Reflexión dedicada a los organizadores de Frontera de Luces por mantener viva la memoria histórica, pensando sobre todo en el futuro de dominicanos y haitianos.
Hace ochenta años, en un breve lapso de tiempo al inicio del otoño de 1937, hubo una solapada matanza de muchos niños, mujeres y hombres, principalmente en la Línea Noroeste. En su mayoría las víctimas eran campesinos haitianos y sus descendientes nacidos en territorio dominicano, donde cultivaban la tierra y pastoreaban ganado hasta entonces sin control estatal. Iban y venían, o se asentaban informalmente por largos períodos. Muchos eran “rayanos”: bilingües y biculturales, bien familiarizados con la cultura dominicana y dominaban el español con destreza, aunque quizás con acento.
Hay hechos de la historia difíciles de esclarecer científicamente en sus detalles por razón de su misma naturaleza. Cuando el Estado autocrático se empecina en no registrar un acontecimiento nefasto o en borrar sus huellas, evidentemente no quedan rastros en la documentación oficial. Entonces su reconstrucción depende en gran medida de la evidencia circunstancial, sobre todo de los testimonios de participantes y observadores contemporáneos. En el caso de la matanza de 1937- que en su tiempo fue bautizada “El Corte” y que literariamente ha devenido en la “Masacre del Perejil”- Trujillo tomó todas las providencias de lugar para impedir su documentación. Al tener completo control del aparato estatal, Trujillo pudo dejar pocas huellas materiales de la horripilante barbarie cometida. Las órdenes fueron estrictamente verbales y no se registraron actas de defunción, ni se marcaron lugares de enterramiento. Como habría de pasar con el secuestro y asesinato de Jesús de Galindez dos décadas después, no hay pruebas fehacientes de los hechos detallados porque fueron meticulosamente evitadas o borradas a cualquier costo.
No se sabe a ciencia cierta el día exacto hace ocho décadas en el que inició aquel sacrificio indiscriminado de miles de vidas humanas en aras del proyecto político de un caudillo trastornado. La fecha de inicio de la masacre más citada es el 2 de octubre, durando la operación varios días; pero hay quienes sitúan la masacre a partir de los últimos días de septiembre y con una duración de varias semanas. Tampoco hay precisión del alcance geográfico de la campaña de violencia concertada, pues hay reportes de “haitianos” asesinados en Moca y Puerto Plata, entre otros lugares lejos de la frontera. En todo caso la matanza de 1937 fue difusa en espacio y tiempo, precisamente para lucir espontánea y desorganizada. Sin embargo, no mentimos ni falseamos la historia al decir que ocurrió al inicio del otoño de 1937, y que el grueso de la masacre ocurrió en la Línea Noroeste.
Más importante aún, hasta el día de hoy no se ha determinado exactamente cuántas personas murieron en esa operación de corte militar disfrazada de agresión civil. Muchas víctimas perecieron adrede apaleadas, apuñaladas o macheteadas, y relativamente pocas a bala de fusil militar. Así trataron de disfrazar la acción oficial de Trujillo como un levantamiento sorpresivo e incontrolable de la población criolla contra sus vecinos inmigrantes haitianos. Por eso también en krejòl la masacre es denominada “kout kouto-a”, que viene siendo el equivalente de apuñalamiento o “corte”. Imposible es precisar nombre, género, edad y ubicación de los masacrados. Las estimaciones “razonadas” del número total de víctimas oscilan en el rango entre varios cientos y hasta unas 30,000 muertes. Pero queda claro, sin necesidad de precisar estadísticamente cuántas personas murieron- así fueran solo las 547 de la Cancillería- prácticamente todos los “haitianos” independientes fueron desalojados de la región fronteriza mediante la fuerza, matando a un número indeterminado de ellos y escapándose otros al cruzar la frontera y no regresar a reclamar sus pertenencias. Fueron exterminados suficientes “mañeses” como para provocar la estampida de los demás e imprimir el mensaje claro: “no se atrevan a retornar a sus predios confiscados en territorio dominicano”. No mentimos ni falseamos cuando afirmamos que fueron acribilladas a mansalva demasiadas almas inocentes para nosotros olvidar o acallar la masacre, arriesgando que en el futuro se repita esta tragedia sin haber realizado esfuerzos para evitarla.
En los enclaves agrícolas de plantación no hubo ataques a los peones de los grandes terratenientes estadounidenses, y haitianos siguieron cortando la caña para los ingenios azucareros. Pues no primó el encono racial o étnico contra los haitianos de parte de Trujillo, sino contra la libertad, la independencia y el emprendimiento, que eran una amenaza a su control omnímodo. En su capacidad de peón dependiente y controlado, no había por qué enfrentar al haitiano. El problema era cuando el mañé no servía al gran amo como dependiente y se creía libre y autónomo, un ser humano con derecho a la vida y a los frutos de su trabajo. Al momento de su eclipse, Trujillo era el patrón de miles de cortadores de caña en sus ingenios azucareros, de donde no salían.
