Nuestras primeras palabras deben ser para agradecer a la “Fundación Global” por el apoyo que presta a las nuevas revelaciones del arte dominicano. Virginia Olaverría, nativa de Rancho Arriba, San José de Ocoa, es una de esas nuevas paletas de la plástica nacional, que hoy, gracias a ese apoyo, logra colgar en las paredes de esta galería sus obras de variedad temática y formato.

Ella misma, envuelta en el proceso creativo integral, ha querido llamarla “Metamorfosis” anunciando su propuesta estética como un paso más, una nueva apuesta dentro de su carrera, en esta su Segunda Exposición Individual. La palabra misma acusa cambios, transformaciones, nuevas formulaciones en el hacer creativo que pretende dejar su impronta en la retina del espectador, parado ante la obra, en ociosa contemplación, marcando así su retina de colores tropicales y de formas de la naturaleza.

Parrasio, un gran maestro de la antigüedad del Arte, según se cuenta, logró pintar un racimo de uvas, con tal semejanza con la naturaleza, que cualquiera querría despegarlas de su rama, para comerlas con gran fruición y deleite. El arte naturalista busca y persigue presentar y representar a la naturaleza y lo bucólico y pastoril, como una forma de doble intencionalidad: Alabar al Creador y acercar la atención del ojo indiferente a veces, al deleite de la creación misma.

Si de algo adolece el llamado arte contemporáneo es de la negación de estos dos postulados intencionales del arte naturalista. Ese proceso de cambio es influido y condicionado por la Teoría de la Evolución, contenida en “El Origen de las Especies”, de Charles Darwin, que es eso precisamente, una teoría, una suposición de la mente no demostrable conforme a los instrumentos de la ciencia, a la que alega pertenecer y transformar el pensamiento científico.

El llamado arte moderno y el actual arte contemporáneo, lo que han hecho es negar las formas y temas de la naturaleza, más acordes con el ideal grecolatino, e inventar nuevas formas, no naturalistas, Cubistas e incluso surrealistas o hasta, en una muestra de exceso pasional, ausente de formas o, en el mejor de los casos, formas geométricas, como las de Montdrian, o pintura purista, como la del drifting o “chorreado” de Jackson Pollock.

Virginia Olaverría es creyente, pero también es una admiradora de la Ciencia como pata fundamental en la andadura de la evolución misma. El Creador practica a diario las teorías de la Evolución. La naturaleza es cambio constante y transformación. Sin evolución no hay desarrollo, no hay nada creado que no cambie siempre.

La apuesta creativa, este parto que hoy celebramos, consiste en —- obras de formato grande y mediano donde se representa la naturaleza divulgando el ideal tradicional de belleza, es decir, negando abiertamente el nuevo Canon o standard de lo que se considera bello en la postmodernidad, en oposición a la visión y el canon e ideal griego de la Belleza.

Virginia es egresada de la Escuela  de Bellas Artes Hilda Cámpora Bello, de San Juan de la Maguana, casa de estudios donde completó satisfactoriamente su formación plástica, no solo en Pintura, sino también y como se estila, en Escultura y otras manifestaciones y técnicas que le aseguran el conocimiento técnico del ejercicio del arte y sus facturas, pero también, el hacer debe ir acompañado de una suerte de conciencia estética, una concepción del arte que debe estar o construirse a lo largo de los años de estudio y el fascinador oficio de pintar. A pintar se aprende pintando.

Oscar Wilde, en esa apertura mental tan irreverente como profunda, reaccionaria ante la sociedad Victoriana de su tiempo, deja en manos de cada artista las más honrosa y difícil de las tares, expresada en términos muy sencillos, aunque nada simples: “El artista crea la belleza. Ocultar al artista y mostrar el arte, es la suprema responsabilidad del artista creador”. Esperamos ocultar lo suficientemente a Virginia en el bosque encantado de sus cuadros y poder mostrar, abiertamente y sin reservas, los procesos y partos creativos de su arte, en franca metamorfosis.