Inés Ortega, una acuciosa lectora, sostiene que no hay “ninguna referencia autobiográfica en ‘La Metamorfosis’…, sino una mirada neurótica sobre un mundo amenazante”…

“Kafka –dice Inés Ortega- nació rico. Por eso escribía en alemán, siendo checo, porque lo enviaron a una carísima escuela alemana que había en Praga. Algo así como el Carol Morgan de Praga. Su padre era un burgués de raza judía. Cuando Kafka murió a los 40 años, una novia (Milena) dijo que era demasiado ‘lúcido’ para poder soportar la vida. Y yo agrego, la vida que le tocó vivir en una época rabiosamente antisemita. Tenía un conflicto grande relacionado con ser judío, porque él comprendía perfectamente los errores que cometía su etnia en los diferentes países en que vivían, su rechazo a la integración con los nativos, su orgulloso aislamiento, pero al mismo tiempo pertenecía a la misma, había sido criado en ella”.

Kafka, hermanos y hermanas

Kafka era enfermizo, dos de sus hermanos murieron en la flor de la vida, tenía un padre tiránico, hermanas cariñosas, una madre indiferente o distante, tuvo varias novias, dejó a una por otra, tuvo un hijo de cuya existencia no se enteró, relaciones amorosas que iluminaron y ensombrecieron su vida (“así como el amor te corona, también te crucificará, lo mismo que te ayuda a crecer, también te poda”). Sus últimos diez años, acosado por el avance de la tuberculosis, fueron dramáticos, intensos y productivos. Kafka vivió intensamente, sin duda. Tuvo en realidad suerte de morir joven, antes del advenimiento del nazismo. Sus tres hermanas morirían en el infierno de los campos de exterminio.

Al margen de su holgada situación económica, su precaria salud y el drama familiar, Kafka era, al parecer, un tipo alegre, a veces, alguien que vibraba de emoción por las ideas anárquico socialistas, un grato conversador, un escritor brillante y a la vez inseguro, con un sentido de humor bien negro, y también tenía “una personalidad ansiosa, desplazada y huraña (resultado indudable de la influencia paterna) que exorciza(ba) mediante su talento y perceptividad literarias, creando situaciones sombrías, angustiosa y opresivas”. Franz Kafka y Gregorio Samsa son uña y carne, tuvieron incluso el mismo empleo:

“…hay un hecho muy importante que es necesario tener en cuenta: no es posible analizar a Gregorio sin Kafka. Gregorio Samsa es la vía de escape que tenía Kafka para mostrarnos todos sus miedos y sus inquietudes, las frustraciones del autor, y éstas únicamente tenían salida frente a la pluma. El personaje, envuelto en su caparazón de insecto, ve como todo su entorno se le vuelve hostil, como la hipocresía y el aislamiento van siendo las dos únicas cosas que va recibiendo en su ambiente, sobre todo en el ambiente familiar. Pero la metamorfosis no es solo la suya, la metamorfosis es la que sucede a su alrededor, su propia familia se muta en seres crueles e insensibles. El padre, la madre y la hermana son insectos.

“El autor decía que un libro ha de ser como un hacha que rompa el frío hielo que tenemos en nuestro interior. Así pues, es ésta una de las fábulas más turbadoras que nos ha dejado la literatura universal, que nos habla de la incomprensión de un modo hiperbólico”. (http://html.rincondelvago.com/la-metamorfosis_franz-kafka_27.html).

“La metamorfosis”, publicado en 1915, es de muchas maneras un relato autobiográfico, una especie de minucioso estudio de ciertas relaciones sociales en el ámbito de las relaciones familiares. Poco a poco se aprecia el deterioro de los sentimientos más profundos. La sorpresa, el estupor, el dolor por la tragedia del hijo, la compasión inicial por el hombre que se ha convertido en algo aterrador, diferente (podría ser un gay, un retardado, alguien con síndrome de Down, una víctima de la poliomielitis), va dando paso a un abierto rechazo, creando una situación insoportable, alguien del  que hay que deshacerse a toda costa.

Milena, la novia no judía de Kafka

“-Queridos padres -dijo la hermana y, como introducción, dio un golpe sobre la mesa-, esto no puede seguir así. Si ustedes no se dan cuenta, yo sí me doy. No quiero, ante esta bestia, pronunciar el nombre de mi hermano, y por eso solamente digo: tenemos que intentar quitárnoslo de encima. Hemos hecho todo lo humanamente posible por cuidarlo y aceptarlo; creo que nadie puede hacernos el menor reproche.

“-Tienes razón una y mil veces -dijo el padre para sus adentros. La madre, que aún no tenía aire suficiente, comenzó a toser sordamente sobre la mano que tenía ante la boca, con una expresión de enajenación en los ojos.

“La hermana corrió hacia la madre y le sujetó la frente. El padre parecía estar enfrascado en determinados pensamientos; gracias a las palabras de la hermana, se había sentado más derecho, jugueteaba con su gorra por entre los platos, que desde la cena de los huéspedes seguían en la mesa, y miraba de vez en cuando a Gregorio, que permanecía en silencio.

“-Tenemos que intentar quitárnoslo de encima -dijo entonces la hermana, dirigiéndose sólo al padre, porque la madre, con su tos, no oía nada-. Los va a matar a los dos, ya lo veo venir. Cuando hay que trabajar tan duramente como lo hacemos nosotros no se puede, además, soportar en casa este tormento sin fin. Yo tampoco puedo más- y rompió a llorar de una forma tan violenta, que sus lágrimas caían sobre el rostro de la madre, la cual las secaba mecánicamente con las manos.

“-Pero hija -dijo el padre compasivo y con sorprendente comprensión-. ¡Qué podemos hacer!

“Pero la hermana sólo se encogió de hombros como signo de la perplejidad que, mientras lloraba, se había apoderado de ella, en contraste con su seguridad anterior.

“-Sí él nos entendiese… -dijo el padre en tono medio interrogante.

“La hermana, en su llanto, movió violentamente la mano como señal de que no se podía ni pensar en ello.

“-Sí él nos entendiese… -repitió el padre, y cerrando los ojos hizo suya la convicción de la hermana acerca de la imposibilidad de ello-, entonces sería posible llegar a un acuerdo con él, pero así…

“-Tiene que irse -exclamó la hermana-, es la única posibilidad, padre. Sólo tienes que desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo ha sido nuestra auténtica desgracia, pero ¿cómo es posible que sea Gregorio? Si fuese Gregorio hubiese comprendido hace tiempo que una convivencia entre personas y semejante animal no es posible, y se hubiese marchado por su propia voluntad: ya no tendríamos un hermano, pero podríamos continuar viviendo y conservaríamos su recuerdo con honor. Pero esta bestia nos persigue, echa a los huéspedes, quiere, evidentemente, adueñarse de toda la casa y dejar que pasemos la noche en la calle. ¡Mira, padre -gritó de repente-, ya empieza otra vez!”.