En puro dominicano: “aquí no hay pa dónde cogé”.

La trampa ya está lista. Ahora no queda más remedio que escoger entre Hilaria Clinton y el “troglodita locómetro” de Donaldo Trump (Trompoloco).

¿No habrá alguna otra alternativa? Es como si estuviéramos de repente ante la puerta del Infierno de Dante Alighieri en “La Divina Comedia”: “Olvidad toda esperanza”.

El problema es que esta situación no es natural, como tampoco ha sido ninguna elección presidencial en las últimas décadas. Nos llevan al matadero electoral sin apenas darle a uno espacio para escoger entre dos males peores. Cuando se llegue al mes de noviembre ya no habrá nada qué hacer. Siempre nos sirven la mesa  sin que tengamos nada que ver con el menú. Veamos algunos datos:

Solamente el 9% de los estadounidenses votó por Hilaria o por “Trompoloco”  en las primarias. De los 324 millones de ciudadanos, 105 millones son menores de edad o están en la cárcel y no pueden ejercer el derecho al voto por haber cometido alguna felonía. De esos 324 millones, 73 millones no participaron en las primarias y de los 60 millones que participaron, la mitad votó por otros candidatos. Solamente el 9% del total terminó votando por Hilaria, a quien ahora “Trompoloco” llama “La Diabla” (Parlopiano-Pearce.com).

Además de eso, y ante las triquiñuelas desplegadas durante las primarias, Trompoloco la acusa de estar preparando un gran fraude para noviembre. En ese punto, y dados los resultados de las primarias, a Trompoloco no le faltan sus razones. De hecho, mucho de lo que dice es verdad: “Debo de ser honesto, no es ninguna fantasía mía. Me temo que las elecciones van a ser falsificadas, tal como fueron los resultados de las primarias del Partido Demócrata”- así dice.

Trump representa al anti-sistema y esa es una de sus ventajas, porque el electorado está cansado de que lo engañen siempre con el “business as usual” (lo mismo de lo mismo). Ahí está el secreto de su “selección” como el Candidato Republicano.

Es importante enterarse de que más de 88 millones de adultos, aptos para votar, no ejercen su derecho al voto en las elecciones generales (Pew Research Center).

Las primarias fueron el tubo de ensayo de lo que sucederá en noviembre. La gente de Hilaria Clinton hizo de todo: supresión de votos, manipulación de registros electorales, traspapeleo de boletas, falsificación de firmas, enormes discrepancias entre las votaciones al pie de las urnas y el resultado final, publicidad falsa, uso de especialistas en conteo electrónico haciendo trampas, etc., etc., etc., etc.

Decepción y fraude fue la consigna (Wikileaks).

El escándalo fue tan grande que mi amiga, Debbie Wasserman Schultz, la brillante directora del DNC (Comité Nacional del Partido Demócrata) se vio obligada a renunciar al principio de la Convención Nacional en Filadelfia. Lo mismo tuvo que hacer el sub-director, Dannel Malloy, Gobernador del estado de Connecticut. Lo mismo tuvo que hacer también el ex representante por Massachussetts, Barney Frank, sub-director del “Comité de Regulaciones de la Convención”.

Debbie había trabajado para Hilaria Clinton en la Casa Blanca, cuando su marido, “Sleazy Bill” (Guillermo el Resbaloso), era el Presidente de la nación. Todo apunta a que Debbie se prestó para el jueguito sin percatarse de que, de ser descubierto, iba a tener que cargar con la culpa. Y así mismo fue.

Esto es tan inverosímil que Hilaria, dando un salto cuántico al vacío, ha acusado a Vladimir Putín de jaquear los archivos del DNC, como si esto la eximiera a ella de toda culpa. “Niega Juan y no te ahorcarán”, reza el antiguo refrán castellano

La cogieron con las manos en la masa pero trata de desviar la atención, como Eva en el Jardín del Edén, cuando la acusaron de que había “engañado” a Adán: “No fui yo, fue la Culebra”. Adán hizo peor aún, porque le quiso echar la culpa a Eva: “la mujer que me diste fue la que me engañó”. Esa es la raíz del machismo que se ha enseñoreado de este mundo desde el principio. Su símbolo arquetípico es el de la Culebra, que ha tratado de dominar al mundo desde el inicio de los tiempos.

Eva, como ha hecho ahora Hilaria, no negó que había “convencido” a Adán y que éste se dejó convencer.  El punto es que, como Hilaria, Eva quiso desviar la atención hacia la Culebra (el símbolo por antonomasia del “Gran Pajarraco” o del “Gran Liberador”, dependiendo desde donde se quiera enfocar el mito).

A estas alturas del juego, Hilaria ha recibido el título sin haberlo en realidad ganado.

Ni con ella ni con el locómetro de Trompoloco va a haber ningún cambio. Este país está ahora abocado a escoger entre dos opciones totalmente disparatadas, que llevarán al país a más de lo mismo o a peor de lo mismo.

Por lo menos con Barack Husein Soetoro Obama hubo un cambio de colores, aunque en el fondo todo ha continuado lo mismo.

La mesa ya servida está, como proclama el himno del Ofertorio de la Misa.

¡A votar se ha dicho!

Nota: refiero al lector a dos de mis artículos anteriores: “La democracia secuestrada”-Acento (18-06-2016)“Estupidocracia-Acento (15-06-2016).

Cliquéa sobre el nombre y ahí los encontrarás, cortesía de Acento.com.

Hilaria y Trompoloco
Estudiemos estas dos fotos. Son el retrato fidedigno de sus verdaderas personalidades