Los sigues con pasión, siempre buscando más de sus letras. No estarás satisfecho con sus libros, porque siempre sospechas novedades. Eso me pasa cuando hay un autor al que ya no podrás renunciar. Con  Manuel Rueda, por ejemplo. Ampararse a sus escritos es como estar en una zona segura de las ideas, las imágenes.

A don Manuel lo recuerdo con su pijama legendaria, recibiendo a sus amigos en aquella segunda planta de su casa en la Rosa Duarte, con una cara no siempre gentil, pero al final, desenvuelta cuando sabías formular alguna idea clara.

También lo tengo presente en su cubículo del suplemento Isla Abierta, despachando textos, diciéndote que tenía unas cartas de la mismísima Gabriela Mistral escritas a lápiz y que temía que con el tiempo se borrasen por completo.

Estos brevísimos encuentros se fueron extendiendo con el tiempo, incluyéndolo como un fantasma en las más diversas circunstancias: oyendo un concierto íntimo con Daniel Baremboin en la Sala Apolo de la Ópera de Berlín, pasando por la casa donde vivía Claudio Arrau en la Kurfustenstrasse, encontrando un par de cartas donde hacían referencia a él en la Biblioteca Nacional de Chile, perdiendo una oportunidad de comprar la primera edición de "Las noches", su primer poemario, con una hermosa introducción del crítico Alone, paseando por el barrio de Providencia o caminando por el cerro San Cristóbal o sospechándolo en algunas de sus locuras por la sordidez de Recoleta en aquellos años 40, cuando era una exquisitez en Santiago de Chile.

Y es que Manuel Rueda te acostumbra a ideas gráciles y graciosas, a momentos cioránicos cuando hay que definir aforísticamente algún aspecto de nuestros laberintos mentales insulares: en sus narraciones, en su teatro más lopevegano que calderoniano, en su apego al decir popular, al genio de la vox populi, al encanto de las adivinanzas y los trabalenguas, esos últimos reflejos de la cultura tardomedieval en Santo Domingo. De su poesía, ni hablar: todavía sigue censurado su libro "Con el tambor de las islas. Pluralemas" (1975), lo cual nos recuerda lo más horroroso de nuestra cultura: la doble moral, cuando no la hipocresía. ¿Cómo es que todavía sigamos sin contar con al menos UNA REEDICIÓN de una de las obras de Manuel Rueda después de su muerte que cumpla los requisitos de una buena edición crítica?

Todavía las "buenas conciencias" de nuestro mandarinazgo cultural no le perdonan al autor montecristeño la osadía de burlarse hasta de sí mismo, para no recordar a todas las víctimas de su socarronería en aquella obra maestra todavía censurada. De 1975 hasta el 2021 ha pasado ya un buen tiempo como para que podamos sacar de su tumba un libro más que valioso de nuestra literatura.

Pero mientras este tipo de temas se converse y se revuelva en el Concilio de Trento de nuestra cultura, he decidido compartir algunas lecturas de Manuel Rueda, ordenarlas y lanzar un libro para celebrar su centenario, este 27 de agosto. Le puse el título de uno de sus ensayos: "En un cuaderno de notas. Y otros textos". Les anexo el pdf con su índice: Manuel Rueda En un cuaderno índice

Todavía está pendiente la excavación en "Isla Abierta": sus escritos sobre música, sus ensayos sobre la cultura urbana, su parecer sobre autores y hasta algunos poemas sueltos.

Todavía queda mucho de Manuel Rueda: sacar a flote su epistolario, sus papeles inéditos, ampliando la visión sobre sus contemporáneos, aunque a veces nos duela y más de una de sus víctimas tengan que asumir que todo cabe en este barco de los locos por donde nos movemos.

"En un cuaderno de notas. Y otros textos", el último libro de Manuell Rueda, no sabemos cuándo estará disponible en nuestra media isla, pero mientras tanto se puede adquirir en Amazon: https://www.amazon.com/dp/B099BYQPHD