En días pasados, ví surgir un hermoso arcoíris -esbelto dentro de su curvatura- coronando el cielo capitalino. Con su valentía, pretendía protegernos de la inclemente lluvia.  Algunas nubes le ocultaban y gallardamente volvía a desplegarnos el abanico de sus mágicos colores.

Con sigilo, sorprendiéndole, nubarrones grises y negros le rodearon, ¡tal cual la cobra asedia a sus indefensas presas! No valieron sus esfuerzos por sobrevivir. El arcoíris luchaba y languidecía…
Rodeado por la furia de los siniestros verdugos celestes, desapareció entre nubes claras! dsc_0144

Las estrellas –  despavoridas y acobardadas – escondieron sus juegos, más aún, sus destellos, permitiéndoles así la implacable  invasión  del firmamento. Regresó la noche,  testigo silente del exterminio  cobarde,  de aquel ingenuo y confiado, también fenómeno atmosférico.

Me entristeció el espectáculo, y sin pensar, pensé, cuán parecida a nuestras realidades resulta la agonía y muerte de aquel  arcoíris, que ví languidecer entre  las rejas de mi balcón.
Bruni, tantos diciembres y eneros;  tantos Manolo, tantas "escarpadas montañas de Quisqueya";  tantos junios y Mayobanex; tantas luchas, tantas muertes,  tantos que ya marcharon, quizás en el silencio de nubarrones grises e inclementes negras noches.

Y como ciclo natural,  nueva vez, ¡volverán a surgir los arcoíris!, y la esperanza poblará los campos, en el vuelo irrefrenable de las mariposas!

Gian
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"'
Filipenses 4.13