La propuesta de cambiar la matriz de generación de electricidad en la Republica Dominicana es una consigna vieja y popular: todos la repiten.

Ahora bien, cuando el discurso intenta convertirse en hechos prácticos nos encontramos con dos realidades de piedra: primero,  las opciones que tenemos son incrementar el uso del carbón mineral y de gas natural como combustibles de generación y, segundo, que la quiebra financiera y la insolvencia institucional del sector son tan graves que no aparece ningún inversionista privado dispuesto a arriesgar miles de millones de dólares en una nueva central o en una terminal de gas natural, salvo que el Estado le otorgue  facilidades fiscales y logísticas extraordinarias y contratos que obliguen a consumir o pagar (take or pay), por 20 años de vigencia y garantía soberana.

Para muestra basta recordar que durante las administraciones de Radhames Segura (2004 a 2010) y de Celso Marranzini (2010-2012) se recibieron numerosas propuestas de inversión en plantas de carbón o gas natural, se hicieron varios intentos de licitaciones y, además, largas jornadas de propaganda, pero nada se consiguió. Se ha conocido que algunos  inversionistas pidieron condiciones  inaceptables.

Recientemente (2013), el Gobierno logró completar una licitación internacional para escoger la empresa que construirá dos plantas a carbón en la provincia Peravia con una capacidad total de 620 MW, pero el financiamiento de las mismas, ascendente a  2,200 millones de dólares, lo hará el Gobierno tomando dinero a crédito a prestamistas extranjeros. Es decir, ninguna empresa privada local o extranjera quiso invertir esos miles de millones de dólares en instalar y operar esas plantas para luego recuperarlos vendiéndole energía a unas empresas distribuidoras cuyas pérdidas  no bajan del 35% y tardan hasta 6 meses para pagar la factura corriente.

En conclusión, al final, la única vía encontrada para incrementar la matriz de generación basada en carbón fue endeudando con más de 2,200 millones de dólares al Estado dominicano.

Por el lado del gas natural el cuento es peor; es una enrevesada historia de contratos, terminales, reconversión de plantas e incertidumbres de mercado. Seguiremos.