La mujer del infiel, si se casó enamorada, es un ser sufrido. Azotada por dolores se torna a veces frágil, otras veces iracunda. La mujer del infiel puede ser tu compañera de trabajo o de estudios. Puede ser la persona con quien te ha tocado preparar el monográfico o el trabajo final para optar por un postgrado o maestría.

La mujer del infiel puede ser un excelente ser humano. Casos hay en que se trata de alguien recogida, responsable, madre dedicada, empleada competente, esposa abnegada; alguien que no merece lo que le está pasando. Con todo, le toca cargar la tremenda cruz de compartir la vida con alguien que pisotea continuamente el voto de fidelidad conyugal.

Nuestra sociedad idealiza a esas mujeres mártires, que aguantan muchas cosas, que lo soportan casi todo, y que siguen adelante con sus hijos y su casa, quizás esperando que el hombre cambie. En algunos círculos son muy respetadas y hay quien habla de ellas con admiración, conscientes del sacrificio al que se someten por no romper el hogar.

La ultra-conservadora Bíblia, que en casi todos los casos prohíbe el divorcio, lo aconseja en caso de adulterio

Es innegable que, en algunos casos, la mujer del infiel—especialmente cuando no hay grandes fortunas que repartir—es una persona que valora la unión matrimonial y que sinceramente está dispuesta a luchar por ella. En otros casos, sin embargo, simplemente no tiene a donde ir y depende totalmente del hombre.

La mujer del infiel también es una tentación. Siendo de carne y hueso y sometida a la burla, la traición o la indiferencia, razones le sobran para buscar un poco de calor en otros brazos. Esos brazos pueden ser los suyos, amigo lector, o hasta los míos. En ocasiones, oportunidades sobran para un intercambio íntimo con la mujer del infiel. Situación que se hace en extremo tentadora, cuando se trata de una dama atractiva.

Sin embargo, tocar a la mujer del infiel no es lo más conveniente. Y para quien toma en serio su salud y seguridad, creemos es lo último que debiera hacer.

Además de las tensiones propias de toda relación triangular, en la que en cualquier momento un detalle cualquiera pudiese alertar al marido de la traición de su mujer. Además de esto, está lo más innoble e injusto de esta situación. Es algo innoble e injusto, pero real: la mujer del infiel es un foco de infección, literalmente.

Ese hombre que anda en todos los jardines que se le ofrecen en las calles, es el mismo hombre que, por tratarse de su legítima esposa, a la hora de intimar con ella comparece sin ninguna protección. Se trata de alguien que anda “por los mundos” recogiendo cuanta cosa venérea pudiese recoger—o en serio peligro de hacerlo—y depositando eso, sin ninguna protección en la intimidad matrimonial.

Mujeres alejadas de toda vida libertina, y que han tenido la mala suerte de compartir y perseverar con un infiel crónico, se han visto visitadas por los más vergonzosos males de transmisión sexual, llevados a la casa por el esposo.

La ultra-conservadora Bíblia, que en casi todos los casos prohíbe el divorcio, lo aconseja en caso de adulterio. Hay razones, hasta médicas, que recomiendan una separación en estos casos.

Por más dulce, atractiva, angelical, de turgentes carnes y voluptuosas formas que sea tu amiga, esposa de un infiel crónico, piénsalo bien antes de tocarla. Pudieras estar cayendo en una cama de flores, o bien, lanzándote por un precipicio oscuro.

Es lo que pienso.