Un fuego invisible, que todo lo corroe y lo hace cenizas, circunda deseos, curiosidades, ansias de conocer, pequeños deseos de saber, todo, pero todo lo corroe y lo  destruye.

A veces, es tan fuerte su vaho de humo y ceguera, que se trastoca en el tiempo  de la historia, pareciera  fenómeno de oscurantismo, más del Medioevo que de  la edad contemporánea.

La  muerte de las librerías, changarros soñolientos en las junglas urbanas donde la presencia de la cultura, más que un lujo, es una ausencia pactada con desenfado, por terroristas de cerebros y pestañas, simuladores de grandes ferias con una inconfundible peste a grasa vetusta, hipódromo adolescente para escolares sudados, ausente de los libros y el conocimiento cacareado.

¿Cuál sería el verdadero diagnóstico de la muerte de las librerías?

¿Qué panoplia de post modernidad cibernética, cual máscara huidiza, se buscará para fuñir a los libreros y acusarlos de perezosos, pre modernos,  abuelitos analógicos de mecedoras lustradas y lento vaivén?

En medio de la debacle evidente de la crisis en un importante sector de la cultura: ¿No sería más inteligente, en vez de acusar o juzgar, tratar de  buscar soluciones acorde con el nivel de dramatismo de la situación?

¿O acaso los libreros como sector, están pagando las consecuencias de impericias en tiempos post modernos sin auxilios o con la indiferencia castigadora, de quienes debieron ayudarlos a salir de esa crisis usando la vía de recursos pautados para esa área?

¿O es que ahora resulta que tantas ferias, y ferias y ferias no han servido de nada?

¿La muerte de las librerías tienen en un país, mayor trascendencia abyecta de lo que se supone, porque indica también que en relación con la lectura, algo sucede con la población?

¿O  para el ministerio de Cultura, la crisis o la muerte de las librerías es solo un asunto de buena o mala gestión de  los libreros?

En un juego de esgrima verbal, las responsabilidades se escurren: que si hay crisis de las librerías fuera del país, que si la gente no lee, que si el imperio Amazon, que si bla, bla, bla. Que si es una responsabilidad "de todos", que si bla, bla y un bla bla, Ad nauseam, que no logra desviar la responsabilidad haciendo alardes verbales de un gran conocimiento de lo sucede en el exterior como justificación baladí ante las ausencias de tareas asumidas. Claro, después que existe la "globalización", ella es la culpable de todo…

Pero no se dice que han pasado 8 años, tiempo suficiente, para que con voluntad creadora y sensibilidad social, se hubiese enfrentado un problema vinculado a la médula de una política cultural, dirigida a dar el primer paso, para tomar en serio el tema de la alfabetización. De nada nos sirven las donaciones de lujo, ni las bibliotecas si no existe un plan nacional de alfabetización serio, en un país, en el que el responsable de educación, según las siglas del partido que en ese momento esté el poder, ofrece una estadística distinta, sobre el porcentaje de analfabetos existentes realmente, en la República Dominicana.

¿Quién debe plantearse el tema de  la "Pobre Tradición Lectora de los Dominicanos"1?

Respuesta de selección múltiple:

A) Los Bomberos

B) La Nasa

C) Benitin y Eneas

D) Ministerio de Agricultura…

E) El Bar de la Negra Pola y su Bingo

F) Ministerio de Cultura.

Elija usted la respuesta.

El planteamiento sustancial sería coordinar donaciones de libros, con proyectos mancomunados entre el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura, a fin de que quienes han tenido en sus manos grandes presupuesto, a veces especiales, lo apliquen para crear un atractivo inteligente e incentivar deseos de lecturas, con criterios masivos en la población.

