La Natividad de nuestro Señor Jesucristo debe ser para nosotros más que un tiempo de celebración, una etapa de reflexión sobre el significado de su obra redentora.
Si recordamos las palabras que expresó Jesucristo al inicio de su ministerio, nos daremos cuenta el verdadero carácter social del evangelio. Estas palabras se encuentran en el evangelio de Lucas capítulo 4 versículo 18 que dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar las buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, para predicar la libertad a los cautivos, y a los ciegos la vista, para poner en libertad a los quebrantados.
Más que celebrar su nacimiento, Jesucristo nos invita a que pongamos en práctica el perfil espiritual y social que expresó en el evangelio de Lucas. Ser imitadores de él implica ser solidarios no sólo espiritualmente a través de la predicación de la Palabra, sino ser también solidarios en el combate de estructuras sociales injustas.
Pienso que el verdadero objetivo social del evangelio se ha perdido incluso entre los creyentes, con una celebración navideña de origen pagano y también inmersos en una verdadera vorágine consumista.
Es por esa razón que debemos abstraernos y pensar que si somos seguidores de Jesucristo, estamos continuando su obra imperecedera.
De seguro que si así lo hiciéramos, la sociedad dominicana no tendría problemas de violencia, y todo tipo de crímenes.
Por ejemplo, ví con tristeza el hecho de que alrededor de seis mujeres perdieron la vida a manos de compañeros celosos, y fallecimientos a causa de accidentes aparatosos.
Todo esto es causado por las pasiones desbordadas características de esta época, y la pérdida de los lazos de solidaridad y falta de reflexión que desde hace tiempo afectan a la sociedad dominicana.
Amigos lectores, pensemos en el mensaje de Jesucristo en estos días y que dentro de las metas para el 2015, esté la de ser mejores ciudadanos y que levantemos nuestra voz ante la injusticia y seamos solidarios con los más pobres.
La reflexión debe ser nuestro equipaje orientados por las Sagradas Escrituras, para que el tránsito por nuestras vidas tenga como ejemplo a Jesucristo.