La navidad es una festividad cristiana en honor del nacimiento del niño Jesús, Dios de los cristianos, por lo tanto, originalmente es una expresión religiosa. Sin embargo, en países como el nuestro, poco a poco su festividad se ha ido transformando en una dimensión socio-cultural.
La fecha de su realización, comienza a nivel occidental el 25 de diciembre. En la biblia, ni en el antiguo, ni en el nuevo testamento certifican este acontecimiento. En realidad, fue definido por la Iglesia católica con la aprobación del calendario Juliao-Gregoriano, resultado de una racionalización para las celebraciones litúrgicas oficiales.
El culto a la diosa Mirtha, centralizado en la existencia del sol, fue sustituido por la celebración del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, como referencia del nuevo sol. Esto significa que Jesús en realidad no nació en esa fecha, pero su simbolización era coherente con el proceso de cristianización de la iglesia.
Desde los primeros siglos de la iglesia católica, el año está dividida en dos grandes momentos litúrgicos, la Semana Santa y la Navidad. En la Semana Mayor, lo impactante, desde el punto de vista teológico no es la muerte, sino la resurrección de Cristo, donde reafirma que era Dios y en la navidad, su nacimiento, que marca una dimensiones de humanización.
En los primeros siglos europeos, la navidad era una celebración religiosa-familiar. En los templos, habían belenes, (Nacimientos), idealizados por San Francisco de Asís, villancicos, cantos en honor del nacimiento del niño Jesús y a media noche la misa del gallo. En las casas había una cena familiar y regalos para los niños. Después la navidad se ha venido transformando acorde con la formación social y el desarrollo histórico de cada sociedad.
Los habitantes originales de la isla de Sano Domingo, no conocían al cristianismo ni al niño Jesús, eso les llego con el proceso de colonización por parte de los españoles después del segundo viaje del Almirante. Durante la colonia, su celebración obedecía al modelo alienado y dependiente metropolitano. Así se mantenía en sus celebraciones esenciales durante la Independencia, cambiando radicalmente con la comercialización y el desarrollo del capital a nivel internacional durante la primera intervención norteamericana del 1916-24.
Durante esta intervención norteamericana aparece la figura extraña de “Santiclo”, La multiplicación de los arboles artificiales de navidad, con una ridícula nieve en un país caribeño, las tarjetas postales y los dulces de navidad, con manzanas y uvas incluidas.
Debido a sus limitaciones económicas, se impuso la capacidad creadora del pueblo y se conformó un proceso de criollización, de dominicacion de la navidad, convirtiéndose en un espacio de catarsis dentro de las limitaciones e imposiciones de la dictadura trujillista. ¡Era un respiro de una alegría y felicidad transitoria!
En nuestro país, al igual que en otros lugares, la navidad se convirtió en un espacio mágico, donde se daba la permisión y la solidaridad que negaba la sociedad durante los otros meses del año. El amor florecía, el perdón decía presente y la esperanza afloraba en cada amanecer.
Del 15 de diciembre hasta el 6 de enero surgió una “navidad” festiva, profana, con una visión recreativa, basada en la cotidianidad no religiosa, con una respuesta musical original, una gastronomía particular y una visión humanizada del mundo, fundada en el amor.
Mientras una elite preparaba una cena de navidad con ricos vinos y manjares, el pueblo la celebraba con cerdo en puya, cazabe, teleras, pastel en hojas, vino tinto, ponches caseros, lerenes, etc. Incluso el cerdo en puya le daba su toque final en las calles y/o en puestos populares. Allí se adquieren también, fuegos artificiales, peras, uvas y manzanas como novedad.
Tradicionalmente, se definían tres modelos de actividades musicales navideñas. En algunos pueblos de la parte Sur del país, después de las diez de la noche, un grupo de personas con un perico-ripiao, visitaba las viviendas seleccionadas y hacia una ruta por el pueblo, pidiendo aguinaldo, como ocurría en Bani, por ejemplo. Se tocaban tres merengues y los moradores abrían la ventana y obsequiaban dinero y ron. En algunos casos se abría la puerta de la sala y en el comedor había comida y bebidas que se repartía entre todos, después del último merengue que proclamaba a todo pulmón:
“Ábrame la puerta
ábrame la puerta
que estoy en la calle
que dirá la gente
que esto es un desaire.
En Sabana de la Mar, también de madrugada, el grupo escogía simbólicamente un rey y una reina y salía tocando, cantando, bailando y bebiendo por las calles con varias tamboras y guitarras, en los que ellos llamaban “La Parranda de los Pollos.
En San Pedro de Macorís, iluminados por las estrellas, los cocolos salían por las calles con su grupo musical alborotando las noches, tocando y bebiendo Guababery, la bebida de los príncipes.
La navidad dominicana, incluye la “nochebuena, al “año nuevo y “los Reyes Magos”, que adquiere una dimensión existencial con “la llegada de Juanita” y los demás que viven fuera del país. La época se vuelve mágica, con el siempre bienvenido del santo doble sueldo. Desde ese momento la gente de vuelve loca, en una época que le dice adiós al año viejo, moribundo y se esperanza por uno nuevo, que tiene que ser mejor.
La navidad, que comenzó como una festividad religiosa familiar, hoy además de eso, es una manifestación cultural de identidad, un catarsis social necesaria para el equilibrio social y la supervivencia, una festividad convertida en mercancía, en un sistema deshumanizado, que aun en navidad su Jesucristo es el capital.