Resulta sumamente difícil en una sociedad en estado de descomposición encontrar actores políticos con condiciones para demostrar que se puede participar en política y ser honrado, de conducta intachable; pero aunque embarazoso, es posible que aparezcan personas con cualidades para hacer política limpia, de probidad. La verdad es que las hay.

Un medio heterogéneo, constituido por hombres o mujeres de distintas conductas, diferentes estilos de conducirse, puede estar dirigido por políticos honestos, limpios y confiables; así como también por vagabundos, ladrones y descalificados en todo sentido.

Una población degradada, humillada, oprimida, ultrajada y atrasada políticamente, está condenada a estar bajo la dirección política de grupos que no ejercen la política, sino la politiquería, la cual se nutre de una serie de maniobras destinadas a inducir a los electores y electoras a votar como alienados, no como seres humanos sensatos, juiciosos y debidamente equilibrados.

I.- Exhibición de dinero en campaña electoral

1.- Es causa de espanto los millonarios desembolsos que hacen los pretendientes a cargos electivos; las inversiones son sumamente elevadas en procura de vender su imagen ante el electorado. Dependiendo de la figura que quiere venderse, el costo será alto o bajo. Si está maltrecha, estropeada ante la opinión pública, de seguro que debe buscar un buen dinero.

2.- El politiquero para penetrar ante electores y electoras, está en la obligación de hacer fuertes pagos porque la politiquería descansa en el clientelismo; la clientela se logra invirtiendo en promoción, y para degradar al cliente político hay que flojar plata, mucho dinero.

 3.- Por ejemplo, los dineros que exhiben muchos aspirantes a alcaldes y regidores, constituyen una ofensa al pueblo trabajador. Presumen de ricos con lo ajeno; cualquier politiquerito se convierte en suntuoso de la noche a la mañana. En lugar de esconder lo que es fruto del robo, se ponen de faroleros, fanfarrones  de la mediocridad.

4.- Los politiqueros compran la voluntad política de sus parroquianos, y la utilizan comenzando con los caravaneos y la asistencia a los mítines, acompañados de alabanzas y cuantas bobadas e idioteces se ingenia el que adquiere al cliente.

II.- La Política es para gente limpia

5.- La actividad política es bella cuando es llevada a la práctica por personas sensibles, de nobles sentimientos; apegadas a la limpieza como norma de comportamiento. El ser humano incorruptible que abraza la política la eleva, la impregna de bondad, honestidad e integridad; la hace ver virtuosa, con dignidad, probidad y capacidad para atraer a quienes reúnen condiciones para servir a los demás.

6.- El accionar político limpio, solo puede ser obra de quienes ponen por delante lo que conviene a los demás, a la sociedad, y no lo propio; el individualismo, el egoísmo, la codicia es extraña a la persona que antepone lo general por lo particular.

7.- La base para hacer política en beneficio de la generalidad de la población, está en la formación del actor político, que es quien va a ejecutar lo que piensa, materializar sus ideas. La actitud ante la vida define al ser humano.

8.- En política, para servir de ejemplo a los demás, atraer a otros a identificarse con una idea, hay que predicarla con el ejemplo, sirviendo de modelo de lo que se está exponiendo; no se puede sermonear una cosa y practicar otra diferente. La coherencia se impone entre lo que decimos y aspiramos alcanzar.

9.- La coexistencia de un ejercicio privado y público deben estar ligados en una persona que ha de hacer de la política una actividad con sentido social. Aquel que ha exhibido una conducta intachable como ciudadano, hace aporte positivo incidiendo en el quehacer político.

10.- El buen nombre, la buena fama en un político, prestigia, acredita el ambiente político; influye en el correcto proceder de los demás ciudadanos y ciudadanas, les motiva a participar, a contribuir, a prestar aportes valiosos.

11.- Para que la política sea vista como una actividad decente, tiene que tener como artífice a hombres y mujeres que hayan demostrado ser limpios en su proceder; solo quien ha actuado con limpieza tiene calidad para contribuir a higienizar la sociedad. Para asear hay que estar aseado, haber dado demostración de pulcritud en sus actos privados y públicos, laborales y profesionales.

III.- La inversión  politiquera

12.- Quien llega a una función electiva como resultado de lo comprado en un mercado electoral, en el cual actuó como mercader, su actuación será la de un negociante politiquero; lo adquirido como negocio, sirve a su poseedor para hacer el acto de comercio que le resulta más provechoso.

