La actual temporada de Metropolitan Opera "Live in HD" nos ha sorprendido con un menú muy apetitoso de títulos operísticos para todos los gustos, desde las populares "Tosca" y "La Bohème" de Puccini, que de seguro llenarán la sala grande de Acrópolis y la pequeña de Novocentro, además de tres obras maestras del género cómico, "Falstaff" de Verdi, "Così fan tutte" de Mozart y "La Cenerentola" de Rossini — las dos últimas, más propiamente, drammi giocosi —, y, para el deleite de quienes amamos el alma eslava, tres óperas rusas: el musicalmente espléndido "Evgeni Onegin" de Chaikovski con que se inauguró la temporada, la inquietante opera prima lírica del joven Shostakovich "La Nariz" y una rara joya que esperamos impacientes, "Príncipe Ígor" de Borodin. Este sábado 26 se transmitirá el segundo de los tres títulos rusos.

Ópera inusual e iconoclasta, basada en el cuento homónimo escrito en 1836 por el más grande de los cuentistas rusos, Nikolai Gogol, "La Nariz" empieza con un hecho desconcertante: al levantarse una mañana, el barbero Yakovlevich encuentra dentro del pan con que se va a desayunar una nariz. De inmediato, la identifica como la nariz de uno de sus clientes, el Mayor Platón Kuzmich Kovalyov, oficial de bajo rango del San Petersburgo Imperial. Confuso y queriendo evitar problemas, Yakovlevich intenta sin conseguirlo desprenderse de la nariz arrojándola al río. El Mayor Kovalyov, a su vez, despierta y descubre alarmado que no tiene nariz y, en su lugar, la cara aparece completamente plana. Sale a buscar ayuda y, para su desesperación, descubre que la nariz, su nariz, ha adquirido vida propia y se pasea tan campante por todo San Petersburgo como oficial de rango más alto que el mismo Kovalyov.

El cuento es una verdadera delicia. Presagia a Kafka y al realismo mágico y tiene múltiples lecturas con su sátira social y política. La música compuesta por un joven — apenas 21 años — y genial Shostakovich le ajusta a la medida. Queda a cargo de una orquesta de cámara con una gran sección de percusión — se requieren nueve percusionistas para el brillante y osado interludio a cargo de esa sección —, e incluye instrumentos del folklore ruso, sobresaliendo una balalaika solista. Los personajes son más de setenta. Tanto las partes instrumentales como las vocales son tremendamente difíciles, en especial por la tesitura que exige la escritura de este compositor.

"La Nariz" fue estrenada en 1930 en Leningrado. Las autoridades soviéticas no veían con agrado este arte "formalista". Shostakovich escribiría solo una ópera más, verdadera obra maestra, "Lady Macbeth de Mtsensk", que casi le cuesta la carrera y la vida. ¡Cuántas óperas hubiese compuesto este hombre genial y desgraciado, cuya voz suena desgarrada en su música de cámara y sinfonías!

El artista sudafricano William Kentridge está a cargo de la aclamada producción que veremos el sábado — un reprise, pues se estrenó en 2010 — y que le fue encargada por The Metropolitan Opera, el Festival d’Aix-en-Provence y la Opéra National de Lyon. Un impresionante collage de recortes de prensa e imágenes cubre de arriba a abajo el escenario. La acción está acompañada por proyecciones, casi todas en blanco y negro o sepia, un contrapunto interpretativo de Kentridge. Se abren agujeros para revelar la habitación de Kovalyov, la barbería, aparecen calles, un puente. Todo queda integrado, mejor dicho, engullido, por aquel inmenso e inusual telón.

Los tres actos se ejecutan sin intermedio, solo con una pequeña pausa hacia la mitad. La duración total alcanza apenas las dos horas.

Vale la pena ver esta pieza única. En su estreno en The Met en 2010 y ahora, hasta hace un par de semanas, la dirección musical de "La Nariz" estuvo a cargo del campeón de la ópera rusa Valery Gergiev. Bajo su batuta la vi en Nueva York. Mañana sábado la dirección musical será de Pavel Smelkov.