Mis artículos suelen versar acerca de vivencias de otras personas, mis pacientes regularmente, quienes me regalan historias que pueden ayudar a otras personas a crecer. Otras pocas veces han sido vivencias mías camufladas, pero esta vez quiero hacerlo transparentemente e intentaré tener un diálogo acerca de mi experiencia al despedir a mamá, como desde pequeñas le decíamos mis dos hermanas y yo.
Somos una familia de mujeres: tres hijas y cuatro nietas de padre y madre. Tenemos una hermana mayor de padre con la que desarrollamos un vínculo profundo, pero ya de adultas, en la infancia éramos tres niñas y yo la menor de todas.

La muerte de la madre para nosotras las mujeres suele ser una experiencia especial pues con ella se va un poco de nosotras mismas y se queda un poco de ella, y en mi caso de manera particular.
Asocio la elección de la psicología como oficio a ella pues fue maestra, primero de Educación Básica y luego de Educación Especial, de manera que esta área de desarrollo profesional es un legado de ella. Además de este legado lo atribuyo a algunas experiencias dolorosas en la niñez que me sensibilizaron con el dolor ajeno y me llevaron a buscar mi sanación acompañando a otros a sanar, primero a niños y niñas y luego a mujeres, nada casual.
Este trabajo que hago como terapeuta me obliga a mirarme para trabajar mis temas y papá y mamá para los seres humanos es "El Tema". Desde hace mucho tiempo hago proceso terapéutico ya que además de ser necesario por mi trabajo, creo fielmente que es un excelente camino para crecer y encontrarnos a nosotras mismas.

La despedida de papá, hace casi 4 años abrió un proceso profundo de descubrimiento de la madre que durante muchos años se había escondido ante mis ojos. La cultura patriarcal puede esconder a las mujeres de ellas mismas y de los más queridos, sobre todo cuando hay de por medio un varón carismático, seductor y responsable, como era mi padre. Su salida del escenario le dio paso a ella y pudimos al fin vivenciarla en todo su esplendor, pudimos identificar su fuerza que se ocultaba detrás de los llamativos rayos del Sol, que era papá. Pudimos disfrutar de su tiempo, cariño y cuidados sólo para nosotras, las hijas y nietas. A partir de ese hecho pude vivenciarme como una hija especial para ella y por fin pude identificar aspectos de mi personalidad que de ella recibí.
En lecturas compartidas de libros de crecimiento que hago con amigas y colegas, durante mucho tiempo intenté descubrir a mi madre en mí y no lo lograba, es como si a mí me pasara igual que a ella, que la luz de papá no me dejaba mirarme y al igual que ella se perdía en su relación con él, yo igual lo hacía.
Recuerdo que leyendo el libro Ser Mujer, que es una recopilación de artículos de autores Junguianos, intenté identificar y conciliar mi lado femenino y masculino a través de la vivencia de papá y mamá, pero en aquel momento no logré esta tarea. Solo después de la partida de papá tanto ella como yo logramos resplandecer con luz propia, la real, la nuestra. Tanto ella como yo, a nivel inconsciente vivíamos para complacerle a él y no a nosotras mismas. Hermoso proceso de crecimiento y liberación!
Con mamá sola entre nosotras retomé de nuevo el libro Ser Mujer, además "Secretos de Familia" de John Bradshaw y acompañada de mi terapeuta, pude lograrlo. Como le digo a mis pacientes, descubrirnos para vivir nuestra propia vida y no la de nuestros padres implica trabajo, esfuerzo, lectura, silencio, reflexión y valentía, solo así es posible ser feliz.

Digo que la fecha en que mamá murió fue un regalo para mí. Ella tenía un camino de tres cánceres de estómago en su haber, dos operados y el último, por su edad, no pudo ser sacado de su cuerpo. Vivió con gallardía, fuerza y alegría con él en su vientre cual cuarto embarazo en la vejez. La tuvimos consciente, pendiente de todo y presumida hasta solo un día antes de partir. Su deterioro fue muy rápido ante nuestros ojos. Y digo que su día de despedida fue pensado por Dios para mí, por diferentes razones y mis hermanas que me disculpen: primero, pude celebrar mi más reciente cumpleaños (marzo 3) junto a ella en su casa, siendo ella mi invitada especial. En segundo término tuve un corto viaje de trabajo y tendré otro en unos días ya programado. Me despidió y recibió con alegría del primero, dándome el tiempo para vivir el proceso de su partida, antes del segundo.
Murió el 6 de abril, que es el día en que celebramos en el país el día del psicólogo. De hecho mucha gente al ir enterándose, no entendía, pues mi última publicación en las redes sociales fue celebrando con el equipo del Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia a propósito del día. La gente pasó de felicitarme a darme el pésame el mismo día, de un rato a otro. Esto para mi tiene un significado especial.

Ese día, estuve en el Centro y luego de la celebración, despaché algunos pendientes pues tenía cita con la ginecóloga al medio día, de nuevo nada casual: madre-mujer.
Había quedado de almorzar a las 2 de la tarde con una mejor amiga y por las 11 ella me pregunta ¿cómo vamos? Me propone posponer para mañana ya que al otro día era viernes, mi respuesta textual por WhatsApp fue: "el mañana no existe y menos en la situación en que estamos con nuestras madres", ella asiente y acordamos vernos.
Yo terminé más temprano de lo previsto en mi cita ginecológica y salí con una hora disponible para llegar, un libro siempre salva estas situaciones. Llegué al lugar y entrando recibí la llamada de mí hermana mayor para decirme que mamá estaba malita y debíamos ir a su casa. Luego recibí el cariño de mi otra hermana que llamó para decirme que mamá se iba, pero que fuera tranquila que ella estaba a cargo y en paz, así la sentí. En ese momento tuve la certeza de su partida. Sin prisa pedí un Martini, agradecí por su vida y luego de picar algo y llamar a mi amiga para que no fuera al encuentro, partí a la casa de mamá.
La encontré en una agonía tranquila que me permitió besarla y decirle que la amaba. La toqué por un rato para que sintiera mi presencia y mi voz.
Despacio fueron llegando todas las demás y se encontraban con ella. Llegó el sacerdote y en familia vivimos el hermoso momento de recibir los Santos Oleos, ella en el estado en que se encontraba siempre supo lo que estaba pasando. Llegó gente querida y mamá esperó a que llegaran todas las nietas para hacer su último suspiro. En ese momento cantábamos y orábamos, fue un hermoso momento de despedida amorosa a una mujer-madre-abuela-cuñada-tía-suegra-amiga-hermana.
Murió tranquila en su casa, acompañada de la gente más amada y en la santa alegría de quienes vivieron el proceso y no tienen cuentas emocionales pendientes.
Luego, el ritual social de despedida en la funeraria y el sepelio donde cerré el círculo para mí y las siguientes generaciones.
Los días van pasando despacio y nos vamos acostumbrando a su ausencia, yo decidí parar el trabajo, hacer silencio, descansar emocional y físicamente, salir de las redes sociales y solo escribir. Esto me ayuda a organizar las emociones y cumplir con la sagrada misión de acompañar a crecer a otras mujeres con mi escritura.