Mucha gente se queja de que casi todos los medios de prensa han prestado excesiva atención a la narcodiva recién liberada y casi beatificada, y se dan golpes de indignación en el pecho por lo que se supone es una afrenta a los valores morales establecidos que en nuestro país son poco menos que letra muerta.
La indignación corre pareja con el recuerdo del ingrato video en el que la narcodiva aparecía alegremente desnudita jugando a la gata y el ratón con su tenebroso narcoamante, un tipo penosamente mal dotado, por cierto, con una probóscide infantil que denigró el Dr. Fadul con su fino, finísimo decir. Me refiero al mismo video que no vieron puritanos/@/as que se cuentan con los dedos de una mano.
Ahora bien, el lavado de la narcodiva y lavadora, de todas las lavadoras y lavadores del mundo proviene del narcotráfico sangriento, de todos los viciosos que consumen sus productos, y a pesar de su origen espurio, pocos bancos en el mundo rechazan la jugosa contribución. El lavado mueve la economía, ha llenado a Santo Domingo de torres mal construidas, lo ha convertido en una Nueva York chiquita, no tan chiquita y emplea a miles de trabajadores. Sin la inyección del lavado se hunde la economía y varios bancos.
Sin embargo el dinero procedente de los beneficios de los principales fabricantes y vendedores de armas no es tan generoso. Proviene del contribuyente y lo pagan las innumerables víctimas, está más ensangrentado que el dinero del narcotráfico porque sus víctimas se cuentan por millones y desde luego que emplea millares de obreros que trabajan para la devastación de países enteros y el dinero se usa para la fabricación de más armas.
Entre fabricantes de armas, genocidas que nunca se mencionan, me quedo con la narcodiva y los narcotraficantes que no son peores que los fabricantes de armas de exterminio masivo.