En el día de mañana, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), así lo declaró en 1981 como una forma de honrar la memoria de las hermanas Mirabal, Minerva, María Teresa y Patria, quienes fueron brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por órdenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo, debido a su activismo político en oposición al régimen. Actualmente, si bien en la República Dominicana vivimos en democracia y gozamos de libertad, la violencia contra la mujer nos sigue afectando día a día y es una batalla que aún nos queda pendiente por ganar.

Este problema que nos afecta tiene un nivel de complejidad bastante alto, ya que la responsabilidad no recae únicamente sobre un actor del sistema. Es un conjunto de elementos que se conjugan y que traen como consecuencia las decenas de casos de feminicidios que ocurren cada año en el país. Lo peor de todo es que a pesar de la fuerte lucha que existe desde los distintos estamentos gubernamentales, así como desde organizaciones de la sociedad civil, no se percibe una mejoría contundente con miras a erradicar este mal.

Gran parte de la responsabilidad en este tema tiene su origen en las familias dominicanas. A través del método de crianza que por muchos años preponderó en los hogares de nuestro país, les hicimos sentir a nuestros niños que eran seres superiores a las niñas, y que cuando estas se convertían en mujeres les debían obediencia absoluta a sus esposos. Producto de esto, hoy en día tenemos hombres que se creen los dueños absolutos de sus mujeres y que ante el más mínimo signo de oposición o de rechazo de estas, entienden que deben someterlas por la fuerza, llegando incluso a la bestialidad de asesinarlas. Es triste, pero, en nuestro país tenemos familias cuyo sistema opera bajo el entendido de que la mujer es una esclava del hombre.

Por otra parte, si queremos erradicar la violencia contra la mujer debemos enfocarnos también en nuestro sistema judicial, el cual no siempre funciona de la forma en que debería. Hemos sido testigo como en muchas ocasiones el Ministerio Público resulta ser más permisivo y conciliador de la cuenta. Se conforma con un simple “Acto de Compromiso” suscrito por las partes, sin tomar en cuenta el peligro que podría estar corriendo la víctima. Luego que una mujer asume el acto de valentía de denunciar los actos de violencia que está cometiendo su pareja en su contra, lo menos que debe hacer el Estado es asumir con toda la seriedad posible la gravedad del caso y garantizarle la protección adecuada. Un acto de compromiso por parte de una persona que ya ha agredido a su pareja o expareja no es más que un acto de perdón, una segunda oportunidad, la cual en muchas ocasiones es utilizada para agredir nuevamente a la víctima.

Adicional, tenemos el problema del arrepentimiento de la víctima luego de denunciar. Son muchas las mujeres que tras haber sido agredidas y acudir a la Fiscalía, retiran su denuncia, ya sea por un tema emocional ante el amor que sienten por el agresor o por temor ante las amenazas que reciben de este. Si bien el Ministerio Público, puede y en muchas ocasiones continúa con el proceso, sin dudas esto debilita las posibilidades de éxito del caso. Es necesario contar con un sistema de atención a la víctima más sólido, que le garantice su protección y a la vez le preste la asistencia psicológica y emocional necesaria para poder llevar a cabo el proceso de denuncia de violencia.

Los antes descritos son solo algunos de los elementos que se conjugan para impedir la eliminación de la violencia contra la mujer en nuestro país. Por esta razón, tanto desde el Estado, como desde cada una de las familias dominicanas, se debe continuar esta lucha. Es deber de aquellos responsables de la crianza de nuestros niños y niñas, hacerles entender que a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Así como en las escuelas se enseñan los valores patrios, se debe hacer hincapié en valores humanos como lo es el respeto y la no violencia contra la mujer, enseñanza cuya responsabilidad también debe caer en cada una de las familias. Solo de esta forma podremos garantizar tener una próxima generación lo suficientemente educada e incapaz de maltratar a la mujer. Con respecto a los agresores actuales, necesitamos que nuestro Ministerio Público sea mucho más previsor y menos permisivo en todos los casos de violencia de género y violencia intrafamiliar. Es imperativo dejar de lado el perdón al agresor y enfocarnos más en la protección a la víctima.

Finalmente, este 25 de noviembre honremos a las Hermanas Mirabal, quienes entregaron su vida con el objetivo de devolverle la libertad a esta hermosa media isla. Recordemos que representan un símbolo de lucha, valentía, honor y respeto a la mujer dominicana