13.- Todo aquel que invierte dinero busca obtener resultados productivos, sin importar que sea en operaciones de lícito o ilícito comercio. El que hace una inversión, emplea recursos económicos para obtener los votos que necesita para ser elegido, se invierte para recuperar lo que se aporta y con beneficios; para rescatar lo invertido en la adquisición de votos, el comprador candidato, ya elegido, empleará todos los medios decentes e indecentes para recobrar lo que pagó para comprar la voluntad política del elector, su voto.

14.- El que está en una institución del Estado, sin importar su naturaleza, por haber aportado para conseguir los votos que hicieron posible su escogencia, la convierte en un centro de operaciones comerciales, no responde a su misión constitucional porque está condicionada por la voluntad de los compradores de los votos que están allí y desnaturalizan  su esencia.

15.- En la medida que el dinero del inversionista ha hecho posible su inserción en el organismo al cual pertenece, su intervención no responde a la conveniencia de la sociedad de la cual forma parte, sino a lo que es de su particular utilidad.

16.- El que aporta dinero para adquirir los votos de su interés, inclina sus decisiones en cualquier organismo a lo que le concierne; estará seducido a inclinarse, levantar su voz y manos para favorecer lo que le da ganancia, provecho económico. Su ánimo está en dirección a lo que le genera beneficios.

IV.- El  dinero en la politiquería desnaturaliza la política

17.- El politiquero que entrega dinero por votos, se presenta ante el vendedor con aparente espíritu caritativo, muy cariñoso, sumamente efusivo; cada gesto suyo está orientado a captar la voluntad del sufragante, de ahí que lo coteja con dulzura mezclada con ternura. El que busca adquirir el voto con dinero sustituye el carisma, el atractivo para absolver con la coima, el soborno.

18.- La política desnaturalizada, convertida en politiquería, no precisa de liderazgo, el cual es sustituido por el politiquero que paga votos. Allí donde la política se ejerce como actividad comercial, no tiene significación ni valía la virtud ciudadana y cívica, ni los méritos  bien ganados en el seno de la sociedad. El dinero suplanta el correcto proceder; las malas artes reemplazan la honra y el decoro.

19.- Cuando el voto es una mercancía, cada proceso electoral es un mercado en el cual candidatos compradores y electores vendedores constituyen los entes principales; clientes, parroquianos, mercaderes, mercachifles y traficantes de la politiquería se unifican para mercadear y hacer de feriantes y quincalleros.

20.- Los billetes de bancos que el negociante de la política pone a circular en el curso de la campaña electoral, a los fines de atraer votos, tienen una incidencia determinante en la vida política del país, porque en la decisión de pagar por el voto no hay nada de filantropía, patriotismo, nacionalismo, social ni de democracia. Lo que cuenta es el condicionamiento, ganar el afecto, atraer a un necesitado, seducirlo a depositar el voto a favor de quien entrega el dinero.

21.- Cuando el dinero dice presente y domina el ambiente político, deja de primar el ejercicio de la política virtuosa; predomina la simulación sobre la franqueza, la superficialidad hunde lo fundamental, lo liviano a lo firme y constante. La tarea política desciende en una especie de bagatela, en una menudencia propia de personas sin cualificación alguna de valía.

22.- La política pierde su esencia cuando descansa en la mercancía dinero; se convierte en algo falso, se ve pervertida, sin alma; aguijoneada desde fuera por quien la practica, carece de causa, de fundamento para luchar por un objetivo; el móvil es artificial, trivial, no llama al movimiento activado por un ideal; la frialdad conduce a la quietud, no al impulso, al arranque, a la actividad por sana convicción.

23.- La política de cliente marchita a quien se usa como mercancía electoral; quita exaltación al que busca lo maravilloso; lo despoja de su ardor por las causas nobles, e impulsa a la frialdad, para quitarle la calidez. Una vez la política cae en la politiquería del dinero, las masas cambian de actitud con relación a luchar por las conquistas que las liberan de las cadenas de la opresión.

24.- Ligar el dinero con la politiquería induce a frenar los reclamos populares; sujeta al movimiento ascendente de los oprimidos a la tranquilidad por migajas, decae el furor por obtener triunfos de contenido social y político; el frenesí, la pasión por la liberación cae en la indiferencia; la vehemencia por el accionar político cambia por el que manifiesta desinterés, desgano, llegando a la indolencia.

