¿Cuál es el sentido que tiene estar viva?, ¿para qué vivimos?

Una obra que considero imperdible para abordar este tema es El hombre en busca de sentido del Dr. Viktor Frankl. Quien fuera sobreviviente de un Lager en Auswitch escribió una obra para la literatura universal, pero la finalidad realmente no fue esa, sino más bien a modo de terapia, escribir su experiencia, relatar una catarsis que como prisionero liberado sufrió,  supondría una especie de liberación en su proceso de sanación psicológica y emocional, la necesidad de expresarse para liberar todo el sufrimiento y la humillación sufrida como parte del proceso de liberación, ya no sólo de su cuerpo sino de su mente y espíritu.

Ya sea que hayamos sobrevivido a Lageres de Auswitch, Gulags en Rusia, estar sujeto como prisionero en medio de una guerra, vivir cautivo un lapso de tiempo en grandes guerras combatiendo o negarle la instrucción a la mujer que equivale a secuestrarle la razón, para confinarla a la ignorancia y al matrimonio como único medio legitimo y moralmente aceptable para su sobrevivencia en contra de la propia voluntad y por necesidad como ocurría siglos atrás y en la actualidad, hay elementos que coinciden espantosamente con estos escenarios, la esencia de la denigración de la persona, manifiestas en la violencia y la humillación.

El Dr. Frankl estableció fases que le permitieron organizar las ideas para retratar el perfil psicológico de un prisionero medio, los kapos y los jefes de la SS en simultáneo,  pero centrado en el impacto en la psique del prisionero. En ella relató su experiencia y la realidad de los prisioneros judíos sin privilegios, aunque humanamente con todo el deseo de contar con unos pocos beneficios que hicieran su situación más llevadera, y de los cuales disfrutó en contadas oportunidades. Sin embargo me quiero centrar en la tercera, después de la liberación porque me permitió entender que al final después de todo, ambos sexos, no somos tan distintos.

Después de la liberación al estado de ansiedad, al prisionero le sobreviene un estado de relajación  pero no les sobreviene la locura de la alegría. Con vergüenza confiesan que han perdido la capacidad de sentir alegría y tenían que volver aprenderla. En psicología eso se denomina  despersonalización. Un prisionero liberado se percata mental y emocionalmente que aunque su cuerpo está libre de torturas y humillaciones tiene que aprender de nuevo después de ver desvanecerse día tras días sus sueños de libertad cómo se vive en libertad. El Dr. Frankl sentencia “el cuerpo desarrolla menos inhibiciones que la mente", cuesta recobrar la dignidad perdida que se interiorizó en su psique; el cuerpo rápidamente refleja al exterior a modo de estrés postraumático, ansiedad, voracidad al comer, depresión, dolor, etc., lo que a la psique aún le cuesta aceptar y entender. Cuando sintió por primera vez su libertad sabía muy poco de sí mismo y del mundo, sólo resonaba una frase en su cabeza: “En la angustia clamé al Señor y Él me contestó desde el espacio en libertad.” Ese día su vida empezó de nuevo y se percató de que debía seguir avanzando poco a poco hasta volverse un ser humano otra vez.

Su experiencia en el Lager le permitió probar su teoría de la logoterapia, un método de terapia que él mismo había desarrollado y cuya intención era dar a conocer al mundo antes de ser tomado como prisionero. El caso es que palabras más, palabras menos, la logoterapia es un método menos introspectivo y retrospectivo que el psicoanálisis porque va dirigido al futuro. Se centra en los valores y el sentido que el paciente quiere proyectar al futuro, una psicoterapia centrada en el logos, sentido, significado, propósito. Básicamente se propone romper el círculo vicioso de los mecanismos de retroalimentación que tanta importancia tienen en el desarrollo de la neurosis.

No se alimenta ni centra en el egocentrismo del neurótico, sino que busca quebrar precisamente esa estructura. La idea es enfrentarse con el sentido de la vida y luego confrontar su conducta con ese sentido. Un sentido propositivo para superar un estado adverso, el paciente debía sustituir su fijación del pasado y todo lo que había perdido por una conducta que confronte ese sentido, sin eludir su responsabilidad vital y despertar su conciencia al sentido de la vida para sobreponerse a la adversidad y los traumas.

