismo. No hay hechos relevantes nuevos que se constituyan en referencia de vida.
Peor si la vida discurre en ciudades como la capital, Santiago y otras "estresantes" que se han convertido en selvas urbanas, donde lo dominante es la prisa para todo; con sus calles llenas de tapones y tensiones sociales; con barrios dormitorios, a donde las personas llegan en horas de la noche desde sus centros de trabajo, o del lugar en que se ganan la vida, para volver a salir de madrugada a los mismos, en muchos casos los siete días de la semana.
En una vida así, todos los días parecen iguales, y el tiempo pasa como sin pasar, es decir, sin dejar más huellas que la angustia y el cansancio que se hacen habituales. El día sigue teniendo 24 horas, pero cada una de estas es igual a la del día anterior.
Y así, discurre el tiempo, y nos parece que cada Navidad llega más rápido.
Pero también la vejez y el agotamiento físico y espiritual.
Para salir de esta rutina hay que cambiar la dinámica social, en la que lo económico se ha impuesto a la sociedad, se ha separado de esta y la domina.
La vida, los tiempos y los espacios son otros, desde que la economía se alzó contra la sociedad e impuso el mercado como el gran regulador de todo, y el consiguiente sálvese quien pueda. Esta transformación negativa tiene que ver mucho con la prisa del día a día que se le ha impuesto a los del pueblo.
Es tarea colectiva revertir este orden, y volver a la situación en que la economía se supedite a la sociedad.
Los seres humanos, en particular, podemos reconquistar la dimensión del tiempo, asumiendo propósitos y cosas nuevas cada vez, saliendo de la rutina. Volviendo a tener hechos que sean nuestra primera vez, cada vez. Conquistar la felicidad.
La cuestión es lograr hechos frecuentes, tan alegres como en tiempos de Navidad, y esta, cuando llegue, vuelva a ser una descarga de alegría, amistad y solidaridad.