En el otoño de 1937 la frontera quedó limpia y lista para ser “dominicanizada”, o sea, bajo el control absoluto del aparato estatal de Trujillo, domesticada como el resto del país. Esa fue la principal razón que motivó la espeluznante masacre que desde el punto de vista del sátrapa fue un rotundo éxito. Al ejercer la hegemonía sobre la región fronteriza, Trujillo consolidaba el poder sobre su finca, evitando el tradicional riesgo de la insurrección proveniente desde o vía la frontera, flanco que había sido el mayor dolor de cabeza de todos los caudillos dominicanos desde los tiempos de Conchoprimo. Pero también “El Corte” fue un poderoso mensaje a la oposición política interna y en el exilio sobre la capacidad monstruosa de Trujillo para utilizar la violencia con fines maquiavélicos. Arreciando su persecución de los opositores, provoca la salida de Juan Bosch al exilio pocos meses después, en enero 1938. En las elecciones de ese año, con el poder ya consolidado, Trujillo se dio el lujo de simular la alternancia en el poder, haciendo elegir títeres para encabezar el gobierno al tiempo que arreciaba su control megalómano sobre el Estado y el pueblo.
La matanza del 1937 provocó trauma en muchos dominicanos. Freddy Prestol Castillo documentó su experiencia como funcionario judicial en Montecristi de forma novelada, pero no se atrevió a publicar la obra hasta 1973. Tan traumática resultaba la operación para los paleros y macheteros encargados del “Corte”, que muchos solo pudieron cumplir órdenes anestesiados por el romo que fluía en abundancia. Trujillo sembró hábilmente el terror con “El Corte”.
Varios investigadores han recolectado otros importantes testimonios de sobrevivientes de ese oscuro episodio de nuestra historia, documentando el impacto en sus vidas, como el recogido por Richard Lee Turits, a continuación:
El resultado de esa violencia inexplicable fue trauma y sufrimiento para muchos de los de etnia dominicana en la frontera. Doña María describió la condición de su esposo después de los asesinatos: “Yo tenía un esposo y ese hombre murió por el peso y la pena de ser testigo de la masacre haitiana, pues había trabajado con muchos haitianos. Cuando él iba a las casas de los haitianos y veía tantos muertos y sus casas quemadas, ese hombre se volvió loco y no comía nada. Se pasaba todo el tiempo pensando con la cabeza baja, pensando en todos los haitianos que habían muerto. Él murió… tres meses después.
Muchos valientes dominicanos- incluso militares en servicio- arriesgaron sus vidas para mitigar los efectos de la persecución en sus vecinos y relacionados haitianos. Turits resume algunos de los testimonios de sobrevivientes haitianos:
A pesar de que algunos dominicanos residentes en la frontera proveyeron información local crítica sobre el paradero y la ascendencia de los haitianos, muchos otros también protegieron a sus vecinos de los asesinatos. Un oficial de la División de Inteligencia Militar estadounidense que viajó a la frontera dominicana en diciembre de 1937 reportó: “En algunos lugares se dice que nativos dominicanos, haciendo caso omiso de su propia seguridad, escondieron a refugiados haitianos, muchos de los cuales habían vivido pacíficamente entre ellos por más de una generación”. Incluso algunos guardias locales trataron de ayudar a los haitianos. Ercilia Guerrier recordó cómo un teniente local “a quien se conoce muy bien en un pueblo pequeño”, fue a su casa el 2 de octubre para advertirle a su familia que huyera a Haití de inmediato. Y Emanuel Cour recordó cómo, cuando él y su madre trataron de escapar a Haití, “guardias de nuestra área [que] nos reconocieron” los previnieron que no tomaran una ruta en particular porque en ella había estacionado un grupo de soldados foráneos que probablemente los matarían.
Marcio Veloz Maggiolo capta magistralmente el impacto de la pérdida de dos íntimos amigos rayanos del protagonista de su novela, El hombre del acordeón, al cantar el mítico merenguero Honorio Lora:
"Cuando la mueite llegó no quedó ningún rayano, que con la mueite en la mano hata ei machete gritó: que no lo maten poi Dio, son también dominicano".
En conclusión, el historiador francés, Lauro Capdevila, en su ensayo sobre la novela, El Masacre se pasa a pie, ha dictaminado que: “En definitiva, la víctima de la barbarie resulta ser el propio país.”
A ochenta años de distancia, el recuerdo de la matanza de 1937 todavía lacera el alma de la humanidad, en momentos en que los birmanos budistas agreden sin misericordia a sus hermanos musulmanes, matando a miles y desplazando a la fuerza a cientos de miles de rohinyás hacia Bangladés. Sigamos reflexionando juntos en esta isla compartida para no repetir hechos funestos de nuestra historia, y no volver a ser víctimas de la barbarie de monstruosos tiranos de ambos lados de la frontera.
Enlaces recomendados:
https://www.borderoflights.org/ sobre Frontera de Luces
https://amnis.revues.org/465?lang=es Lauro Capdevila sobre la novela El Masacre se pasa a pie
https://www.diariolibre.com/noticias/matanza-de-haitianos-del-37-un-zapatazo-de-trujillo-EDDL830141
http://hoy.com.do/bernardo-vega-y-edwidge-danticat-discuten-la-matanza-de-1937-2/