Este Jueves Santo, cesará prácticamente el trabajo en el país. La casi totalidad de las empresas y negocios cerrarán sus puertas y se contarán por cientos de miles las personas que empezarán a disfrutar del feriado de la Semana Mayor.
Gran parte de este enorme contingente humano se desplazará desde la capital y municipios del Gran Santo Domingo al interior del país, congestionando autopistas y carreteras, principalmente apuntando a los numerosos sitios de recreación y descanso que ya desde mucho antes habían reportado reservaciones casi al cien por ciento de su disponibilidad.
En la capital, en cambio, calles y avenidas permanecerán casi desiertas, se sentirá el efecto sedante del silencio en lugar del alienante bullicio cotidiano, habrá la habitual procesión en la zona colonial y las iglesias verán colmada su capacidad con la piadosa presencia de los fieles que han preferido guardar el culto propio de la celebración cristiana.
Como en años anteriores será tarea del Centro de Operaciones de Emergencia tratar de organizar la llegada a destino y el posterior retorno a sus hogares de la inmensa oleada de vacacionistas, con la mayor seguridad posible. Es una misión compleja, abrumadora y costosa para cuya realización se dispone de un personal de alrededor de 41 mil personas, tanto hombres como mujeres. En gran parte se trata de voluntarios, los que estarán distribuidos en unos 2 mil 602 puestos de asistencia ubicados en los puntos que, de acuerdo a la experiencia acumulada con anterioridad, son considerados como los más críticos, así como en playas y balnearios. Alrededor de 250 de estos han sido clausurados en todo el país, los que dispondrán de vigilancia aparte de los habituales carteles de advertencia.
El general Juan Manuel Méndez, director del COE, detalla que para las labores de asistencia a los vacacionistas se dispondrá de diez hospitales móviles, tres helicópteros, ciento treinta y dos ambulancias y treinta puestos de grúas a fin de prestar ayuda a los conductores en caso de desperfectos vehiculares, ya sea cambio de gomas, falta de combustible o arreglos mecánicos que puedan ser solucionados al pie de la carretera, o su traslado a un taller si se tratase de averías mayores.
Más no se puede pedir.
Lamentablemente, a despecho de tales esfuerzos, siempre al final de estas breves jornadas vacacionales, tenemos que lamentar un número de víctimas fatales, la mayor parte de las cuales no debieran ocurrir. Cada año, el resultado termina por medirse en términos de más o menos muertos en relación con la Semana Santa anterior, siempre por desgracia un número elevado. Pero vale insistir en que no son culpa del operativo, sino consecuencia de su propia imprudencia, principalmente de quienes violan la norma sagrada de si conduce, no beba.
De ahí, que el director del COE advierta que la mesura ciudadana es un factor clave para no tener que lamentar tragedias que pueden evitarse. Es a cada ciudadano que toca en primera instancia la misión de poner empeño en velar por su propia seguridad. A fin de cuentas, nadie puede esperar que otro haga por el, lo que no está en disposición de hacerse por sí mismo.
En todo estos años, el Centro, que agrupa casi dos docenas de instituciones de servicio de diversa naturaleza, ha venido prestando servicios inestimables a la población. Tanto en los feriados de Semana Santa, Navidad y Año Nuevo como frente a la ocurrencia de ciclones, seísmos u otros eventos, la labor que ha desplegado ha sido encomiable.Gracias a ella, muchas veces llevadas a cabo en condiciones de extremo riesgo, son cientos, quizás miles las vidas que han salvado.
Pero para que su trabajo y en este caso particular, el operativo de Semana Santa resulte todo lo exitoso y seguro que es de desear, hay que insistir en que la gente tiene que poner de su parte.
Mesura debe ser palabra de orden para normar el comportamiento de todos y cada uno.