Ramón Cáceres Vásquez (Mon) nació el 15 de diciembre del 1866. Uno de los 6 hijos de Manuel Altagracia Cáceres (Meme) y Remigia Vásquez.
El asesinato de Meme en 1878, ocurrió siendo este vicepresidente y en plena campaña política por la Presidencia de la República, que todo indicaba que ganaría, especialmente después de recibir el apoyo de Gregorio Luperón, que aunque eran de bandos contrarios, este último no creía en el candidato de su propio partido, el inescrupuloso de Cesáreo Guillermo, gran beneficiario de ese crimen. Mon de tan solo 12 años y toda su familia, aturdidos y apesadumbrados, se refugian en Estancia Nueva con la triste carga del dolor por la muerte de su padre.
Infinidad de pensamientos recorrieron la cabeza de Mon una y otra vez, pero de uno en especial nunca encontró explicación. ¿Por qué? Que había hecho su padre sino servirle a la república de la manera más digna. Un hombre como Meme, quien tenía 43 años, no merecía esa muerte. Era conocida su bonhomía que lo había empujado a alejarse del presidente Buenaventura Báez por el incumplido hecho de no respetarle la vida al joven poeta y político Manuel Rodríguez Objío, discípulo del escritor Alejandro Angulo Guridi, como se lo pidiera el mismo Cáceres antes de mandarlo como reo a la capital. “Ventura, necesito garantías de que no lo fusilarás, para poder enviártelo”, fue el mensaje de Meme.
La adolescencia de Mon transcurrió en Estancia Nueva ayudando a su madre y hermanos en las faenas del campo y estudiando en la escuela de Moca.
Nunca más se volvió a sufrir el insoportable dolor por la muerte de Meme y mucho menos llenarse el corazón de odios y rencores. Remigia, la viuda, hizo una encomiable labor llena de comprensión para lograr inculcarle a su hijo los valores supremos que le servirían como guías en sus propias valoraciones morales. ¡No había tiempo para el lamento!
Durante su juventud, Mon tuvo mucha afinidad con su primo hermano Horacio Vásquez, quien era mayor y se había convertido en una especie de tutor para él y a quien admiraba y quería. Y así pasaron los años.
Una oscura noche iniciando el 1899, ya muy tarde, se apareció Horacio a la puerta de la casa de Mon, quien vivía con su esposa Narcisa en Estancia Nueva. Esta visita tan inesperada cómo rara, le resultó muy preocupante, y en efecto lo era. Horacio le contó sobre la orden, del tirano Ulises Heureaux (Lilís), de matarlo, pues él se había convertido en el Cibao, en una voz disidente que preocupaba ya a Lilís. Con su carácter singular, Mon le propuso a Horacio acabar con el dictador de una vez por todas. Podría entrar al mismo infierno por una causa noble, pero en este caso se enfrentaría al demonio en sí, por proteger a su primo Horacio.
Empezaron a preparar el plan de manera inmediata y eventualmente Lilís aparecerá en Moca el 25 de julio de 1899. Al día siguiente cuando los primos iban de camino al pueblo para enfrentarse al destino, Horacio lucia muy nervioso y Mon lo advierte e inmediatamente le dice que es mejor que se devuelva y como una salida honrosa le propone que espere vigilante en el camino a Licey por si Lilís se escapaba hacía Santiago. Pero el plan no fracasa y se ejecuta el tiranicidio, desapareciendo para siempre la Era de Lilís.
Mon entra abruptamente a la historia en una corriente que lo arrastraría toda su vida a la política hasta alcanzar la Presidencia de la República. Humildemente reconocía que el líder era Horacio, aunque no siempre estuvo de acuerdo con su manera de manejar ciertos asuntos políticos.
A mediados del 1905, siendo Presidente de la República el sacerdote Carlos Morales Languasco y vicepresidente Ramón Cáceres, sucedió un enfrentamiento que tendría una consecuencia fatal con el devenir de los años. Al enterarse Mon de que Luis Tejera, joven y muy engreído oficial, quiso humillar e irrespetar al presidente Morales, Mon delante de la oficialidad del ejército, reprendió con severidad y dureza a Tejera, a quien le llamó atrevido y desconsiderado, advirtiéndole que no se tolerarían insubordinaciones al presidente.
