La expresión “La Morada de Lucifer” como título de esta entrega es tomada de un amplio comentario-testimonio hecho por el Dr. Pedro Mendoza al leer un artículo de mi autoría sobre la reforestación en “Santamaría” publicado en www.acento.com.do
El Dr. Pedro Mendoza explica, entre otras cosas, refiriéndose a la idea deformada sobre la convivencia en la frontera dominico-haitiana que tienen muchos ciudadanos de ambos países y extranjeros, que “cualquiera creería que allí es la morada de Lucifer, no el lugar de residencia de miles de personas tan criaturas de Dios como todas las que habitamos en los dos países”.
Al leer su comentario en Acento, pensamos: Tiene razón, la frontera es un espacio para la interpretación ambiental, no la morada de Lucifer, siguiendo la misma idea del tocayo y motivándonos a desarrollar algunas otras que la experiencia nos ha dado al haber trabajado en proyectos realizados en la Carretera Internacional.
La interpretación ambiental es una actividad recreativa que permite revelar o transmitir el interés ambiental (social, económico, histórico y ecológico) y de manera atractiva el significado de un patrimonio tangible o intangible (Bosque, vivero, río, mercado, idea y creencia…) utilizando formas adecuadas, tomando en cuenta las vivencias del interprete (Muchas veces llamado guía) y de los participantes, con el fin de despertar el interés del visitante por los lugares y recursos locales que tienen las comunidades para que ayuden a fomentar su conservación.
Para lograr una buena interpretación ambiental de cualquier espacio o manifestación cultural, la visita debe ser conducida por una persona conocedora de la zona; y usted, como visitante disfrute, pregunte, reflexione y piense que usted no es el único centro del universo cultural (forma de ver al mundo); pueden existir otros puntos de vistas a su alrededor.
En ese sentido, queremos compartir con ustedes algunos puntos de vistas sobre la riqueza turistológica de la zona y sus valores culturales, porque la frontera, como dice Mendoza, no es la morada de Lucifer; sino que, nos sumamos al criterio de los que han planteado que es un espacio con un enorme potencial turístico.
En medio de la pobreza extrema, desolación, olvido, ideas, creencias, mitos y realidades crudas del realismo mágico y lo mágico maravilloso de la zona, podemos testimoniar experiencias ricas de lo transfronterizo como amortiguamiento cultural, lo que constituye un espacio interesante para la interpretación ambiental con el cual el visitante podría quedarse “fascinado”.
Podemos relatar decenas de testimonios de personas que han visitado la zona, muchos de ellos lectores de Acento, que pueden confirmar de lo aventurero y fascinante del viaje por la Carretera Internacional.
Muchos de los visitantes, después de haber cuestionado la importancia de conocer la zona, han manifestado su interés en regresar a la frontera, para poder recorrer los lugares que quedaron pendientes, porque en realidad ni un día ni dos son suficientes para conocer y disfrutar de ese pequeño trayecto de alrededor de 40 kilómetros de longitud y su entorno.
Un amigo nos preguntó, con un tono irónico, ¿Qué se puede ver de importancia en ese cruce que no sea “pasar trabajo” y encontrar gente en miseria? Y ha pasado por ella en más de una oportunidad. Nuestra respuesta fue otra pregunta: ¿Que tú conoces de esa zona, fuera de la miseria? a lo que contestó: nada. Entonces le explicamos que en la zona se puede disfrutar tanto de densos bosques como de procesos de desertificación y recuperación,; así como del río Artibonito, la cuenca más grande de la isla; mercados locales, paisajes escénicos, acontecimientos históricos, manifestaciones culturales y un montón de cosas más.
Generalmente la gente recorre lugares como la Carretera Internacional a toda prisa, sin observar el entorno, porque lo que quiere es llegar como si se tratara de un tropel, de un rally o maratón. Con una visita dirigida a la frontera, el interesado podría conocer y disfrutar de un viaje productivo en lo material y espiritual.
Visitar la zona podría sorprender a cualquiera, porque, aunque hay mucha pobreza, también se puede percibir la posibilidad de desarrollo que tienen las comunidades rurales fronterizas.
Los que visitan la frontera con la mente clara y el corazón abierto es posible que encuentren lo que no buscaban, buscando lo que no encontrarán, y no es un galimatías o trabalenguas son situaciones que se han dado en los procesos de investigación cuando se va al campo, a las pequeñas comunidades campesinas, y salvando las diferencias con los actores, (ya que usted no es un guía, investigador o antropólogo) y apreciando lo ambiental, usted lector puede, en un momento determinado, convertirse en ese afortunado turista que haga interpretación ambiental.
