Tal vez muy pocos de mi generación sepan de este fenómeno social, por lo que para abordarlo trataré de hacerlo con un enfoque panorámico ya que la complejidad de este para entenderse en su totalidad debe ser estudiado, discutido y analizado desde la perspectiva de las diversas organizaciones sociales, económicas y políticas que lo tratan, pero mi intención en esta entrega es tratarlo como ciudadana y en las posteriores mostrarles los enfoques de las demás organizaciones y sus ideologías políticas.

Es preciso aclarar que no es una condición exclusiva de nuestra República Bananera sino una realidad de Latinoamérica, somos la región más desigual del mundo, lo que ud impresionado se preguntará: ¿cómo es posible?, ¿cómo somos más desiguales que África Subsahariana? A partir de 1980 quedó claro que si, porque lo que nos hace más desiguales es una estructura, una matriz que se mantiene desde el pasado colonial. La pobreza y la desigualdad social es en esencia un tema de derechos, por que en sociedad a la única igualdad a la que podemos aspirar no es a la igualdad material (aunque ese sí es el discurso de la izquierda) sino a la plena titularidad de derechos, que están consagrados ya en la Declaración Universal de los Derechos Humanos pero que no son reconocidos por los grupos conservadores del poder político y económico.

La desigualdad estructural radica en el hecho de que estos grupos de poder se niegan a reconocer estos derechos fundamentales y en base a esto concentran el poder político y económico para mantener una estructura de baja productiva heterogénea y la desigualdad que le es inherente en términos de productividad, acceso y calidad de los empleos que se expresa en el mercado laboral y los ingresos de los hogares. En ese grupo incluye a los empleadores y asalariados que trabajan en microempresas, los trabajadores independientes no calificados que trabajan por cuenta propia, familiares no remunerados sin calificación profesional y técnica y el empleo doméstico.   “Una de las manifestaciones es la concentración de una gran proporción de los empleos, más del 49% en sectores de baja productividad en 2016, ya con la pandemia debe ser más grave nuestra realidad, dicha estructura demanda pocas capacidades técnicas, que lo caracteriza por ser de baja calidad, informal, con bajos ingresos y escaso o ningún acceso a mecanismos de protección social”, estos empleos son tomados a su vez por las personas que cuentan con menor grado de preparación ya que no tuvieron la oportunidad de acceder a las mejores a tiempo, como mujeres, jóvenes, afrodescendientes e indígenas en el caso de otros países de Latinoamérica, todos con muy poca y ninguna formación educativa, es así como esto conlleva a un acceso deficiente de seguridad social, educación y calidad de vida que son imposibles de solventar por parte de esos grupos antes mencionados, manteniendo una condición de pobreza que se extiende hasta la vejez, sin embargo, no se queda aquí, todos esos factores a lo largo del ciclo de vida se entrecruzan y potencian entre sí, multiplicado por la discriminación presente en determinados grupos a los que no se les reconocen sus derechos, escudados en criterios morales como los religiosos; por ejemplo en el caso de la mujer, a la que no se le reconoce el derecho fundamental de decidir cuándo ser madre y planificar una familia, convirtiéndose la consecuencia de este atropello en el rasgo protagónico de la matriz de la desigualdad social, después del origen socioeconómico, sumándose también el embarazo en adolescentes.

Esta estructura tiene responsables que se pueden directos, el político populista, estos arrogándose una autoridad y superioridad moral basada en la cultura impiden la extensión de estos derechos que son los que nos hacen ciudadanos a cabalidad en un Estado democrático,  enarbolando un discurso religioso, patriótico o nacionalista, racista y conservador en cuanto a formas tradicionales de relaciones y costumbres dedicándose a enfrentar a la sociedad y generar estigmas que mantienen en permanente confrontación que a los fines de estos populistas es la idónea a sus intereses.

El populismo ya sea de izquierda o derecha que predomina en Latinoamérica desde que las dictaduras y los regímenes militares decaen, es una modalidad light y moderna de los dictadores que estos sustituyeron. Los regímenes personalistas encarnan todos los rasgos autoritarios de los dictadores y caudillos del pasado en una figura “carismática” y demagógica que generan en la sociedad una especie de dependencia, porque estos se agencian demandas que la ciudadanía entienden necesarias, como las políticas redistributivas, la defensa de la patria, intervención estatal en el mercado  y su derecho de participar de las funciones públicas de las que antes se sentían excluidos.

Sin embargo, una vez en el poder este líder asume que la sociedad debe someterse a todos sus caprichos y abusos, pasando por encima de los mecanismos de rendición de cuentas, los mecanismos que protegen a los ciudadanos y los mecanismos institucionales de la democracia que los llevó a donde están, una vez en el poder, todos estos factores son “obstáculos” que impiden que la “voluntad popular” se cumpla y ellos como los elegidos están llamados a eliminar dichas barreras que no favorecen sus intereses. La realidad sigue superando  a la ficción y como el supuesto don de líder viene con fecha de caducidad, este mesías se encarga durante el tiempo que ostenta el poder con un discurso maniqueísta en dividir aún mas a la sociedad, entre los popis y los wawawa, los hijos de papi y mami y los de Machepa, los tutumpotes y el pueblo llano depositario de toda la nobleza y las buenas virtudes, victimas de la oligarquía, los antipueblo, los vende patria que atentan contra los intereses de la soberanía, intereses que ellos están llamados a defender, razón por la que deben prolongar su mandato, la política y la moral son uno en su discurso convertido en religión y como ha de esperarse la posibilidad de diálogo, compromisos y pactos sociales no son posibles cuando todas las problemáticas sociales son convertidas en dramas políticos y dimes y diretes entre bandos políticos antagónicos.

¿Resultados? La sociedad dominicana está polarizada sin posibilidad de diálogo y la cultura de privilegios que mantiene la estructura de la desigualdad intacta; el dominicano tiene claro que esto es un país de un grupito que se impone y protege entre sí, que manipula la justicia y crea una estructura desde el Estado a través de la cual se paga la lealtad y el servicio a la patria, los demás, llevan décadas huyendo de su país a playas extranjeras, la tasa de migración neta lleva décadas en números rojos y negativa, emigran más ciudadanos de la isla de Mir que los que ingresan, y los que nos quedamos, estamos atrapados en una doble trampa de alta desigualdad y baja productividad como explica el Informe de Desarrollo Humano 2021, nada que no sepamos y legitimamos ya cada cuatro años, merecemos lo que toleramos.