25.- Las dádivas que hacen los politiqueros para captar el voto de electoras y electores, daña la lucha política decente y humilla a quienes las reciben; mientras más pobreza hay en el seno del pueblo, mejor campo tienen los negociantes de la política, el votante comprado por medio de la limosna electorera se reduce como persona, y de ciudadano o ciudadana se traduce en un cliente de ocasión.

26.- El dinero como medio de obtención de votos daña el ambiente político, lo ensucia, porque aquel que soborna para recibir adhesión no invierte lo que es el fruto del trabajo honrado, sino lo ilícito. El politiquero  cree que hace algo normal cuando soborna porque, para él, engatusar forma parte de su accionar en la política clientelar; untar la mano del votante con lo robado genera simpatía gratuita al candidato mojador.

27.- Para que el clientelismo se constituya en eje de la politiquería, el fenómeno de la corrupción debe formar parte integral de la sociedad.  En el ambiente politiquero dominicano el que procura el voto por medio del soborno se considera formar parte de la alta y distinguida clase política: mientras más clientes logra para votar a su favor, mucho más liderazgo tiene como buscador de simpatía circunstancial.

28.- Allí donde florece la miseria, la indigencia y otras lacras propias de sistemas sociales injustos, el dinero en mano de politiqueros corruptos prostituye el medio político, y margina a los políticos decentes, honrados y de principios. La riqueza económica alcanzada por medio de la sustracción de fondos públicos, hace posible el desarrollo de politiqueros que fomentan el clientelismo.

V.- Reflexiones

a.- La sociedad va a estar dirigida desde las distintas  instituciones y órganos  del Estado, dependiendo del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, de la conciencia política de los ciudadanos y ciudadanas; mientras más alto nivel político tienen los miembros de la comunidad, mejores conductores van a tener al frente de la administración pública.

b.- El politiquero no se mueve en política para generar progreso, avance y desarrollo humano, sino atraso y servilismo. La  politiquería deforma, altera, cambia la forma de hacer política; falsea, manipula, retuerce la voluntad política en procura de la postración, la degeneración, envilecimiento, desaliento y la flojedad.

c.- La pobreza es el campo  ideal para la politiquería basada en la sumisión  por comprar  a aquel que carece de lo necesario para vivir, inclina la cerviz a cambio de cualquier cosa. En procura de paliar su miseria, el pobre cede lo que puede vender, y si encuentra quien le compre el voto, se lo entrega al primero que ponga en sus manos algo material. Allí   donde el dinero sirve como medio de vida a cambio de un voto, el desamparado, el marginado social es presa fácil  de quien dispone de dinero  en abundancia.

d.- Mientras más en inopia está el que tiene derecho a votar, más apetecible es para  el candidato que ha amasado fortuna  económica sin esfuerzo alguno; la necesidad en el sufragante sirve de motivación   al comprador de voluntad política condicionada por la penuria.

e.- Una gran masa de electoras y electores, es una fuente deseada por aquel  que necesita comprar votos,  carece de escrúpulos y dispone de mucho dinero.  Para el que no sirve, la desfachatez  es una virtud  que adorna su persona, una cualidad que lo destaca como granuja de la politiquería.

f.- Estando de por medio el dinero en la captación  del voto, el resultado  de la negociación  va a depender de la conducta del comprador, quien  le dará uso a su conveniencia, y dependiendo del cargo electivo que ha adquirido con la compra efectuada.

g.- La moral, el comportamiento del que compra votos, esta evidenciado desde el momento que decide negociar votos, aprovechándose de la miseria del votante, para ocupar un cargo electivo. El elegido con votos fruto de la  prostitución política, va a prostituir el órgano del Estado   donde ejerza el cargo electivo.

h.- La actual sociedad dominicana,  aloja en su seno a personas de diferentes generaciones y  concepciones políticas e ideológicas,  y por vía de consecuencia tienen criterios opuestos  con relación a la forma de hacer política;  algunos consideran  como correcta,   válida  y ajustada a su ética y moral,   la captación  de  simpatía, adhesiones y   entrega del voto  por los medios clientelares. Particularmente yo, no comparto el clientelismo político, porque solo creo en la lucha social y política  de masas, basada en la edificación del pueblo para alcanzar sus objetivos  económicos, políticos y sociales.