Estas fechas de navidad son propicias para retomar una de las historias más famosas de la literatura universal: Un canción de navidad, de Charles Dickens.
Llevada al cine en múltiples ocasiones -recomiendo la versión de Brian Desmond Hurst, de 1951- la historia narra la vida de un empresario avaro llamado Evenezer Scrooge, un anciano amargado entregado de modo exclusivo a acumular fortuna. Scrooge odia la navidad, porque la entiende como una tonta costumbre que interrumpe el ciclo rutinario del trabajo y del ahorro, de la acumulación de capital.
Asimismo, a Scrooge le molesta la navidad porque durante ella se incrementan la entrega de regalos, las solicitudes de ayuda para los pobres, en otras palabras, para lo considerado por él como despilfarro.
Y con esta perspectiva de la vida, Scrooge se distancia de sus conciudadanos y familiares, volviéndose un huraño. Hasta que un día recibe la sorpresiva visita del espíritu de quien en vida había sido su socio, Jacobo Marley, otro avaro que había dedicado su vida a acumular dinero. Encadenado, Marley le informa que sufre en el más allá el precio de llevar una vida constituida por la ambición. Le señala que ha venido a advertirle y que recibirá la visita de tres espíritus a quien le conviene escuchar.
Los tres espíritus que visitan a Scrooge corresponden a las navidades pasadas, las navidades presentes y las navidades futuras. Por los dos primeros, Scrooge se reencuentra con sus decisiones y acciones pasadas, mientras que el último le muestra el espejo donde debe mirar las consecuencias de las mismas, trágicas, como la vida misma que él ha elegido.
La historia de Scrooge fue escrita por Dickens en el apogeo de la revolución industrial, en el contexto de una sociedad inglesa que se había desarrollado de un modo vertiginoso, pero al mismo tiempo generaba profundas desigualdades sociales. Se iniciaban los procesos sociales que desembocarían en el tipo de sociedad de mercado que conocemos hoy: acelerada, hiperactiva, trabajólica, consumista e injusta.
Con los años, la historia de Scrooge ha mantenido su vigencia. La navidad, más allá de las connotaciones religiosas que la fundaron expresa la búsqueda de un sentido vital que yace más allá de las posesiones materiales y los reconocimientos de este mundo. Constituye la utopía de que otro tipo de vida es posible, basada en la generosidad y la entrega hacia los demás. Un sentido que la misma sociedad de mercado ha trastocado en favor de una cultura de la compra compulsiva, del individualismo y de la frivolidad.
Una moraleja de la historia de Dickens es que nosotros formamos con nuestros deseos las cadenas de la sociedad moderna, pero también tenemos la posibilidad de tejer redes de solidaridad que conformen un mundo donde nuestras vidas tengan el propósito de construir una vida buena forjando un proyecto común de humanidad.