Luego, en diciembre del 1905, Carlos Morales Languasco, un hombre bueno y sano, por presiones políticas y personales decide dimitir del cargo pasando Mon a ocupar su lugar como Presidente de la República juramentándose el 12 de enero de 1906.
El gobierno de Ramón Cáceres ha sido considerado como progresista, en el cual se instauró la ley y el orden, y donde el país cada día avanzaba hacia un ordenamiento que necesariamente haría prosperar a la república. Se respetó la constitución firmemente y se abolieron los privilegios. Esto último, habría de molestar a algunos y tendría también, una funesta repercusión futura para el presidente Cáceres.
Durante el gobierno de Mon, casi desde el principio y por motivos desconocidos, el primo Horacio se alejó. Quizás por esos desvaríos que suelen sufrir los caudillos, acostumbrados al mando, cuando advierten que alguien le opaca el brillo de gloria y de poder que sentían antes, lo que podría haber provocado en él, egoísmos y envidias.
Horacio entonces, decidió marcharse del país y se fue a Puerto Rico en una especie de auto exilio, como alejándose por si algo pasaba. Desde allí envió un manifiesto en contra del gobierno. Cualquiera podría imaginarse lo que debió haber sentido Mon con esa proclama. ¿Cómo pudo esto suceder si él hacía esfuerzos por lograr un gobierno ejemplar? ¿Por qué, si quería tanto a Horacio, que además era su primo hermano y habían crecido juntos? Posiblemente fue, hasta entonces, el golpe más duro que recibió Mon en toda su vida después de la muerte, a destiempo, de su padre.
El asesinato del presidente Ramón Cáceres, ocurrido el 19 de noviembre del 1911 a la temprana edad de 45 años, fue tan inesperado como alevoso, y llenó de consternación a un país que empezaba a respirar aires de tranquilidad y progreso. Como si fueran movidos por fuerzas invisibles y oscuras, convergen los factores precisos para que se pudiera cometer este horrendo crimen; basado únicamente en la traición, el rencor y las ambiciones.
Horacio traicionó a su primo Mon, quien había asumido riesgos de muerte por salvar su vida y que además hacía ingentes esfuerzos por adecentar el quehacer público desde el gobierno. La familia Cáceres siempre ha considerado que Horacio sabía de la conjura y no le advirtió. El comportamiento suyo parecería ser recogido en una frase de Shakespeare en Hamlet, a saber: “hay muchas más cosas en el cielo y en la tierra Horacio, que las soñadas en tu filosofía”.
Luis Tejera finalmente se vengó lleno de odio y resentimientos, aprovechando la falta de apoyo, de Horacio y de algunos horacistas, al gobierno de Mon. Casi 6 años le tomó la espera para urdir su aberrante plan, después de aquella histórica amonestación. La errática conducta de Horacio, le indicaba que había llegado el momento de desquitarse aquella bochornosa reprimenda.
Los demás complotados, en sus ambiciosos afanes de riquezas y de cargos públicos, habrían consentido en participar en el magnicidio como borregos a la orden de un prepotente, con ínfulas de grandeza, como Tejera, quien al huir después del crimen fue alcanzado por el general Alfredo Victoria y no solo lo mataron sino que lo picaron en pedazos; en un acto de salvajismo inaceptable.
La muerte de Mon no solo enlutaba de nuevo a la familia Cáceres, y no sería esta la última, sino que cubría con una densa y sombría capa asfixiante a toda la nación, lo cual lamentablemente se manifestó de la manera más terrible para la salud de la república.
Al desaparecer el presidente Cáceres reinó el caos en todo el país por mucho tiempo, provocando ulteriormente una intervención extranjera por ocho ignominiosos años. Luego llegó al poder Horacio Vásquez, quien facilitó, por su falta de carácter, la instauración de una dictadura tan larga como férrea. Estas fueron las consecuencias reales sufridas por el pueblo dominicano con la muerte de Mon.
¡Que pena!
Nota del autor: el autor de este artículo es el 4to bisnieto de Mon. Muchas de las cosas aquí planteadas las recibió por tradiciones familiares.