Lo sensato sería eso…

Sucede que no es así, cuando las librerías comienzan a morir, algo en la sensibilidad colectiva, con respecto al saber está sucediendo en el país, no basta que la librería Cuesta, tenga éxito en la segmentación social que se conoce y que es ostensible en esa nueva relación entre consumo urbano (la cultura de los Mall), altas clases sociales, selectividad gastronómica "cultura" del libro, en una ensalada ultra moderna de comida, lectura y entretenimiento (loasir)2

Quien conozca un poco los paisajes urbanos de las grandes capitales latinoamericanas (Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, Asunción, Lima o Montevideo), nadie podría imaginarlas, sin la copiosa presencia de sus hermosas librerías, que no han estado de adorno, sino que forman parte del latido cultural activo de esos países.

Es imposible inventar una tesis falsa, sobre la inexistencia de un correlato entre sociedad y lectura, pretendiendo dejar la crisis y sus posibles soluciones al colectivo de la sociedad toda, cuando esa misma sociedad paga Ministerios para que se ocupen de sus obligaciones sectoriales…

Y esta referencia se puede hacer sin olvidar, que cada librería elige su espacio urbano, el blanco social de su público y sus preferencias; las hay de lujo, con menos lujo, sin lujo, pero todas las librerías al fin sirviendo a un propósito: la propagación del conocimiento, mezclando a las clases en su consumo de  libros. Si en esos en esos países arriba nombrados, de repente las librerías comenzaran a desaparecer,  ¿No sería un gran motivo de alarma social, en término del conocimiento y las relaciones sociales colaterales entre libro y sociedad?

Colombia, por ejemplo, llegó al extremo de inventarse con gran acierto del instinto popular, los llamados BiblioBurros:

"Es la historia de un profesor en una lejana y deprimida zona en el Magdalena- Colombia-, que utiliza a sus burros para llevar los libros a donde no hay escuelas para enseñarle a los niños más pequeños que existen formas de superación y con la decidida ilusión de convertirlos en personas de bien."

¿Nos prestaría Colombia, algunos de sus Burros ilustrados, para que hagan escuelitas aquí, en algunas cabecitas?

Nadie podría creer que la muerte de las librerías, en ningún país, puede ser sólo el síntoma de la impericia en la gestión de algunos libreros  con dificultades financieras. No, no y no. La problemática, por más lecturas sesgadas que tenga, por más manipulación que se pretenda hacer, tiene otras significaciones alarmantes, con respecto al país y la extensión de su crisis societal y ciudadana. Si sólo tomamos a los libreros como chivos expiatorios, se estaría desviando el problema, hacia zonas de menor visibilidad, en relación a la dimensión que el mismo ostenta: porque esta crisis de hoy, lamentable decirlo, anuncia un futuro sombrío para el aprovechamiento del conocimiento de las nuevas generaciones, aunque estás sean fanáticas de las redes sociales en Internet.

Cuando se personaliza algo de mayor trascendencia, se trata de evitar una interpretación que implique establecer las responsabilidades concernientes, esquivadas en aparataje verbal huero y apresurado.

En consecuencias, no tapemos el sol con un dedito, la muerte de las librerías,  es  el fuego invisible que avanza sin cesar, clarinada aviesa de la ignorancia que gana terreno, sin posibles bomberos salvadores, en el discurrir de estos días.

Nota del Autor: La  lista de las librerías en dificultades crece, entre ellas las ubicadas en la Zona Colonial: librería América, librería Luna, librería Trinitaria, La Filantrópica.

Otras librerías: Thesaurus, proyecto innovador, Mateca, que aprovechando su amplio espacio ha instalado un Spa, como forma de paliar la situación, librería Amengual.

Finalmente, reflexione esta contradicción de propósitos: a pesar de la Globalización el paisaje de librerías en las capitales principales de América Latina se mantiene y coexiste con el Internet,  lo que hubiera sucedido en República Dominicana si se hubieran aplicado políticas de gran incentivo para la lectura, tomando en cuenta la misma globalización y las modalidades que de ellas derivan, simple…

NOTA

1 Véase  la página 4A del periódico "Hoy" del 3 de febrero de 2012.

2 2En francés: divertimento, relajación