Entre los atractivos que podemos encontrar en la Carretera Internacional, si iniciamos el recorrido desde el norte hacia el sur, están el proyecto Sabana Clara, que cubre varios parajes del municipio de Restauración (Villa Anacaona, Gina Mocha, Cruz de Cabrera Abajo y Arriba y Guayajayuco); y nos permite observar, tan solo pasando por Villa Anacaona y Cruz de Cabrera Abajo una línea que separa a una zona en desertificación y una zona cubierta de árboles, que forma una impresionante mancha verde de más de 5,000 hectáreas (Decenas de miles de tareas), con una biodiversidad excelente con relación al paisaje de deforestación y degradación que predomina en todo el trayecto que va desde dicho bosque hasta el Monumento Natural Cerro de San Francisco.
Posteriormente, el visitante puede detenerse y observar dos viveros con producción en fundas o bolsas de plantas endémicas y nativas (en su mayoría) del lado dominicano, con una capacidad para sendos viveros de más de 800,000 arbolitos, uno en Villa Anacaona, que abastece plantas a las comunidades haitianas de Tilori y otro en Cerro de San Francisco en Pedro Santana; y si se desvía a dos kilómetros aproximados de la línea divisoria hacia territorio dominicano, llegará a la población de Guayajayuco y descubrirá el vivero más grande de la isla con una capacidad de producción de 2.5 millones de arbolitos a raíz dirigida o desnuda, como pueden observar en las tomas fotográficas hechas por quien escribe.
Los mercados locales de Tilori y Los Cacaos ofrecen una experiencia muy rica sobre el tipo de economía de “a centavo” que se desarrolla en la ruralidad transfronteriza y toda la cultura material y espiritual que se extiende en la zona; es sorprendente ver como las mujeres se desplazan con todo tipo de cargas grandes, medianas o pequeñas en la cabeza por intrincados caminos, llegando a recorrer hasta 20 kilómetros para llegar a uno de los mercados mencionados; para lo que es necesario destinar muchas horas de observaciones y conversaciones con los habitantes de la zona, sobre todo con las poblaciones transfronterizas haitianas, con una cultura rica en manifestaciones mágicas religiosas, para el público interesado en dichos temas.
En nuestra última visita a la zona fue en el año 2019, a solicitud del Museo del Hombre Dominicano, para que acompañara a la antropóloga Glenis Tavárez y a un rupestrólogo, con quienes colaboramos en acciones puntuales por la coincidencia territorial de algunos trabajos, con el propósito de ver el estado de la situación de los sitios con arte rupestre del Artibonito en dicho tramo carretero y zonas aledañas, ya que en un recorrido anterior observaron que en algunas comunidades lavan la ropa en la parte del río cercana a ellas y hasta habían cocinado usando las piedras de los petroglifos para sostener el caldero.
Durante ese recorrido compartimos con Reyes Familia Ventura (Profesor Santo) quien 53 años atrás se inició como profesor e impartió clase a los niños en lugares remotos y parajes como Botoncillo, Las Yayas, La Zurza, Rancho Higüero y Pulío, cuando aún residía gente allá, y entre expresiones de alegría y criticidad nos cuenta sobre su amor por los recursos naturales y el arte rupestre, con una vitalidad sorprendente a su edad, se define como un guardián del medio ambiente, y con esa inteligencia y experiencia de hombre de campo,, sentado en la roca que revela tantos “misterios” de la zona fronteriza, nos recitó este poema:
La Montaña y el Medioambiente
“!Cuán grandiosa es la montaña!
De donde nacen los ríos
Pues luce todo sombrío
En penumbra como cabaña.
Por su flora deslumbrante
En ella muy bellas flores
Las cuales con sus olores
Atrapa todos los seres amantes.
Por su cima llamada pico
Y Su falda alrededor
Luce todo su verdor
Entre lo macro y lo micro
Por su temperatura agradable
Llama a todo ser viviente
Los cuales en su ambiente
Nos sentimos muy afables
Debemos cuidar con esmero
La fauna como la flora
Las cuales no se devoran
Por el sentir de su grandeza
Que nos brinda sus riquezas
A todos los seres vivientes
Por lo cual debemos cuidar
Todo nuestro medio ambiente.
Sin lugar a dudas, los versos del Profesor Santo también despiertan nuestra sensibilidad y nos llama a reflexionar sobre la riqueza natural y cultural que ocultan algunos sectores de la opinión pública, cuando proyectan la línea fronteriza como “la morada de Lucifer” y no como un espacio para la interpretación ambiental.