Él relata como notaba que cuando los prisioneros exclamaban “ya no espero nada de la vida”, esa afirmación se constituía en su sentencia de muerte y morían a los pocos días. Y en este aspecto quiero detenerme, la vida como un proceso en el que nos encontramos inmersos es un todo indivisible, los sufrimientos que la componen, las alegrías, las dificultades, los problemas, el dolor como el amor, todo lo que sucede mientras estamos vivos, configura un todo con la vida, la vida no espera nada de nosotros, más bien somos nosotros quienes dotamos a la vida de sentido por medio de nuestra dignidad humana, la cual está constituida en los cimientos de la razón, la autonomía y la personalidad, aquellas propiedades que nos hacen ser persona en toda su estructura, nuestra biología (sexualidad), nuestro ser físico, psíquico y espiritual. El sentido que tendrá la vida se compondrá en la forma cómo respondemos a todas las dificultades y problemas que nos plantea y sobre todo cómo las superaremos, ¿qué haremos con todo aquello que hicieron de nosotros cuando no fuimos conscientes del valor de nuestra vida y no nos reconocieron nuestros derechos?, ¿en qué nos convertiremos ahora que somos conscientes del valor que nos habita por efecto de la dignidad humana?

Los informes sobre violencia doméstica contra la pareja heterosexual (VDMCPH), pese a que requiere un abordaje integral que incluya la experiencia del hombre dentro del proceso de violencia, conocido actualmente como síndrome de hombre inferido, el eterno ausente pero al que la mujer se refiere recurrentemente; llegue a las zonas rurales y amplíe su alcance metodológico, arroja data sumamente esclarecedora. México y Brasil son los países donde la violencia contra la mujer es mayor; y los datos en México indican que la mujer valora y percibe como más destructivo, el maltrato psicológico y emocional al que la somete su pareja, que el físico, porque deteriora su autoestima, mina su autonomía y modifica su percepción del mundo y como se relaciona con los demás.

Como proceso esa violencia da sus primeros pasos durante el noviazgo y el primer año es decisivo para que aumente la violencia a un 97% al continuar la relación después de tolerada la primera agresión. Otro dato importante es que la mujer de acuerdo al nivel de escolaridad, es que saben identificar cuando están siendo víctimas de violencia, ya que en niveles de menos escolaridad lo confunden con rasgos de la personalidad y carácter de su pareja y alegan como “formas de ser" su conducta,  apelando a la “esencia natural” de ser hombre; y esta condición es más marcada en zonas rurales donde el acceso a la educación es precario; y por último el nivel socioeconómico puede estar advirtiendo algo más importante, de acuerdo al sector de clase, el sector más bajo normaliza la violencia e incluso justifica el mismo como algo cotidiano en su vida, el sector alto lo encubre y soslaya hasta que los signos de violencia sean más severos y el sector medio es el que por el carácter lesivo es que tiende a denunciarlo.

Según Giddens el caos de las relaciones sexuales y sociales actuales se puede interpretar como un efecto de la democratización radical de la esfera personal que todavía tiene que cargar con las consecuencias de los siglos de dictadura moral en lo referente a la sexualidad entre hombres y mujeres. Las mujeres y los medios donde estas se desenvuelven ya no están dispuestas a continuar sometidas al silencio y a la dictadura moral impuesta, lo propio en un Estado de Derechos donde priman las libertades individuales y no los privilegios de un grupo.

Tanto la filosofía del derecho, como la iglesia y la filosofía, reconocen en el ser humano dos tipos de libertades, la libertad legal y la libertad moral, llamada por la iglesia libre albedrío, para el libre desarrollo de la personalidad consagrado en los Derechos Fundamentales con la proclamación universal de los Derechos Humanos en 1949, una no es más importante que la otra, sino que como propiedades inherentes a la dignidad humana y al proceso de la vida componen un todo unificado que se entrecruzan y potencian entre sí, sin una libertad legal plena y una libertad moral no reconocida, tenemos vida pero no tenemos con qué ni cómo darle sentido a la vida si no somos reconocidas como persona humana, que al igual que el hombre tiene deseos, anhelos, ambiciones, sueños y objetivos que cumplir, y que al igual que este necesitamos que un Estado de Derechos garantice ese entorno y respete nuestra voluntad y poder de decisión, si es que ya no vivimos en la Época Medieval o en un Lager en Auswitch, sujetas a su dictadura moral cristiana y de superioridad. De no ser así, la violencia y la muerte continuarán formando parte de la existencia de la mujer, la misma no se permitirá reconocerse como persona provista de dignidad humana, por tanto no podrá desarrollar su personalidad, manteniéndose expulsada y enajenada de su propio yo y sumergida en la debilidad del carácter y del espíritu será la presa fácil, no sólo de un hombre desaprensivo sino también de Estado abusivo.