En el 2010 voté por primera vez. Fui, temprano y con la emoción de quien se siente adulto por primera vez, al Instituto Azucarero, y voté por uno de esos tantos partidos cuyas siglas nadie conoce. Y con esa misma emoción fui a buscar el acta de la mesa 1490A al día siguiente, publicada en el colegio. Para mi sorpresa, en mi mesa, el partido por el que había votado mostraba 0 votos. Mi primer acto electoral había sido robado. Seis años escuché persona tras otra explicarme como me lo había buscado. Después de todo ¿quien te manda a votar por un partidito que no tiene delegados?

Así que ayer me levanté antes de las 5 am, armada con mi gafete y con la certeza de que esta vez, mi voto sería contabilizado. Pasada la medianoche llegué a mi casa, con mi copia de acta en mano, prueba de que esta vez, mi derecho se había garantizado, sí, pero también con la rabia de saber que el de miles de otros dominicanos como yo no lo había sido, con la rabia acumulada de la impotencia ante la enorme lista de irregularidades que presencié durante el día.

A las 5:30 de la mañana, en la mesa 1490A del Instituto Azucarero no se había instalado nada. La supuesta maquina de conteo electrónico no aparecía, no había técnicos, nadie sabia lo que estaba pasando. A las 7 de la mañana apareció una máquina, en una caja con un letrero que señalaba ¨Dañado¨. En las otras mesas de mi recinto estaban instalando las máquinas, en el caos dejado por la falta de presencia de técnicos y de planes de contingencia. Una compañera delegada me comentaba como en su mesa, era imposible hacer funcionar la máquina ya que tenía fecha del 1ero de enero del 2013. En otra, tras haber puesto huella y cédula de los 8 miembros de la mesa, aparecían 13 personas en la máquina y no sabían como reiniciarla. Afuera se amontonaban las personas: a las 7:20 aún no había entrado nadie al recinto.

Llegó una funcionaria de la JCE, anunciando que se iniciaría el proceso manualmente. Le pregunté que cual sería el procedimiento manual, y como se haría el traspaso al electrónico una vez se inicie manualmente. La única respuesta que tuve fue que esperara a los técnicos.

Así que se inició manualmente, sin tener plan de contingencia ni procedimiento. Teníamos un padrón impreso, con fotos pequeñas y apenas espacio para firmar y una Secretaria que, con toda la buena voluntad del mundo, no daba abasto para ir buscando manualmente los votantes y hacerlos firmar. No había ningún control de identidad. A los votantes se les retiraba la cédula en la fila, se le entregaba a la Secretaria, quien nos anunciaba el número en el padrón a los delegados. Cualquier persona que lo quisiera habría podido, al ver el desorden del proceso, buscar la cédula de su hermano, amigo o vecino y volver al colegio para votar en lugar de ellos.

Solo una cosa quedaba clara: nadie sabía lo que estaba haciendo. Llegaban noticias de resoluciones de la Junta sobre el conteo del voto. Llegaban personas que estaban en la lista de inhabilitados del padrón y que se les negaba votar, para que luego llegaran otras con resoluciones que explicaban que los inhabilitados por haber vivido fuera si podían votar, pero ¿cuantas personas habrán sido devueltas a sus casas sin haber votado porque los delegados de la Junta no estaban al tanto sobre el procedimiento?

A las 4 de la tarde, por primera vez en todo el día llegaron unos técnicos de la Junta, a insistir en que debían instalarse las máquinas. Interrumpieron todo el proceso, abrumando a los delegados de la mesa, que apenas conseguían continuar con la votación ante tanta falta de orden. No explicaron, ni buscaron entender por qué se había asignado y enviado a nuestro Colegio Electoral una máquina que se sabía de antemano que estaba dañada. Solo insistían en que la Secretaria debía saber la manera como proceder, aún cuando no aparecían los USB y a nadie le habían explicado donde estaban los códigos. Los técnicos, así como llegaron se fueron, dejando una máquina a mitad de instalar y más preguntas que respuestas.

Media hora después llegó otra técnica quien nos explicó que con el poco tiempo que nos quedaba antes del cierre de la mesa sería muy difícil entrar manualmente todos los votantes. Unos delegados decían que una resolución de la JCE explicaba que una vez se había iniciado el proceso manualmente había que terminarlo manualmente. Otros nos aseguraron que un funcionario había explicado que la decisión le correspondía al Presidente de la mesa. Así que continuamos manualmente.

Ante todo el caos del día, el Presidente de la mesa había mantenido profesionalismo y liderazgo. Tratando más bien de hacer frente a todas las irregularidades e imprevistos que le esperaron ese día. Llegada la hora del cierre de la votación, se inició el escrutinio. Se abrieron todas las boletas, se separaron por partido, y se fueron anotando en una libreta. No se tenía claro como ir llenando las actas de contingencia y se decidió llenarlas todas al final.

A pesar de toda la impotencia que había ido sintiendo durante el día al no entender las razones para  tanta falta de control, de información y de procedimientos, y que tampoco en el recinto hubiera alguien que estuviera preparado para tal fallo del sistema, de como se violentaba la ley con la presencia de todo tipo de proselitismo en la puerta del recinto, jamás habría sido capaz de imaginar que lo peor estaba por venir.

En mi mesa hubo 8 votos blancos en la boleta C. 8 boletas prístinas, sin ni una marca. Mucho me había extrañado que esas eran las boletas que más tardaban en apilar, o que más se mencionaban, siempre mirándome a mi. Luego de muchos ires y venires sobre los detalles del conteo ya finalizando, el Presidente nos miró a los delegados casi incrédulo, y preguntó: “¿Es en serio que ustedes van a dejar desperdiciar esos votos blancos?”

Ese fue el momento en que entendí qué pasó con mi voto en el 2010, que pasó con el de tantos compatriotas que ayer votaron con consciencia. Ese fue el momento en que entendí el nivel de desfachatez de nuestra cultura de complicidad, de tolerancia ante el fraude, clientelista, donde predomina el tigueraje.

Hoy puedo decir que sé donde está mi voto, pero también sé que ayer fueron muchas las violaciones de las leyes y procedimientos electorales. Es nuestro derecho que se nos expliquen las muchas irregularidades de ayer, que se investiguen las violaciones del proceso. La democracia no puede prosperar en el caos: hasta que no entendamos cómo y porqué se dieron todas esas irregularidades ayer, ni sepamos el nombre del o los responsables, no podremos hablar de respeto a la voluntad soberana del pueblo, ni de garantía de derechos.