Me miro en el espejo cada vez que dibujo la máscara. Me pinto el rostro de blanco hasta que no quede rastro de mi piel, color de arena, color de pan. Me pinto hasta perder la individualidad. Me pinto hasta desaparecer.
Soy mimo.
Es mi oficio. Verán, hay quienes interrogan a la naturaleza para escudriñar la condición humana. Otros se interrogan a sí mismos. Algunos interrogan a Dios. Y yo… Yo siempre los interrogué a ellos.
Siempre he disfrutado adentrarme en la historia personal de las figuras que me causan curiosidad. Los observo, me enfoco el en trasfondo de sus tormentos existenciales. Los empalmo, los adopto por unos minutos. Los interpreto, no los imito. No es lo mismo.
La imitación es al fin y al cabo, tan sólo un ideario estético.
Yo reconstruyo realidades a través de la imaginación. Tomo en cuenta todos los detalles, incluso el peso de un objeto, para confirmarle al público la dimensión y configuración que ellos conocen del mundo. Es la más alta dimensión intelectual y estética que puede crear el talento humano mediante la representación.
Se debe poseer una sensibilidad honda, empática, porosa, que permita una conexión con la faceta interior de fenómenos, establecer un vínculo, compenetrar con su sentido.
Este mi cuerpo, da existencia a la existencia diaria.
Anticipo movimientos, expongo intenciones, extiendo mensajes, descifro las sombras más adultas, intuyo pensamientos… Los pulo, les doy expresión. Me valgo de la sátira y la jocosidad para expresar los asuntos más serios.
Soy un huésped perpetuo de la circunstancia. Soy todo y todos, menos yo.
Por mucho tiempo he pensado que absorbiendo identidades podría encontrar la mía. O edificarla. Así fue como construí mi máscara. Esta que me pinto de blanco tan sólo simboliza una mucha más sólida, mucho mejor elaborada. Amé esa máscara más que a mi propio rostro. Olvidé quién era.
Hasta hoy.
Hoy, una singular fuerza demandó que me convirtiera en el derrotero de mi propia creación. Demandó que me conociera mejor que a los demás.
Y eso haré.
Cuando muera, morirán conmigo muchas identidades. Pero entre ellas, la mía.