La música influye en nuestra manera de pensar y de percibir la vida. Nos produce un manantial de sensaciones que pueden ayudarnos a reflexionar sobre situaciones actuales. En ocasiones, cuando escuchamos una canción o bailamos al ritmo de una determinada melodía la misma nos lleva a evocar vivencias específicas de un tiempo, de una época, de una experiencia generacional. A veces, la música nos imbuye una sensación de melancolía que nos permite rememorar la relación con nuestros progenitores. Gracias a la música también podemos sanar nuestra memoria.
Lo que sucedió en una actividad en una zona rural del Cibao con estudiantes y profesores de Canadá da cuenta de esto. El grupo universitario viene a la República Dominicana a conocer proyectos locales de auto-gestión para la defensa, protección y preservación del medio ambiente y a observar los desmanes de las corporaciones mineras canadienses con el fin de crear consciencia en su Alma Mater y en su comunidad.
Luego de bailar alegremente al ritmo de un Perico Ripiao las estudiantes empezaron a emitir opiniones juiciosas sobre la dualidad de la industria minera canadiense: mientras allí las corporaciones cumplen con unas reglas éticas precisas que incluyen la protección de los trabajadores y sus familias y un período mínimo de veinte años para la recuperación del subsuelo antes de volver a intervenirlo, en la República Dominicana las mismas empresas depredan y extraen las riquezas mineras sin ningún control medioambiental y sin garantías de cuidado y protección de las poblaciones aledañas.
Con el repiqueteo del merengue típico de fondo, las jóvenes conversan efusivamente sobre el tema y una de ellas al reivindicar su origen indígena expresa con encono, "el maltrato de las corporaciones mineras canadienses a la población dominicana es similar al abuso que infieren las compañías petroleras a los pueblos originarios de los Estados Unidos y Canadá". "Ahora vamos a pedirles cuentas a esas compañías, que son las empleadoras de nuestros padres en Canadá y las que financian nuestra universidad, y vamos a exigirles un resarcimiento por los daños causados en la República Dominicana", afirma otra estudiante.
El respingar de la música continúa a ritmo de acordeón, güira y tambora y los estudiantes bailan mientras la profesora neoyorquina de Loisaida, habla sobre sus orígenes como hija de inmigrantes irlandeses y ella misma inmigrante en Canadá.
La profesora expresa con tristeza su preocupación por el incisivo giro conservador de la política en los Estados Unidos, Canadá y América Latina y la complicidad de Trump con Trudeau en la construcción de los oleoductos de Dakota del Norte.
Rememora con pesar la perversa destrucción de los logros progresistas de la pasada administración de Obama, lamenta que seis de las universidades canadienses estén siendo dirigidas por generales y exclama con angustia, "resulta difícil enseñar en estos tiempos tenebrosos, mis estudiantes no comprenden estos cambios".
Ellos comprenden, le digo, están bailando.