Desde hace muchos años el Oriente próximo ha sido objeto de atención mundial y la prensa al servicio de los intereses del capital occidental la difunde como conflictos religiosos entre judíos e islamistas, cuando  el fondo de la cuestión refiere a la cantidad de petróleo  y gas natural allí localizados, y por ser esta región un punto de intersección entre Asia, Europa y África, todo lo que la hace de interés geoestratégico, apetecida por los imperialismos.

Allí no siempre hubo conflictos.  Cuando se revisa la historia universal, se puede encontrar que  hombres y mujeres de diversas tribus y creencias coexistieron en paz hasta que apareció el interés económico; y con este, la práctica de la conquista de territorios por parte de unos,  que se hizo histórico- relevante cuando  por esos mismos intereses se involucraron potencias extranjeras.  Por la región pasaron varios de los imperios antiguos,  los  persas, griegos, macedonios;  más hacia esta era, se asentaron los romanos, y hasta la primera guerra mundial, los otomanos; que fueron sustituidos por los ingleses  a quienes les  tocó  Palestina tras el reparto de la región que hicieron con los franceses  en tanto triunfadores en esa contienda.

La región es de las mayores reservas de petróleo  y  gas natural; además de que  está  el Canal de Suez, construido en 1869, que recorta en miles de kilómetros el transporte de mercancías entre Europa y Oriente.

La dominación imperial en esa región ha logrado adquirir esos recursos a precio de “vaca muerta”;  y para mantener esa ventaja ha  implantado la idea de que   se encuentra también el “islamismo más radical”; con lo que ha querido desnaturalizar la justa rebeldía de esos pueblos ante la explotación leonina de sus recursos.

En esa perspectiva, vale destacar que  el precedente histórico  a  la  matanza  que tiene lugar en Gaza, se encuentra en la resolución de noviembre de 1947  de  la ONU;  que tras la segunda guerra mundial, y correspondiendo al interés de Inglaterra y de los Estados Unidos de Norteamérica, autorizó la creación del Estado de Israel, que vendría a ser un enclave policíaco- militar en el Oriente próximo para la protección y desarrollo de los intereses de esas dos potencias.

En días tan tempranos como los de diciembre de 1948, intelectuales y científicos, judíos, pero no sionistas- fascistas, entre los que se encontraban Alberto Einstein y Hannah Arendt,  denunciaron ante el pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica el  peligro de que el gobierno de este país le diera apoyo al Partido de la Libertad, que se proponía liderar al Estado de Israel recién declarado, y hacían su denuncia en conocimiento de que ese partido se sustentaba en unos métodos, organización y política fascistas;  además de tener en su haber el precedente de realizar acciones terroristas contra comunidades árabes.

La advertencia de esas autoridades de la cultura universal no fue ni podía ser escuchada; porque el sionismo- fascista convenía a los intereses norteamericanos.  Estos permitieron y hasta alentaron que esa ideología y práctica incubara y ahí está desarrollada; con el apoyo del gobierno norteamericano se ha venido anexando territorio palestino y árabe en general, dejando a su paso cada vez una estela de muerte, con dimensiones de holocausto tal como la protestamos ahora en Gaza.