Las prácticas productivas y comerciales de tipo capitalista empezaron a desarrollarse en ciertos lugares de Europa entre los siglos XVI y XVIII. Desde entonces han venido expandiéndose, complejizándose y penetrando nuevos territorios y ámbitos de la vida humana, colonizando el planeta. El capitalismo, y no el socialismo, ha terminado siendo el fantasma que ha recorrido no sólo Europa sino todo el planeta, dándole la vuelta varias veces.
Aquel sistema que inició con pequeñas actividades artesanales y comerciales, desplazó posteriormente al feudalismo para constituirse en un modo de producción dominante, y en las últimas décadas en un sistema político y una cultura mundial. Sus prolegómenos ancestrales se encuentran en momentos en que los primeros homínidos tomaron algún pedazo de rama afilándolo con piedras y creando una punta cortante, para defenderse o atacar, y continuaron conservándolo como una pertenencia propia. O cuando uno de ellos en una caverna sintió que tenía derecho sobre un espacio específico donde tenía tiempo echándose a dormir cada noche. O cuando alguien escondió algunas frutas recolectadas con el grupo para disfrutarlas sin compartirla con otros miembros del mismo. O cuando otro realizó una actividad de trueque queriendo obtener una excedente mayor que el necesario para su subsistencia, con la finalidad de utilizarlo en intercambios posteriores.
Desde esos tiempos inmemoriales ya existían las tres grandes bases que dieron origen y han sustentado posteriormente el capitalismo: la propiedad privada, el individualismo y el mercantilismo, aunque en aquellos momentos se manifestaban de forma muy arcaica.
El capitalismo se basa fundamentalmente en el canje de bienes y servicios. Los cuales en un primer momento eran valorados por su capacidad para satisfacer necesidades humanas, es decir por su utilidad o valor de uso. Posteriormente, estos empezaron a ser apreciados más por su valor de cambio que por el de uso, emergiendo la mercantilización y creando nuevas dimensiones y potencialidades al sistema. Es cuando se produjo un salto conceptual que escindió la percepción en dos líneas de intereses. Por un lado, el reconocimiento de ser satisfactores de necesidades en sí mismos. Por otro, el permitir la obtención de nuevos bienes o servicios a partir de su permutación o intercambio. Esto dinamizó la economía, incorporando al mercado bienes y servicios que anteriormente no estaban en el mismo. Sucedió en las fases tempranas del capitalismo y fue descrito con brillantez por Carlos Marx.
Con el desarrollo continuo del sistema, el proceso de mercantilización se ha expandido hacia otras esferas, como son los bienes públicos. Una parte de los servicios de salud, de educación y algunos recursos naturales se han introducido al ámbito del mercado, pasando der ser fines en sí mismos a medios para la obtención de beneficios económicos. Se han mercantilizado algunos bosques, cuevas y paisajes y en corto tiempo no dudemos que hasta el aíre limpio o el menos contaminado. Inclusive, este proceso ha invadido al cuerpo humano, cuando los que se prostituyen y los que son llevados al campo de la pornografía, irrumpen en el mercado en condiciones bastante similares a las de otras mercancías.
El sistema se expande a partir de estas dinámicas, que convierten en mercancía todo lo que tenga o pueda generar una demanda. El funcionamiento es tan totalizante y coherente, que hasta el deterioro social y medio ambiental que va dejando su discurrir en el tiempo, es aprovechado y reconducido al mercado. Para la delincuencia social están los servicios de seguridad ciudadana, las armas personales, los repelentes de defensa propia con gas pimienta, los vendedores de rejas, de alarmas y de vigilancia 24 horas. Para la contaminación de los recursos naturales, los proveedores de aguas embotelladas, el reciclado de basura, los servicios de limpieza de ríos y acuíferos contaminados y las empresas que reforestan áreas devastadas por la minería y la industria.
La expansión y multiplicación de estos procesos han impactado también las dimensiones abstractas del comportamiento humano. La mercantilización de las relaciones sociales se produce cuando interactuamos con otros con la intención de obtener un beneficio, intangible y no monetizable, a partir del contacto personal. Ese beneficio puede estar relacionado con intereses materiales y económicos posteriores, pero también de cualquier clase, como puede ser lúdico, de proyección personal, de aprendizaje, de satisfacción sexual, de compañía, etc.
Es lo que sucede cuando de forma interesada, y no de manera directa y natural, salgo con alguien que puede conseguirme un trabajo o un negocio, me relaciono con una persona que me hace reír y sentirme bien, llamo a alguien porque quiero establecer una amistad que me conducirá a otra persona, me vinculo con un político para ver si me sale algo, me junto con alguien para aprender de sus conocimientos, sonrío y hago un chiste en la oficina pública para que mi trámite salga más rápido, te digo "dime jefe" para agradarte y para que me des algo por haberte cuidado el vehículo, voy a esa fiesta porque quiero que vean que ando con alguien especial, voy a la funeraria para que crean que era amigo del difunto y miles de etcéteras.
Todos estos comportamientos con propósitos egocéntricos prostituyen la relación natural y espontánea entre los seres humanos, construyendo un vínculo interesado con la finalidad de generar un provecho. Es una de las formas como la lógica del sistema trabaja en la psiquis individual, fomentando la creación de vínculos personales que puedan redituar beneficios, rentabilidad o dividendos. Es la adopción de la lógica del mercado en los contactos humanos, lo que transforma una relación personal en una especie de transacción económica.