Cuenta La historia, que el Emperador Romano Julio César, le puso el divorcio a su esposa Pompeya Sila porque sospechó que ella le fue “infiel” en ocasión de haber sido principal organizadora de un rito que era solo para mujeres.  En dicho rito se “infiltró” un hombre vestido de mujer, con el “lascivo propósito” de poseer a la mujer del Emperador.  Aunque su marido no dio crédito a la “infidelidad” de Pompeya, justificó el divorcio sentenciando: “La mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo”.

Acudimos a este aforismo de la historia, para “valorar” la conducta del Presidente Danilo Medina frente al pueblo, al cual le pide mayores sacrificios de sus magros recursos, para entregárselos al mismo equipo económico, al mismo equipo responsable del colapso de las finanzas públicas.  Aunque, paradójicamente, fue esta conducta irresponsable, indolente, carente de toda ética, reprochable; que algún día deberá ser sancionada por la justicia; lo que permitió que hoy esté sentado en la famosa silla de “alfileres”.

Al Ud. permitir las liquidaciones y pensiones de funcionarios del gobierno pasado y premiarlos doblemente, dejándolos en sus puestos o asignándoles mayores responsabilidades en el tren gubernamental, desdice mucho de sus responsabilidades con el pueblo dominicano.  Señor Presidente, su discurso –muy aplaudido- no es coherente con los hechos.  Solamente el tener a los mismos voceros económicos, los mismos actores co-responsables de la crisis económica en que dejó al país la administración del Dr. Leonel Fernández, contradicen su discurso y arriesga su misión histórica.

Su administración, pierde el “glamour” y distorsiona sus aparentes buenas intenciones, cuando Ud. permite, que a la nación se le presenten caras muy cuestionadas y muy poco creíbles, especialmente,  cuando se está tratando de obtener más recursos de los que ya no tienen de dónde sacarlos.  Su Reforma Fiscal, alterará la vida familiar, empresarial, productiva, social y hasta la conducta del pueblo que Ud., como responsable del gobierno y del Estado,  tiene la responsabilidad de conducir en paz a puerto seguro.

Usted, Señor Presidente, ofreció un “cambio” y ni siquiera en los rostros se aprecia dicho cambio!.  Conserve la “magia” con que este pueblo lo ha recibido, aún a pesar de cómo se ha retenido el poder.  Cumpla con su rol, porque a Ud. es a quién se le pedirá cuentas…

Presidente, como le llamó Plutarco a la conducta de Pompeya y a la reacción del Emperador Julio César: “la mujer del César ni siquiera debe estar bajo sospecha”.