Una meta-narrativa consiste en una versión interesada de una realidad que nunca ha existido. Por ejemplo, el 43% de los republicanos todavía sigue creyendo que Barack Hussein Suetoro Obama es musulmán y que no nació en los EEUU.

El principal propulsor de esta meta-narrativa fue precisamente Donald Trump, quien se gastó una fortuna tratando, infructuosamente, de diseminar esta especie.

Una vez en movimiento, una meta-narrativa continúa su curso como un tren sin frenos, haciendo añicos del subconsciente colectivo de las desinformadas masas.

Otra meta-narrativa clásica fue la que se echó a correr desde la Casa Blanca, durante la administración de George W. Bush (2001), de que Sadam Hussein estaba implicado en el derrumbe de “Las Torres Gemelas” de Nueva York. Todo el mundo se tragó la farsa, incluyendo a la entonces senadora, Hillary Rhodam Clinton, quien terminó votando a favor de la invasión de Irak.

Muchos líderes políticos creen sus propias mentiras, haciendo que sus seguidores pongan en “safe mode” sus mentes, como si se tratara de computadoras ambulantes que aceptan sin cuestionar las mentiras de sus líderes.

De hecho, de acuerdo con el historiador Richard Shenkman, todos los presidentes estadounidenses siempre han mentido, con la excepción quizás de George Washington, aunque eso tampoco se puede afirmar categóricamente.

Es lo que Daniel Kahneman llama “el sistema del pensamiento político #1”, cuando a los votantes no se les ocurre cuestionar la meta-narrativa  de sus líderes.

“El sistema del pensamiento político #2” es cuando los votantes empiezan a poner en tela de juicio la meta-narrativa de sus propios líderes, haciendo que sus votos sean más “conscientes”, cosa que muy pocas veces sucede.

Un ejemplo de este fenómeno es la situación actual de España donde, a pesar de la corrupción que permea al Partido Popular (PP), la mayoría votó por ese partido el 20 de diciembre pasado, aceptando una meta-narrativa destartalada por la realidad objetiva.

Por otro lado, nunca se le ha pasado factura al gobierno de George W. Bush por haberle fallado a su país en relación con el colapso de la seguridad nacional el 11 de septiembre del 2001. No solamente mintió enredando al país en una guerra injustificada, sino que, además, falló en defenderlo en un momento tan decisivo. 

Por más que se haya divulgado la meta-narrativa de que fueron unos encapuchados árabes los responsables de la tragedia, el gobierno de Bush y su falsa meta-narrativa fallaron aparatosamente en proteger a la nación, al no tomar las medidas adecuadas para evitar la tragedia.

A los medios noticiosos no se les ha ocurrido nunca analizar esos hechos. Solamente el país de Malasia formó un tribunal internacional donde se encontraron culpables de crímenes de guerra a George W. Bush, a su Vice Dick Cheney, y a Donald Rumsfeld, su secretario de defensa. Eso sucedió casi al mismo tiempo que desaparecía en el aire el vuelo de Malasyan Airlines MH 370 de Kuala Lumpur a Beijing  con 230 personas a bordo (8 de marzo del 2014). ¡Qué coincidencia!

Recordemos el ejemplo de Pearl Harbor del 7 de diciembre del 1941, cuando los mandos responsables  se vieron forzados a renunciar de sus cargos, acusándoseles de negligencia. Tanto el almirante de cuatro estrellas, Husband E. Kimmel, como el teniente general (también de cuatro estrellas), Walter Short, fueron removidos de sus comandos y responsabilizados del fallo. Ambos fueron retrogradados dos rangos (dos estrellas menos en su uniforme) y se les acusó de negligencia por no haber evitado el desastre del ataque japonés, a pesar de que los dos se quejaron de que no habían sido debidamente notificados por sus superiores de Washington.

Naturalmente, no se le puede pedir al zorro un veredicto sobre el estado del gallinero, porque éste no va a reconocer su culpa jamás. En ese sentido, muchos años después, el Senado estadounidense firmó una petición el 26 de mayo del 1999, exonerando tanto a Short como a Kimmel y exigiendo que se les devolvieran póstumamente sus respectivos rangos. La resolución fue de 52 a favor y 47 en contra, pero ningún presidente se ha atrevido a firmarla.

Tanto Bill Clinton, George W. Bush y Barack Hussein Suetoro Obama se negaron a rectificar el entuerto. Lo mismo había sucedido antes con Lyndon B. Johnson y con Richard Nixon, herederos directos del verdadero culpable original: Franklin Delano Roosevelt, quien, con su secretario de guerra, George C. Marshall, sabía con pelos y señales todo lo referente al ataque japonés. Ellos tenían en sus manos el sistema “MAGIC”, el sistema de decodificación secreto del alto mando nipón.

Dicen que no se lo comunicaron al general Short y al almirante Kemmil por razones de seguridad nacional (¡!). Y que, además de eso, necesitaban una potente razón para justificar la entrada estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, usando como acicate lo que sucedió en Pearl Harbor para incitar la indignación nacional. (Robert Stinnett, “El día de la mentira”-2001).

El verdadero responsable de la masacre de las Torres Gemelas se llama George W. Bush, junto a su Vice, Dick Bruce Cheney. Este estaba a cargo en esos momentos del NORAD (North American Air Defense Command) y había dado la orden de “Stay Down” (mantener a todos los aviones en tierra) mientras “Las Torres Gemelas” se desmoronaban en Nueva York y otro avión se estrellaba contra el Pentágono.

Esta es una de las “coincidencias” más increíbles desde que el Mar Rojo se “dividió” en dos para que cruzaran los israelitas. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido desenmascarar estas “coincidencias”, sobre todo a los medios informativos que tanto alarde hacen de su capacidad investigativa. A la hora del none unen flancos irresponsablemente con el gobierno de turno, sin dignarse a investigar nada.

Tampoco se le ha ocurrido a nadie indagar sobre la meta-narrativa oficial que enfrascó al país en una guerra trillonaria en Irak y Afganistán, donde han perecido más de 5,000 soldados estadounidenses, causando daños irreparables a  esa región, con repercusiones inconmensurables, como las que estamos viviendo hoy día con el “Estado Islámico”.

Esta última ha sido la meta-narrativa preferida de Barack Husein Obama, cuyo legado, como la de sus colegas, estará también minado de meta-narrativas falsas, como su reciente aumento de tropas especiales en Siria y en Irak y su tardía anunciada visita a Flint, Michigan, escena de un genocidio urbano creado por las propias autoridades (Michael Moore’s Facebook Page). Moore es nativo de esa área.

Las meta-narrativas políticas son siempre perniciosas, fraudulentas e infundadas.