Desde la época colonial heredamos las prácticas patriarcales españolas que predominaban en Europa, en las que el hombre era el eje central de la sociedad. Nada raro. El hombre es el que ha dominado todas las instituciones, sean estas públicas o privadas, desde los orígenes de la civilización. Durante la colonización española, y específicamente en nuestro territorio, se produjeron los primeros visos americanos de internacionalización (y solución) de los conflictos, mediante la firma, en 1533, de un acuerdo de paz entre los nativos de la isla y España. Los firmantes fueron dos hombres. Por un lado, el cacique Enriquillo, y, por el otro, Francisco de Barrionuevo, representante del rey Carlos V de España. Tomando en cuenta estos primigenios antecedentes históricos, que pueden ser considerados como los iniciadores del quehacer diplomático entre nosotros, conviene que se señale en ellos lo que, desde entonces, es rutina en dicho quehacer, por mucho que en la época fuera lo natural. Me refiero a la ausencia de la mujer en el ejercicio de la diplomacia, lo que no podemos desvincular de una actitud discriminatoria que, con el tiempo, no hará más que intensificarse. Ha tenido, en efecto, que llover mucho para que la presencia de la mujer en tan delicadas tareas empezara a convertirse en una realidad, y mucho más todavía hasta que, en fechas muy recientes, algunas de nosotras lograran convertirse en jefas de misión en nuestras legaciones bilaterales y multilaterales.

Uno de los temas que problematiza aún más la situación de la mujer en la vida diplomática es que la diplomacia en la Republica Dominicana, como en la mayoría de los paises, depende de la voluntad política del ejecutivo. Quien ostenta la presidencia es quien, como jefe de la diplomacia, tiene poder supremo sobre nuestro ministerio de exteriores y es quien decide los diplomáticos que nos representarán en el exterior. Siendo nuestro sistema de gobierno eminentemente patriarcal —a pesar de los cambios de los últimos tiempos— aún persiste la exclusión de la mujer, si no como funcionaria, sí en el trascendente papel de jefa de misión, nivel en el que, salvo puntuales excepciones, tiene muy escasa presencia.

El gobierno del cambio ha llegado con la determinación de propiciar sustanciales modificaciones en nuestro ministerio. Para el cumplimiento de esta tarea ha elaborado un documento con los ejes que permitirán que estas se materialicen y se conviertan en una realidad. Una de las herramientas que se consideran imprescindibles para la consecución de estos objetivos es la profesionalización de los miembros del cuerpo diplomático y consular, motivo por el cual se ha implementado un programa de capacitación, en el Instituto de Formación Diplomática y Consular (Inesdyc), como requisito indispensable para la salida al exterior.

En este sentido, y como un aporte del empoderamiento de la mujer dominicana, un grupo de valiosas mujeres de carrera ha creado la Asociación de Diplomáticas Dominicanas (Adidom), con el propósito de asumir los objetivos contenidos en los ejes establecidos por el ministerio de relaciones exteriores, bajo la dirección del Canciller Roberto Alvarez y el mandato del presidente Luis Abinader, de profesionalizar y eficientizar la política exterior, valiéndose para ello de sus mejores recursos humanos y materiales.

Desde este nuevo espacio, que ya tuvo su primera asamblea virtual, se pretende poner a la disposición de nuestro ministerio la experiencia de las actuales diplomáticas dominicanas, muchas de ellas de carrera. Lo que se pretende es una integración cada vez más amplia, más equilibrada y acorde con los tiempos que corren, de nuestras mujeres en la importante actividad diplomática, eliminando de antemano los problemas suscitados tradicionalmente por diferencias de carácter sexista. Se trata, en fin, de abrir sendas que permitan cumplir de manera equitativa, rigurosa y diáfana los contenidos de la ley 630-16 y de su reglamento en favor del fortalecimiento de la diplomacia dominicana.

Asimismo, Adidom ha hecho los primeros contactos con las colegas diplomáticas para el intercambio y colaboración en áreas temáticas específicas, como la formación y el perfeccionamiento del saber ya adquirido, pretendiendo con esto que las mujeres que representan a la Republica Dominicana, tanto en la sede como en el exterior, puedan estar a la vanguardia de los nuevos tiempos.