La cuestión Shakespeareana del ¿ser o no ser? Se comprendería con mayor claridad si abordamos con objetividad la configuración del ‘no ser’ desde la antigua Grecia hasta hoy. Desde Parménides de Elea la sentencia fue contundente, lo que es, ‘el ser', puede pensarse, lo que no es, ‘el no ser’ no puede pensarse. Desde entonces el ser se configuró como una unidad inmutable y un rechazo al cambio como multiplicidad. Esta unidad para los pensadores siempre ha sido la verdad, lo que existe y todo lo contrario a esto, lo que cambia, lo múltiple no era más que una ilusión. Dentro de las características del ser como esencia de todas las cosas y lo que existe, una lo presenta con un carácter de divinidad que lo separa de lo natural.
El ser es ingénito, el ser no ha podido ser engendrado ya que habría sido creado por el no ser y el no ser no existe… si desvelamos ¿qué es el no ser?, de pronto ‘el ser’se nos esclarecerá de forma espontánea y sorprendente.
Para Parménides ‘el no ser’ no lleva a la verdad, es lo primero y lo más cierto que he aprendido, ‘el no ser’ no lleva a la verdad, pero el reconocimiento de lo qué es ‘el no ser’ conduce a un mejor entendimiento de la realidad, la realidad se concibe como única y hoy se entiende que es a su vez una categoría formadora de experiencia en la que intervienen los sentidos y la primacía que por ella se disputa la verdad, es decir, la razón, ha creado por quienes se han erigido como apoderados de la razón una especie de trance dogmático que le influye al ser una cualidad de divinidad inmutable que lo separa de la humanidad, y solo los humanos son los capaces de conocer, de pensar lo que es, el primer principio constitutivo del ser.
El ‘no ser’ es la nada, impensable, imposible y por tanto irreal. Y en esta ecuación lo importante es despejar la variable de lo pensable, ‘el ser’ siempre coincide con lo pensado, ser y pensar lo mismo son y todo lo pensado es pensable, la esfera de lo pensado pertenece al que piensa, al pensador, pero por fuera de este está el universo de lo pensable y esto es lo compatible con la realidad, puesto que el hecho de que yo piense en algo dentro del tiempo de mi existencia y las capacidades cognitivas del momento, no quiere decir que haya pensado en todo lo que existe por fuera de lo que pensé, y por ello, el hecho de que yo no lo haya pensado no reduce su cualidad de pensable y por tanto de que exista. Y por ejemplo si pensamos en la nada como un espacio vacío, ya existe, existe como un espacio que está vacío, por tanto lo pensé y delimité, la nada del ‘no ser’, no existe, no tiene valoración alguna porque en el momento de pensar la nada ya existirá de acuerdo a como yo decida pensarla. Sobre lo irreal es la última variable a despejar, lo irreal no existe en lo absoluto, todo lo que existe tiene distintos grados de realidad y de irrealidad relativa, de ahí proviene una confusión que resulta contra intuitiva porque todos sabemos que hay cosas que pensamos que no son reales en un aspecto material, pero si en su aspecto inmaterial, como las ideas, los mitos, leyendas y demás fenómenos que la mente pueda construir, pero que no son perceptibles con los sentidos de la misma manera, de ahí que confundir lo que es ‘el ser' con lo que debería ser de acuerdo al pensador, sea el pecado original de los dogmáticos.
La mujer como ser, no deja de ser ni ha dejado de ser por no ser pensada por el hombre como un ente que piense, como se abrazó esta concepción reaccionaria, irracional y alejada de la verdad durante siglos, la negación de esta realidad es la que ha tornado confuso el entendimiento y la reflexión del ser, entre su esencia y su existencia, y la verdadera unidad entre la apariencia de las cosas (fenómeno) y la esencia de este presente en los seres humanos indistintamente de su sexo. Pero ciertamente para dar paso a una reflexión realmente esclarecedora y verdadera del ser, la mujer precisa de ser percibida por los sentidos y la razón práctica del hombre, para que en ella, él pueda reconocer la unidad presente en ambos, la existencia, que es la que configura la realidad como el único camino hacia la verdad. Porque sobre lo que no se tiene duda alguna es sobre el conocimiento de que ‘el ser’ representa la única vía a la verdad a la que todos podemos acceder pero pocos deciden percatarse de ella, esto porque el logos, la razón, es una ley universal presente en todo ser racional con la capacidad para percibir y a su vez ser percibido, lo que conduce a la verdad, y la verdad no es más que desocultamiento, el Unverborgenheit de Hieddeger, el advenimiento del ser al momento de lo presente pero conservando la referencia de un previo ocultamiento, como quien ha corrido el velo de la ignorancia, dando un paso adelante a la luz y con una base constitutiva de no contradicción y del tercero excluido. Será en este momento cuando ‘el ser’ se manifieste en verdad y unidad.
La mujer perciba o no su realidad participa en ella como formadora de experiencia, pero hasta que no sea percibida como ser autónomo provisto de dignidad humana no será respetada su existencia, por tanto no será reconocida como ser con valor y ningún ser pensante forma parte de un ser sin valor, de la nada, porque esto contradice el principio de valor absoluto de ser, porque el ser es uno.